Los últimos desencuentros al interior de Morena vinculados a la sucesión presidencial del 2024 están provocando una guerra de declaraciones innecesarias para el momento en que nos encontramos.
¿Y cómo es que empezó todo esto? Pues tampoco hay que irse muy atrás. Sólo hay que recordar aquella foto, que todos los periódicos destacaron en sus primeras planas. Aquella donde el presidente Andrés Manuel López Obrador levantó la mano a la jefa de Gobierno, Claudia Sheinabaim, y con ello se desató una contienda adelantada por la candidatura de Morena a la presidencia.
Muchos leyeron esa foto como el clásico, y tan criticado ‘dedazo’ en la época dorada del Revolucionario Institucional. Sin más, el presidente levantaba la mano de Sheinbaum y además la señalaba con su ‘dedito’. ¿Cómo se traduce eso a la mitad de la administración que encabeza el propio López Obrador?
Y así es como salieron muchas voces para descalificar este acto, que si bien es cierto no es inédito en México, el que venga de quien pregona de ‘no somos iguales’, pues quita credibilidad no sólo al presidente sino a su movimiento.
Pero no sólo eso. Quienes han manifestado su interés por contender para buscar la candidatura presidencial, Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard, también han enfrentado cuestionamientos al respecto con lo que han tenido que definir no sólo aspiraciones sino hasta posturas.
Lo que es cierto, es que ahora hay un golpeteo y división al interior de Morena, y que no sorprenda que lleguen a formarse esas ‘tribus’ como herencia de su antecesor, el PRD. Sin embargo, como partido en el poder, eso les puede traer un declive y si siguen peleando, hasta podrían perder la presidencia.
Alguien tiene claro que el golpeteo partidista hará que se mantenga en el ojo público, aunque no esté pensando en el futuro de su movimiento. Las declaraciones para denostar o apoyar a algunos de los militantes o gobernadores, tampoco es buena estrategia. Olvidan aquel viejo dicho: ‘el pez por su propia boca muere’. Y sí, podría ser la muerte política.
Esperemos que en Palacio Nacional entiendan que la división no dejará nada bueno. Esos pensamientos de división y encono no atraen simpatías, sino todo lo contrario. Los dimes y diretes nunca serán una buena táctica y menos mostrar claras simpatías por un posible ‘sucesor’, pues además está exponiendo a Sheinbaum a otra guerra, donde cualquier error o falla será usada en su contra.
Y no sólo ella, sino a cualquiera que muestre su intención por ser candidato y buscar, a través de los medios que dictan una democracia, esa oportunidad.