Eduardo Sadot
Muchos hay que quisieran ver decaer a la UNAM otros – y también son muchos – quienes quisieran hacerse del control de la máxima casa de estudios de México. Entre los universitarios podemos tener diferencias estamos acostumbrados a discutir, deliberar, debatir, es el único espacio nacional donde – por su propia naturaleza – se discute con vehemencia, a veces con infundía, pero con argumentos donde se debate y siempre se llega a una nueva propuesta, consensada, enriquecida por las aportaciones de los universitarios.
No en balde ahí se encuentra la mayoría de mexicanos – y extranjeros – pensantes estudiantes, estudiosos y estudiados que ahí, han aprendido a defender sus convicciones sus ideas, sus pensamientos, es ahí donde se ejercita la mente y es un laboratorio social donde permean las inquietudes que impactan al país. Tampoco es fortuito que la UNAM tenga el segundo órgano deliberativo – podríamos decir legislativo – del país luego del Congreso de la Unión particularmente más numeroso después de la cámara de diputados e inclusive antes que el senado de la república.
En los institutos, escuelas y facultades participan todas las religiones, ideologías e identidades, todas son todas, inclusive ideologías obsoletas o satanizadas, hasta aquellas descalificadas por la humanidad, aprendemos a respetar a todos por muy descabelladas que sean sus ideas.
El asesinato en CCH sur de un joven a manos de otro estudiante es reflejo de la sociedad en que vivimos, la UNAM es un gran laboratorio social que refleja – a veces con cierta antelación – lo que sucede o va a suceder en la sociedad. Ese asesinato aún sin esclarecer conmueve a la comunidad universitaria y desde luego a la sociedad, nos mostró de lo que somos capaces.
Las amenazas de bomba, un tema que hacía años que no se vivía en la UNAM, las amenazas de bomba.
También se ha hecho frecuente la aparición de encapuchados, exactamente igual que en la época de zapatismo de Chiapas.
Los encapuchados son evidencia de que saben que de ese modo pueden gozar de impunidad, el fenómeno ha sido aprovechado por delincuencia organizada para violentar, destruir y robar, con la certeza de que no serían castigados.
La autonomía se ha desvirtuado y hay quienes quisieran utilizarla como escudo para cometer delitos. La autonomía se refiere su forma de gobierno interior y la determinación de los planes de estudio para vitar que algún gobierno utilice a la UNAM como fuente de adoctrinamiento. Ese es el origen y motivo de la autonomía. Nunca como extraterritorialidad del derecho.
La UNAM no es otro Estado, no es cueva de bandidos, su comunidad cumple con la ley y respeta los derechos de todos, pero ya basta de que sea pretexto delincuencial, solapado por grupos que se hacen pasar como “transformadores” y son fumadores de drogas, que ocupan hasta auditorios, lo que venga en la UNAM será tema de discusión y debemos ser muy cuidadosos. Permitir que se delinca con máscara abre la puerta para que luego los políticos delincan también con máscara.
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