* A México puede ocurrirle lo de siempre, pues cuando sus gobernantes decidieron montar al país en el caballo de la globalización, resultará que los miembros de esa élite que toma decisiones que atañen a todo mundo, determinan hacer un alto en el camino, revisar y detener o ponerla en retroceso
Gregorio Ortega Molina
Luego de una conversación sobre las posibilidades, reales o ficticias, de que Donald Trump se convierta en presidente de Estados Unidos, pensé que hacer una evaluación requiere establecer cuál es el verdadero poder del dinero. A botepronto digo que todo.
Pero, ¿quién tiene esa enorme cantidad de dinero que le confiere tanto poder? De inmediato recupero las imágenes de To big to fail (Demasiado grande para caer), película en la que se ve cómo los dueños de los bancos y las corredurías bursátiles doblegan al Secretario del Tesoro de EEUU. El poder político, supongo porque no me consta, está subordinado al poder del dinero.
¿A qué aspiran los ostentosos dueños de ese poder con la fuerza que les confiere su dinero? ¿Quieren continuar con la globalización, consolidarla y, además, asegurar el proyecto de crear América del Norte, donde México está incluido como válvula de seguridad en su diseño geoestratégico? ¿Consentirán que Donald Trump dé marcha atrás a esas aspiraciones de divinidad, o le cerrarán el paso para que la subordinación de esta nación sea absoluta?
Mi interlocutor me asegura -como lo hizo Enrique Lazcano- que los electores estadounidenses también están de mal humor, porque sus presupuestos domésticos y sus gastos de recreo se ven seriamente reducidos desde la crisis inmobiliaria, y quieren la revancha, están urgidos de recuperar su poder adquisitivo y necesitan, ya, poder consumir los gramos de coca a los que están acostumbrados.
¿Serán capaces, los barones del poder económico y político, de posponer un ambicioso proyecto global, por satisfacer las necesidades básicas de sus compatriotas y acallar sus inquietudes?
De ocurrir que Trump gane las elecciones, a México podría sucederle lo de siempre, pues cuando sus gobernantes decidieron montar al país en el caballo de la globalización, porque el de la Revolución murió en el esfuerzo, resultará que los miembros de esa élite que toma decisiones que atañen a todo mundo, determinan hacer un alto en el camino, revisarla, detenerla o ponerla en retroceso, para recuperar la idea de patria, dar rienda suelta a los nacionalismos, tan pasados de moda, pero también tan dispuestos a garantizar ese bienestar social que tanto parece estorbar.
Y, me pregunto, ¿qué pasará con los migrantes, los refugiados, esos niños que mueren porque los muros se elevan, los transportes marítimos no resisten, son hechizos, y porque en el camino de regreso de la globalización, los gobernantes del G7 descubren que son absolutamente prescindibles?