José Luis Parra
Tiene razón un lector. En la columna anterior se nos fue de largo el detalle del PRI Sonora. Imperdonable, diría Manlio.
Porque ese partido, o lo que queda de él en su tierra fundacional, no es tricolor: es beltronista. Y sin simulaciones. A Manlio Fabio Beltrones no le tiembla la mano para decidir –con la misma naturalidad con que se acomoda el nudo de la corbata– quién va y quién no en las boletas locales.
¿Que si puede poner a su hija Sylvana para la gubernatura? Claro que puede. ¿Que si ganaría? Ahí ya está más difícil la cosa. El PRI en Sonora es ruina. Y la ruina no se levanta con apellidos ilustres ni con lealtades de archivo.
El tricolor está tan muerto en su cuna, que hoy ni fila hay para los huesos. Y los pocos priistas que aún se ponen la camiseta, la traen desgastada, parchada, y con olor a nostalgia. La oportunidad de sumar nuevos cuadros se fue hace años, cuando la puerta estaba cerrada porque la fila era larga. Ahora, aunque la puerta esté abierta, nadie entra.
Y eso lo sabe Manlio. Por eso manda sin preocuparse. Sabe que de la dirigencia nacional poco se mete (o puede meterse) Alejandro Moreno. En Sonora el PRI es un reino chico, sí, pero propio.
Silencio que incomoda
La Generación Z no se rinde. Después de su exitosa aparición el 15 de noviembre, preparan otra marcha, esta vez en silencio, para el 14 de diciembre. Lema: “No hay nada qué celebrar”. Y tienen razón.
El gobierno, tan reactivo a los gritos, podría sentirse más incómodo con este silencio cargado de rabia juvenil. Una rabia que viene de no tener futuro, de cargar con un país que les entregamos hecho trizas.
Hay que estar atentos. Porque si esta marcha es masiva, los chavos se consolidan como factor político real. Si no, corren el riesgo de diluirse como espuma en el café mañanero. Y lo más peligroso para el régimen es que, al enojo juvenil, se le sumen empresarios no alineados. Ya empiezan los gruñidos en Nuevo León y Yucatán por el alza fiscal. ¿Y si de pronto esto escala?
Una bola de nieve es eso: empieza con un puñito de hielo y termina aplastando gobiernos.
Navidad con tambores
La presidenta, si pudiera, pediría a Santa Claus una pausa. O una vacuna contra la revuelta. Porque la combinación de jóvenes hartos y empresarios insumisos puede incendiar el árbol navideño antes de que prendan las luces.
Y claro, mientras todos comen recalentado y brindan con sidra caliente, los operadores de la 4T podrían aprovechar para meter tras las rejas a uno que otro ex aliado convertido en carga incómoda. ¿Alguien dijo Bartlett? ¿O mejor alguien más exótico, para la sorpresa?
Ya lo decía el clásico: en política, las navidades son buenas para las vendettas. Y si no hay justicia, al menos que haya espectáculo.
Aguas con el botín
Volviendo a Sonora: el PRI será cadáver, pero sigue oliendo a dinero. Prerrogativas, inmuebles, negocitos de ocasión… el cadáver guarda tesoros. Por eso Manlio no lo suelta. Y por eso Alito tampoco lo enfrenta. Sabe que en Sonora, el que grita se queda sin dientes. O sin edificio.
La estructura tricolor es una piñata rota pero aún colgada. Y más de uno ya anda con el palo en la mano, listo para ver qué cae. ¿Cuánto aguanta el cascarón antes de partirse del todo?
Colosio: el muerto que vota
Y en este escenario no hay que olvidar al fantasma mayor: Luis Donaldo Colosio. Si las cosas se complican rumbo a 2024, alguien va a desenterrar simbólicamente al ex candidato. O literalmente. La bandera colosista es el último recurso para movilizar al voto sonorense que aún cree que en política hay honor.
Pero cuidado. Porque si alguien juega a revivir muertos, hay otros que saben enterrar vivos. En la política mexicana, eso se llama estrategia.





