Joel Hernández Santiago
Días extraños estos que vivimos en México. En unas cuantas semanas se resumió aquí la tristeza, la indignación, la frustración, el desencanto y la melancolía… Y de pronto nos sentimos más solos que el número 1, y no porque se quiera a un gobierno paternalista y apapachador; sí fuerte y solidario con lo que uno es y lo que todos queremos: uno digno y respetado, por respetable…
Así que no queda más que hablar entre nosotros y por nosotros, lo que no está nada mal; en eso hay riqueza porque del agobio colectivo saldrán respuestas y tiempos nuevos para lo mejor. Quizá.
… Aun así, la vida nos sacudió en unos cuantos días, horas, minutos y segundos que son como un suspiro, como un abrir y cerrar de ojos, como un tronar de anular con pulgar… o lo que dura el amor… Sí. Eso.
En unas horas las multitudes, que no tienen pretensiones de Marcel Proust, ni complejo de Dorian Gray, salieron a las calles y buscaron los recintos en donde estarían por un momento las cenizas del cantante-compositor Juan Gabriel. Ya en Ciudad Juárez, Chihuahua, o en la Ciudad de México.
Miles acompañaron la caravana fúnebre y querían expresarse y sentir al mismo tiempo tristeza como alegría: tristeza por la muerte de un hombre que dijo mucho a muchos en unas cuantas palabras. Y alegría porque se saben sus canciones y las entonan felices, como en los buenos tiempos. Ya se sabe, por lo que se ve y se escucha, que la gente lo quiere mucho.
En medio de esta tristeza de tantos en el país, de pronto el presidente Enrique Peña Nieto, mal aconsejado por su secretario de Hacienda, Luis Videgaray, ahora renunciado, nos asestó la presencia en México de Donald Trump, candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos de América, archienemigo de México y de los mexicanos, allá y acá. Mal rollo este…
Ya se ve el altísimo costo de este error político y ya se vislumbran días negros en la relación de México con EUA. Por lo pronto, la indignación nacional no guardó silencio y reprochó enfática esta invitación envenenada, la llegada, la forma como se operó, como ocurrió y sus nefastos resultados para nuestro país, pero sobre todo para el gobierno que no sabe cómo solucionar el desaguisado y busca pretextos cada vez más inverosímiles. El país se siente humillado y ofendido.
Esto habrá de impactar en las elecciones de 2018. Con esta gran ayuda del presidente priista, el PRI está prácticamente en la lona; con un presidente nacional, Enrique Ochoa Reza, impuesto y habilitado para una tarea de titanes y con un discurso anticorrupción, que ingenuamente intenta lavar heridas de muchos años… Nada nuevo bajo el sol.
Por supuesto, la oposición al PRI está encantada con los desfiguros de los funcionarios priístas que ya comenzaron su campaña para ser candidatos presidenciales. El gabinete presidencial se comenzó a ajustar el miércoles pasado y los aspirantes que ahora son menos estarán ubicados en posición de inicio de carrera electoral en secretarías de lo económico y lo social, para comenzar a ejercer presupuesto a su favor y para mostrar la cara linda de la caridad, entendida como gobierno de lo social, según este gobierno.
‘Zongo le da a Borondongo, Borondongo le da a Bernabé y Bernabé le da a Muchilanga’: así está la pelea entre candidatos priístas en eso de dejar pasar o bloquear caminos políticos al contrincante.
Mientras, el presidente no sabe qué hacer consigo mismo. Se le nota enojado –con toda razón-, se le nota nervioso –con toda razón-, se le nota meditabundo –con toda razón- y se le nota como que ya entendió que el país se le salió de las manos. Lo malo de estos estados de ánimo es que tome decisiones fatales para todos, aunque en Zacatecas ya dijo que “seguirá haciendo lo mismo”.
Por lo pronto no paran boletines presidenciales de los hechos y su perspectiva de solución de crisis. No paran entrevistas de estrellas, estrellitas y asteroides del priísmo nacional para justificar las acciones de su jefe único.
Otro balde de agua helada le cayó al gobierno apenas el 5 de septiembre, mes de la patria: la señora Hillary Clinton dijo ‘no’ a la invitación de Enrique Peña Nieto para venir a México. Hay enojo en la candidata demócrata, hay enojo entre los demócratas y por supuesto Barack Obama está furioso por la recepción de Trump en México, innecesaria y dañina para todos…
Y así la tragedia del gobierno mexicano y así la vida de los mexicanos a los que se nos hay excluido de las grandes decisiones nacionales. Mala interpretación de la democracia. El gobierno piensa que la democracia concluye el día del sufragio. Pero no, no y no: la democracia se expresa día a día, con la participación de todos y la acción de todos para el bien de todos… Aquí no.
Y, bueno, son estos los días de extraño colorido aquí. Conformémonos, por ahora, con ver otros desfiguros, el de las élites mexicanas, ya del dinero o la cultura.
Al final el señor Nicolás Alvarado ex director de TV-UNAM pidió disculpas ‘a quien pudiera haber ofendido’ por los dichos en contra del ídolo popular, Juan Gabriel, a quien tachó de naco y de ‘vestimenta jota’… y de ser mal escritor y chambón compositor y tal y tal…
Su disculpa lo hundió más en su propia salsa: disculpas no por haber escrito un texto ‘simpático y cargado de valores literarios’ –dice- , sino por el momento en el que lo hizo. Eso es: la arrogancia no tiene principio ni fin: es ‘humo en tus ojos’.
¿Qué sigue? Todo. Estamos en un punto en el que los mexicanos tenemos responsabilidades democráticas. Y seremos nosotros por esa vía como habremos de encontrar soluciones. ¿Cómo? Pues eso: como si la democracia fuera Juan Gabriel y todos – o casi todos- la quisiéramos tanto.