La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Para resolver las cosas lo que se pone de cabeza es el santo, no el gobierno
La forma en que se salió de control la asistencia de los devotos a la iglesia de San Hipólito, sede del venerado ‘San Juditas Tadeo’, es un ejemplo de la inexistencia de protocolos para manejar estas manifestaciones religiosas, en el marco de la pandemia.
Aducir que, por cuestiones de fe, la celebración se desbordó, es volver al fallido argumento de que la culpa es de la ciudadanía. Es la evasión o, mejor dicho, la abdicación de la autoridad del Estado, para hacer respetar una decisión de gobierno.
Así como López-Gatell, se quiso salir por el lado de que el problema del creciente número de muertos, es por el exceso de gordos y diabéticos (planteamiento que ya quedó desmentido), ahora vienen con que el despiporre en la casa del patrono de ‘las causas imposibles y perdidas’, se debió al fanatismo de la feligresía
Para nada, el asunto es que no hubo una coordinación adecuada entre la Arquidiócesis y el gobierno de la Sheinbaum y, literalmente, cada quien vio para su santo. Así lo reconocieron horas después, por lo que hablaron de mejorar la comunicación para el 12 de diciembre.
Mientras no abandonen, su falaz hipótesis de que el ‘pueblo bueno’ se auto regula, el asunto del rebrote y/o repunte de los casos de COVID19, seguirá al garete, eso sí, tendremos al don solazándose de que en México no se aplica el autoritarismo, como en Europa, para la cuestión del confinamiento y la sana distancia.
No pierdan de vista señoras y señores de la 4T, que más tarde o más temprano, a toda ‘capillita se le llega su fiestecita’. Nadie gana, ni pierde, para siempre.