* Lo cierto es que en asuntos de poder hay de lecturas a lecturas; éstas reflejan el talante de quien manda, sus aspiraciones, siempre a contrapelo con la realidad que se les impone sobre su supuesto inmenso e imbatible mandato constitucional
Gregorio Ortega Molina
En 1993 o 1994 pusieron en mis manos una biografía de Carlos Salinas de Gortari, en la que se afirmaba que durante unas vacaciones de verano en Europa, quien sería presidente de México leyó, de una tirada, La comedia humana, de Honorato de Balzac. Después tuvieron la acertada idea de levantarla y destruirla. Fue la manera en que Tomás Borge intentó agradecer su permanencia “segura” en México.
Una de las maneras de ganarme la vida fue hacer síntesis y análisis de información, también resúmenes y análisis de libros para mujeres y hombres de poder.
El oficio de mandar también es correr de un lado a otro para aparecer, en las fotografías de las inauguraciones, con la sonrisa en los labios, conmemorar acontecimientos históricos, natalicios u honrar la memoria de los muertos, lo que deja muy poco tiempo, realmente un reducido tiempo, a los presidentes de la República, para su solaz.
Quizás antes de llegar a la cúspide fueron lectores de libros, de acuerdo a sus particulares intereses, pero mientras se afanan en la permanencia de un equilibrio endeble para gobernar, los segundos, las horas, los días, semanas, meses y años, son consumidos a caballo entre la negociación y el ensueño por lograr su lugar en la historia.
Mientras se le convulsiona México, el presidente constitucional confiesa estar bien y de buenas, darse tiempo para leer la trilogía sobre Trajano, Los asesinos del emperador, Circo máximo y La legión perdida, que en total deben sumar más de tres mil páginas. Supongo, entonces, que es insomne, o recurre a algún personaje de Las mil y una noches, o simplemente llena el expediente obligatorio de estar al día como lo hacen todos, y sólo leyendo página a página lo que considera que puede disfrutar o de lo que puede aprender sobre el oficio del político, acerca del manejo del poder, o de la historia del país, o del comportamiento humano.
Lo cierto es que en asuntos de poder hay de lecturas a lecturas; éstas reflejan el talante de quien manda, sus aspiraciones, siempre a contrapelo con la realidad que se les impone sobre su supuesto inmenso e imbatible mandato constitucional.
El injustamente denostado Miguel de la Madrid Hurtado tuvo por costumbre obsequiar México negro, novela en la que Francisco Martín Moreno narra la gesta de la expropiación petrolera y explica, a los lectores, la importancia de la propiedad del petróleo para el Estado. Y sin embargo este presidente inició la desincorporación de los activos del Estado, que ahora concluye con un resultado nada prometedor.
En la contraportada de Los asesinos del emperador leemos: “18 de septiembre del año 96 d. C. Un plan perfecto. Un día diseñado para escribir la Historia, pero cuando todo sale mal la Historia ya no se escribe…, se improvisa…”, y parecen estar en eso, en la improvisación, aunque desconocen que para improvisar con éxito se requiere, sobre todo, de gran experiencia.