Ricardo Del Muro / Austral
En medio del debate sobre el nuevo paquete fiscal, el gobierno federal ha lanzado una medida que marca un giro en la política comercial: la imposición de aranceles a todos los productos procedentes de países con los que México no mantiene acuerdos comerciales. El principio es sencillo y contundente: quien no tiene tratado, paga arancel.
Los nuevos aranceles fluctuarán entre 10 y 50% al 16.8% del total de los diferentes productos (1,371 de 8 mil 177 fracciones) que importa México desde los países con los que tiene acuerdos comerciales, según el decreto firmado por la presidenta Claudia y difundido este martes. Una medida con la que se espera obtener ingresos adicionales por 70 mil millones de pesos en 2026.
A primera vista, se trata de una estrategia pragmática. México envía más del 80% de sus exportaciones a Estados Unidos y Canadá, y el T-MEC asegura el libre comercio dentro de ese bloque. También se mantienen abiertas las puertas para socios con los que existen acuerdos vigentes, desde la Unión Europea hasta varias naciones de América Latina. El resto del mundo enfrentará una muralla arancelaria que busca proteger a la industria nacional y, de paso, engrosar los ingresos fiscales.
El gobierno lo presenta como un proteccionismo selectivo: no se trata de un regreso al viejo modelo de sustitución de importaciones, sino de un blindaje adaptado al nuevo mercado mundial que se está conformando en respuesta a la agresiva política arancelaria del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
En opinión de Viri Ríos, articulista del diario El País, se trata del “nuevo proteccionismo mexicano”, donde el gobierno mexicano, sin grandes anuncios públicos, está cerrando la economía e inaugurando una nueva forma de recaudar impuestos.
Por primera vez en décadas – indica Ríos -, el presupuesto federal mexicano está proponiendo un aumento bastante signifucativo en los impuestos a la importación. Con ello, el Gobierno plantea blindar a la empresa nacional mediante un incremento de 41% en la recaudación proveniente de importaciones. El alza es de tal magnitud que explica por sí sola casi la cuarta parte del crecimiento total de los ingresos previstos para 2026.
“Se trata de un viraje de gran envergadura. Sin estridencias ni anuncios espectaculares, el Gobierno de Sheinbaum está transformando de manera estructural las reglas del juego empresarial y, con ello, los mecanismos de recaudación fiscal”, explicó la periodista.
A pesar de haber sido afectado por la incertidumbre comercial de Estados Unidos, México ahora se decanta hacia una vía más proteccionista, argumentando que su industria local está debilitándose a causa de la masiva importación de bienes terminados a bajo precio o materias primas sin pagar los debidos gravámenes, señaló Eyanir Chinea, articulista de temas económicos para el diario El País.
La periodista destacó que las autoridades hacendarias mexicanas están buscando “fuentes hasta ahora no explotadas de recursos”. No obstante, señaló que el equipo de Hacienda dijo que la regulación estará enmarcada en el derecho comercial internacional y los tratados vigentes, buscando desmarcarse del tono combativo que ha empleado el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para referirse a sus cambiantes políticas de intercambio.
El secretario de Hacienda, Édgar Amador, confesó con franqueza que la entrega de la iniciativa se postergó por varias horas el lunes porque se demoraron en calibrar la sección arancelaria, destacando que deberán actuar con precisión para no provocar una subida de precios.
El hecho es que México está por estrenar una nueva política arancelaria, que puede definirse como “proteccionismo selectivo”. Sin embargo, el proteccionismo siempre conlleva riesgos. En el corto plazo, puede encarecer insumos que utilizan las propias empresas mexicanas, reducir la diversidad de bienes de consumo y generar tensiones diplomáticas con países que quedan fuera de la lista de “socios preferenciales”. En el largo plazo, puede restar competitividad si se convierte en una barrera permanente en lugar de una palanca temporal para fortalecer la producción nacional.
México enfrenta aquí una paradoja: mientras proclama su vocación exportadora y su compromiso con el libre comercio, se reserva el derecho de cerrar parcialmente sus fronteras. El proteccionismo selectivo puede ser útil como medida coyuntural, pero difícilmente resolverá los problemas estructurales de la economía mexicana.
La triste experiencia de la política de “sustitución de importaciones” que tuvo México entre 1945 y 1970, muestra que el verdadero reto no está en blindar el mercado, sino en elevar la productividad, garantizar insumos de calidad y generar empleos de largo plazo. El riesgo es que, en nombre de la defensa de la industria, el país termine pagando más caro lo que consume, sin lograr que su planta productiva se fortalezca.RDM