Por Aurelio Contreras Moreno
Este fin de semana, Andrés Manuel López Obrador acudirá por segunda ocasión el estado de Veracruz como presidente de la República.
La primera visita se llevó a cabo al otro día de su toma de posesión como titular del Ejecutivo federal. Fue el primer estado al que viajó ya con esa investidura, revelando un interés especial por la entidad veracruzana.
No es para menos. Además de ser Veracruz de los que más votos le dieron en la elección de 2018, es un estado estratégico por su enorme riqueza natural, por sus puertos y por la gran aportación que hace a la renta nacional vía la explotación de sus recursos. Y a pesar de lo cual, no ha sido retribuida por el nuevo régimen con ningún proyecto ya no digamos de gran envergadura, sino siquiera de mediana importancia.
La gira presidencial de este fin de semana, que comenzará este viernes en Minatitlán, continuará el sábado en Acayucan y concluirá el domingo en Córdoba, no parece que vaya a ser escenario de grandes anuncios, aun cuando se menciona que en su última parada el Presidente hablará de inversiones para el estado. Pareciera más una de esas salidas para darse los “baños de pueblo” que tanto le gustan a López Obrador.
Sin embargo, la situación de Veracruz no es precisamente como para solamente venir a dar la vuelta. La economía está paralizada y la inseguridad campea a lo largo del territorio estatal, con todo y que el gobernador Cuitláhuac García Jiménez asegure que los índices delictivos bajaron más de 30 por ciento en lo que lleva de mandato.
Solamente este jueves, un grupo armado secuestró a una profesora en Coatzacoalcos, dos guardias de seguridad fueron ejecutados en la carretera Córdoba-Veracruz y en Tierra Blanca un comando emboscó a elementos de la Fuerza Civil para rescatar a una persona que fue detenida por transportar mercancía robada, lo que dejó como saldo un policía muerto. Todo en un solo día.
El pasmo en el que parece encontrarse el gobierno estatal habría prendido las señales de alarma en la Presidencia de la República, razón por la cual López Obrador habría decidido no solamente visitar el estado, sino quedarse tres días. Tanto para buscar beneficiar la imagen del gobernador García Jiménez como para dar un “jalón de orejas” a los integrantes de una administración que no parece tener rumbo.
Lo único en lo que el régimen estatal morenista ha mostrado tener verdadero interés durante sus primeros dos meses de gestión es en remover al fiscal yunista Jorge Winckler Ortiz –en lo cual, hasta el momento, ha fracasado-, relegando los temas que sí son de real importancia para la población. Las consecuencias están a la vista y en palacio nacional –donde lo que les preocupa es mantener altos los índices de popularidad- ya se percataron.
Sin embargo, las prioridades de unos y otros no empatan con las necesidades reales de los veracruzanos. En la víspera de la gira por la entidad, de lo que López Obrador habló fue del regreso –con el apoyo de su gobierno- del club Rojos del Águila de Veracruz, habida cuenta de su enorme afición por el beisbol.
¿Eso beneficia al grueso de los veracruzanos, cambia en algo la situación del estado? En absoluto. Resulta hasta ofensivo que eso ocupe espacio en la agenda presidencial. Pero la ocurrencia fue festejada por Cuitláhuac García, que en sus redes celebró la “buena noticia”, misma que, por cierto, pensaba anunciar él mismo. Ni la “primicia” le dejaron.
En lugar de preocuparse el Estado por manejar franquicias deportivas profesionales, habría de concentrarse en lo que sí es su responsabilidad. Pero como ha quedado evidenciado, sus prioridades son otras.
Y he ahí los resultados.
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