DE FRENTE Y DE PERFIL
RAMÓN ZURITA SAHAGÚN
Guerrero y Guanajuato, dos entidades que no tienen fronteras entre ellos, ni demasiada similitud, más allá que pertenecen a la república mexicana, son los dos centros de atención por la implacable violencia que los azota.
Uno ubicado en la costa del Pacífico, el otro en el altiplano, en la zona denominada como Bajío, guardan coincidencias como son la presencia de diversos grupos delictivos que siembran el miedo, el terror y se atacan entre ellos, rebasándolos, hasta llegar a la población civil que inerme sufre los constantes ataques que dejan muertos y heridos.
Lo de Guerrero es sabido que, en las zonas de tierra caliente y la montaña, prevalecen los grupos delincuenciales, los que en un inicio se beneficiaban por la siembra de enervantes y hoy disputan las plazas con otro tipo de “negocios” que van desde la extorsión, el secuestro, los vínculos con el gobierno y el crimen a mansalva.
Son muchos y variados los delitos que cometen y en aras de quedarse con el mercado recurren a todo tipo de tretas. Amagan, asustan, presionan a comerciantes, empresarios, vendedores ambulantes y llegan hasta la autoridad.
Que hace el gobierno, nada simplemente ve pasar toda la violencia y no pone correctivos, basados en su política de abrazos no balazos, por lo que no investiga, ni frena la violencia, ni mucho menos atrapa a los causantes de la misma.
La violencia en Guerrero pasa por todos los municipios. Un día sucede en plena zona urbana de Acapulco, otro más en un mercado de Chilpancingo, se traslada a la autopista, pasa por caminos de brecha y carreteras secundarias o, incluso, estalla en ciudades como la capital e Iguala, donde asesinan, sin importar si en ello cortan la vida de inocentes.
Lo que sucede es Guerrero es preocupante, ya que los más recientes crímenes se han cometido en contra de personas vinculadas familiarmente a la actual gobernadora Evelyn Salgado.
Y es que esa entidad ha sido escenario de varios de los más atroces crímenes. Hace varias décadas el crimen de los copreros; después de ello la matanza de campesinos en Aguas Blancas y hace un lustro el secuestro y eventual asesinato de 43 estudiantes en Ayotzinapa, aunque al margen de esos se ha producido una gran escalada de violencia.
Si bien es cierto que, en una gran parte de los casos, los hechos ocurrieron por represión del gobierno, ahora lo es por la manga ancha que les da el propio gobierno a los grupos delincuenciales que se apoderan de los territorios y disputan otros.
Desde hace mucho tiempo se señala la posible vinculación del senador Félix Salgado Macedonio con algunos de esos grupos y el asesinato de un tío político de la gobernadora Evelyn Salgado y de su primo político, marcan alguna tendencia hacia el poder político del estado.
En Guanajuato, la violencia se encuentra sentada desde hace un par de lustros y los hechos palpan una situación semejante a Guerrero, por la posible vinculación de mandos políticos con los grupos delincuenciales. En el camino se han presentado varios crímenes en contra de políticos, hombres y mujeres de distintos municipios.
Lo que ocurre en ciudades como Celaya, Salamanca, Irapuato, León y otras pequeñas comunidades es una ola de sangre que aterra a sus habitantes.
Qué hace la autoridad para bajar los índices de violencia, nada, solamente da estadísticas, cuyas cifras no van acorde con lo que ocurre.
En una y otra entidad, como sucede en el resto del país, no hay forma de frenar la violencia, más que mediante frases y buenos deseos. Esperamos que esta violencia no se incremente ni se mezcle con la actividad política que entrara en ebullición el mes próximo.
Email: ramonzurita44@hotmail.com