Javier Peñalosa Castro
En las últimas semanas Aurelio El Niño Nuño ha cobrado protagonismo dentro de la empobrecida escena política nacional. Aunque también se ha dado exposición a Migue Ángel Osorio Chong, es relativamente normal que el secretario de Gobernación figure en actividades públicas. Lo de Nuño llama la atención porque su posición normalmente no se presta al lucimiento y su pésimo desempeño tampoco debería hacer pensar en premios políticos.
La vergüenza de la prueba PISA
Hace un par de semanas se dieron a conocer los resultados de la prueba PISA, que aplica la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) a sus países miembros para evaluar el desempeño de sus estudiantes en matemáticas, español y ciencias.
Como bien sabemos, las estadísticas se pueden manejar de mil maneras para minimizar o resaltar sus re4sultados. Sin embargo, hay un dato demoledor: menos del uno ´por ciento de los estudiantes mexicanos de 15 años resultan bien evaluados en ciencias, lectura y matemáticas.
Estas deficiencias resultan aún más evidentes cuando se hace la comparación de los estudiantes en el promedio de cada país. México se sitúa por debajo de la media de la OCEDE 423 puntos en lectura, 416 en ciencias y 408 en matemáticas, registra 70 puntos menos que Portugal y España, y dentro de Iberoamérica está entre 20 y 60 puntos por debajo de Chile y Uruguay.
Inquirido sobre la ineficiencia del sistema educativo mexicano, y muy especialmente de la tan cacareada “Reforma Educativa”, que Peña Nieto considera la estrella de su apuesta múltiple de reformas, Nuño dice con la mayor cara dura que para “empezar a ver resultados” habrá que esperar 10 o 15 años.
Eso sí, fue inflexible para someter a evaluación a los maestros mexicanos y hasta la fecha no ha planteado el contenido y los supuestos alcances de la dizque reforma peñista.
Más allá de que hasta los niños corrigen a su homólogo Nuño, la realidad es que las deficiencias para leer (o ler, para que nos entienda el señor secretario) son cada día mayores, y esa situación es intolerable, pues hasta un niño sabe que la lengua es una de las mayores riquezas de un país, y que si su pueblo no la conoce y la domina, con ello está minando su cultura ancestral y la riqueza de sus tradiciones.
No menos importante es el estudio de las ciencias en general y de las matemáticas en particular, pues estas materias son indispensables para el desarrollo científico y tecnológico durante tanto tiempo postergado en nuestro país.
Por supuesto, el bajo desempeño no es producto de la casualidad, sino de que México dedica menos de la tercera parte del gasto promedio por alumno en la OCDE a la educación de sus estudiantes.
La semana que termina, en el marco de la entrega de los premios nacionales, conferidos a destacados exponentes de las ciencias y las artes, Peña Nieto ofreció que en 2017 habrá 100 mil millones de pesos adicionales para invertir en el desarrollo científico y tecnológico.
A pesar de que el que viene es un año muy mal aspectado en lo económico, con un presupuesto severamente recortado, una moneda débil, la inflación desbordada, un crecimiento que tenderá a cero y un entorno comercial de asechanza (al menos en relación con Estados Unidos), y de que las campañas electorales por la Presidencia concentrarán todos los recursos disponibles, habría que concederle el beneficio de la duda a esta buena intención, pues si no se inicia en algún momento este cambio de paradigma, esta redefinición de prioridades, corremos el riesgo de quedar muy rezagados frente a naciones con las que hasta hace muy poco competíamos.
Por otra parte, dados los desastrosos resultados que ha dejado a su paso por la Secretaría de Educación Pública, Nuño parece el menos indicado para encabezar esta cruzada, como tampoco lo es para asumir parte del trabajo del recientemente fallecido Rafael Tovar y de Teresa en el ámbito de la cultura.
Sobre este tema, habría que decir que igualmente importante que la ciencia es la preservación de nuestra riqueza cultural, y que los salvajes recortes al presupuesto destinado a la creación en ramas como la cinematografía, la literatura y otras disciplinas en nada abonan a ello.
A evaluar a los funcionarios
La Secretaría de Educación cuenta ya con información más que suficiente para emprender una verdadera reforma educativa, que incluya la capacitación de los maestros, la asignación de estímulos, el diseño y la implantación de planes y programas de estudio adecuados a nuestras necesidades y al desarrollo de las competencias que se requieran.
También sería bueno evaluar a los funcionarios del sector educativo que son responsables de esta tarea y atender sus deficiencias en aras del bienestar de nuestra sociedad.
Seguramente muchos de ellos están también muy por debajo de la media de sus homólogos dentro de la OCDE, pero una vez que se detecten sus “áreas de oportunidad” y se tome la decisión de subsanar sus fallas, mucho podrá mejorar la educación.
Deseo agradecer a quienes siguen mis colaboraciones dentro de Índice Político, informarles que tomaré un receso hasta el 6 de enero, desearles lo mejor para estas fiestas y que 2017 sea un año luminoso, próspero y colmado de salud para todos.