Por: Armando Ríos Ruiz
Para nadie debería ser un secreto que nuestro Presidente guarda una dosis mayúscula de inspiración en el desaparecido Hugo Chávez, el rey de las expropiaciones. O lo que es lo mismo, de los robos de empresas que le gustaban. Se ha hablado que aquí, se impondría una política dedicada al decomiso de las propiedades, en las que estarían incluidas las residencias en donde vivimos.
De ganar las elecciones la desangelada y limitada mentalmente Claudia Sheinbaum (mentalmente, porque en campaña ha dado clarísimas muestras de ignorar los temas que los concurrentes le tratan y ha tenido que quedarse muda por no encontrar una respuesta, ni siquiera de pésimo alcance), es seguro que aparecería una iniciativa en este sentido.
Desde que llegó al cargo, nuestro mandatario ha parafraseado, en algunas ocasiones de manera exacta y en otras, con palabras adaptadas, pero casi al pie de la letra, lo que en el transcurso de su gobierno decía el venezolano. También los actos de gobierno de su mentor, desaparecido por un cáncer. En virtud de este suceso, ahora copia al sucesor, Nicolás Maduro, quien se había desempeñado como chofer del anterior y ahora impone criterios en México.
Este señor escuchaba la voz de su amo muy claramente, cuando se le aparecía en forma de pajarito. Señaló que lo sintió “dándonos una bendición” —¿Cómo será sentir una bendición del Diablo? — Dijo lo anterior Ante los hermanos del desaparecido político y aseveró que primero le silbó y él le contesto y estuvieron enredados en esa extraña plática de silbidos. Tal vez sonaban por tramos de cinco pitidos, que en México se traducen como un insulto.
Pero seguramente nuestro Presidente no quiso quedarse atrás y también sostuvo, no que se le aparecía un pajarito, sino que invoca todos los días a Benito Juárez, su referente y guía en su actuar como gobernante. Dijo que cuando es necesario, le pide consejos y jamás le falla quien, en su parecer ha sido el mejor Presidente de México. ¡Extraño que no se hubiera reconocido a sí mismo!
Sin embargo, muchos rasgos de su historia confirman que no era tan puro como nos enseñan en la primaria.
Entre otros historiadores, Carlos Tello Díaz, hace una magnífica descripción de Porfirio Díaz y de Juárez, por converger en la historia. El último fue el primero, dice, en cometer un fraude electoral.
Ni siquiera lo necesitaba. Pero para asegurar el máximo poder, recurrió a esta estrategia metida hasta la médula craneal de la inmensa mayoría de los políticos del mundo. No era como lo pintan. Pero algunos historiadores decidieron darle un matiz diferente a sus hechos y lo convirtieron en una especie de santo.
No obstante, era un hombre de carne y hueso, también expuesto, como todos los mortales, a las caricias terrenales y del poder. A pensar que era el mejor hombre que hubiera parido la tierra entera y que no podía dejar la Presidencia porque ninguno tenía la capacidad para manejarla.
Hoy también se habla hasta de su gran complejo de chaparro.
El historiador Alfonso Toro escribió: “… Juárez fue hombre de capacidad mediana, pero de voluntad férrea que le hace mantenerse firme e inquebrantable en sus propósitos en medio de las mayores adversidades. El Presidente actual siente que se parece a él, porque es demasiado necio. Su esposa lo dijo y el adoptó este defecto como una cualidad, de la que ahora se ufana.
El gran deseo de parecerse a Juárez, quien ni siquiera se ocupó de los indios de su raza, explica por qué desea con vehemencia continuar al frente de la Presidencia de México, ya sea a través de su clon, que necesita como medicina de vida a su vez, el consejo de su jefe o ya de manera presencial, a través de una declaratoria de Estado de Excepción.
A lo mejor no lo dice y se guarda para sí, que en una de esas invocaciones le dijo el Prócer: “haz fraude. Gasta el dinero que yo no tuve en la campaña de tu títere”. Miente a tus tiernos seguidores, que para eso pueden servir y quédate eternamente. Con eso me vengarás, porque yo ya no pude”.
ariosruiuz@gmail.com
Una entrega de Latitud Megalópolis para Índice Político