Norma Meraz
Me escribe una entrañable amiga con la que camine de la mano desde la primaria hasta el bachillerato: Rocío. Vive en Venezuela y me desgarró su relato de vida.
Casada con un nativo de la República Bolivariana, Franklin C., doctor en Historia por la Universidad de Murcia, España; Rocío, graduada como química farmacobióloga por la Universidad Motolinía de Ciudad de México. Ambos, luego de ejercer su profesión aquí en nuestro país, se mudaron a Venezuela donde hoy sobreviven.
Su esposo Franklin se desempeñaba como catedrático en la Universidad de Los Andes, en Mérida, Venezuela. Ella, Rocío, nunca ha podido ejercer su profesión allá, debido a las limitantes que enfrentan los extranjeros para integrarse al mercado de trabajo.
A poco de establecerse en ese país –sentado en un barril de petróleo– los alcanzó el asalto al poder del militar Hugo Chávez.
El chavismo, con perfil popular-socialista, ejerce de inmediato la concentración del poder en un solo hombre: Él.
Esta concentración que lleva al autoritarismo convirtió más pronto que tarde a Hugo Chávez en el hombre omnímodo que repartía la riqueza de su país entre los países amigos para hacerse de una fama populista que empobreció a sus connacionales. Al morir, Chávez heredó el poder a otro autócrata que terminó con lo que quedó en el subsuelo petrificado que hoy cuesta más industrializarlo que importarlo.
Mi amiga Rocío y su esposo Franklin hoy sobreviven sin servicios de salud ni medicamentos ni ropa, pues estos, se los hacemos llegar desde acá luego de varios transbordos hasta llegar a sus manos. El servicio eléctrico lo cortan varias veces al día hasta por 8 horas; a fines de este mes de octubre ya no habrá gas en todo el país, tampoco gasolina y en muchas provincias ya carecen de agua.
El grave peligro del autoritarismo, me dice mi amiga Rocío, es que ha cancelado la libertad de expresión, los medios de comunicación los cooptó el gobierno, las clases medias se proletarizaron primero y luego vino el empobrecimiento generalizado, la desaparición forzada de personas que levantaban la voz pidiendo alimentos, medicinas y seguridad.
Agrega que, ante la escasez de los productos básicos, se incrementaron los asaltos, los robos y los asesinatos.
Sólo los ricos, dice Rocío, sacaron sus jugosos ahorros y huyeron del país. Sobrevino la caída de la inversión privada, se disparó la inflación, la pandemia acosa al país y la justicia se somete a consulta. ¡Su carta me estrujó!
¿En dónde he oído esto? ¿Acaso en nuestro desdichado país en el que a cada paso se politizan los problemas más graves que deberían atenderse con atingencia, como la salud panderizada que deja o simplemente cancela la atención a innumerables padecimientos que sufren millones de mexicanos con diabetes, hipertensión, glaucoma, Párkinson, Alzheimer, cáncer de mamá y sobre todo cáncer en los niños?
¿Y qué decir de colocar la política por encima de la ciencia, el arte, el deporte, y sobre todo la Ley? ¡La Ley no se negocia!
La concentración del poder no sólo en el Ejecutivo, sino en el Poder Legislativo, debido al mayoriteo del “partido que no es partido”, y alinear incluso a la Suprema Corte de Justicia que se asume más desde el punto de vista político que jurídico, para cerrar con la frase de que “el pueblo está por encima de la ley”, esta es una de las más sublimes contradicciones de nuestro Jefe de Estado y de Gobierno.
¡No hay duda de que el poder corrompe!
Un gobierno que privilegia la asignación directa para la adquisición de insumos varios –medicamentos, vehículos, etc.–, se presta a la opacidad en el rendimiento de cuentas.
La asignación desmedida de atribuciones –algunas metaconstitucionales– al Ejército, contradice aquel grito de campaña de que el Ejército volvería a los cuarteles. Más no sólo eso, en la medida que el Ejército construye aeropuertos, la Secretaría de Marina asume los puertos y negocia los Tratados Marítimos , adelgaza y debilita el desarrollo técnico privado de áreas especializadas en el manejo de tales encargos y obras.
¡Ahora bien, las fuerzas militares no son impolutas!
¡La desmilitarización va en reversa!
El Ejecutivo sigue al pie de la letra aquel principio militar de que “las órdenes no se discuten, se cumplen” y así camina este régimen civil-militarizado que no chista.
El Presidente Andrés Manuel López Obrador ha dejado de lado a propósito el desgarramiento que viven al interior de MORENA, corriente que lo llevó al poder y que después de dos años no logra elegir a su dirigencia. Esto, por supuesto, abona al Presidente López Obrador más poder pues sin él no hay partido y MORENA sólo queda en el bosquejo que no ha logrado su institucionalización.
¿Quién se robó la ley?
¡Alguien se está quedando con todo lo que se ha perdido! ¡El derecho a disentir, el derecho a criticar, el derecho a reclamar justicia, el derecho a la justicia, el derecho a vivir en libertad para conservar nuestro sistema democrático!
¡No permitamos, cómo en Venezuela, a que nos dividan, nos contrapongan entre hermanos que somos, en pos de la obsesión de concentrar el poder para limitar nuestro vivir andar y crecer!
¡Nos ha costado mucho probar la democracia!
¡Digamos la Verdad!