Pablo Gato
Ayer fui a un supermercado grande, a uno pequeño hispano y al Walmart. Todo me pareció una película de miedo. ¿Qué daba terror? Los precios.
Las estadísticas oficiales son eso, estadísticas.
El que mejor entiende si los precios suben, bajan o se mantienen igual es tu bolsillo. Realmente me quede de piedra al comprobar la pérdida de poder adquisitivo que provocan estos precios.
Hace apenas tres meses ya había pasado por el Walmart para observar los precios. Me fije en unas camisetas hechas en Asia. Costaban seis dólares. En apenas tres meses el precio subió a casi nueve dólares. Es decir, un aumento de un 50%.
En el supermercado grande el aceite italiano ha subido alrededor de un 30%. Una minúscula botellita de aceite ya cuesta casi once dólares. Casi mejor invertir en aceite que en bolsa o bien oro.
En ese súper también venden fiambre español, como salchichón, chorizo o jamón serrano. No había nada de salchichón ni chorizo, que siempre se han vendido como pan caliente. Pregunte al charcutero y me dijo que no hay nada desde hace meses debido a los aranceles de Trump. Me pidió disculpas y me compartió que mucha gente pregunta por esos productos y simplemente no los tienen.
Me confeso que la cadena del supermercado presiona a los productores españoles para que sean ellos los que básicamente paguen los aranceles reduciendo su margen de beneficio. Los productores españoles les respondieron que trabajar gratis ya paso de moda y que el precio de venta es el mismo, que ellos no lo han subido. Si ha subido es por los aranceles impuestos por Trump.
La cadena de supermercados presiona al productor para que lo venda más barato y así el cliente no nota la diferencia en el precio tras los aranceles cuando compra el salchichón. Pero al no aceptar los productores pagar ellos los aranceles, el supermercado simplemente no ha encargado más productos como el salchichón y el chorizo por considerar que el precio final sería demasiado caro.
El resultado es que los clientes se quedan sin el producto que quieren o lo van a buscar a otra parte.
Es decir, los aranceles suben claramente el producto al consumidor, que es el que paga esos aranceles, y hace menos competitivo y atractivo al súper. Lo único que tenían era jamón serrano porque ya lo habían comprado. En poco tiempo no tendrán ya nada de ese tipo de productos de España que, insisto, son muy populares. El vendedor me confirmo que se venden mucho.
Luego pase por un supermercado hispano más pequeño. Unas mandarinas que costaban 50 centavos hace apenas seis meses ahora cuestan 1,29 dólares. Es decir, un aumento de alrededor del 150%. Ya cincuenta centavos por una mandarina era un precio altísimo, pero 1,29 dólares es un robo. Y esa es la historia de la inmensa mayoría de todo lo que uno encuentra en un supermercado. Los precios suben y suben. Eso lo ve cualquiera que vaya a comprar.
Hace no tanto tuve que cambiar la puerta de mi garaje. Tardaron meses en conseguirla porque la gente compro todas las que había porque sabían que iban a subir de precio debido a los aranceles.
Y cuando llego la puerta importada, costaba el doble de lo que hubiera costado hacía apenas seis o siete meses. Sin embargo, lo peor de los precios esta aún por llegar.
El motivo es que hoy comienzan a aplicarse los aranceles a más de 70 países. Es decir, los precios subirán aún más porque como sabemos esos aranceles los paga el consumidor.
La mandarina se ha convertido en caviar.