Juan Luis Parra
A 10 mil kilómetros de distancia, un grupo de mexicanos decidió jugar a los héroes en una guerra que ni entienden ni les corresponde. Montaron una pantomima con cámaras, discursos y barquitos, hasta que el ejército de Israel los bajó del guion. Y claro, ahora son “víctimas” de un secuestro.
Lo curioso es que no se fueron a Sinaloa, a la Sierra de Guerrero, ni al norte de Jalisco, ni a la frontera donde el narco gobierna con más autoridad que cualquier presidente. No. Se fueron a Gaza, porque allá es más fácil señalar al enemigo sin arriesgar la comodidad. ¿Cuántos de ellos alzan la voz por los desplazados de Chiapas? ¿Cuántos denuncian la complicidad del gobierno con el crimen organizado? Ninguno.
Porque eso incomoda. Porque eso tiene consecuencias.
Greta Thunberg, ex niña símbolo del ambientalismo, ahora la porta banderas de palestina, es la mejor representación de la lógica del social justice warrior: moverse siempre al conflicto más viral, al dolor más rentable, al trending topic más compartible.
Militancia con algoritmo estilo TikTok.
Y aquí en México, la 4T aplica el mismo libreto. Simulan pelear con “los poderosos”, mientras mantienen intactas las estructuras de impunidad. Juegan al rebelde desde el poder. ¿No es eso el colmo de la hipocresía?
Se comportan como si aún vivieran en sus casas de campaña en Reforma, cuando hoy son los dueños absolutos de la República.
Pero claro, eligen guerras fáciles. Como en El Príncipe de Maquiavelo: es preferible pelear con débiles que puedan deberte el favor después, que enfrentarte a los que pueden aplastarte. Por eso no se meten con el crimen organizado. Por eso atacan periodistas, opositores, empresarios… todos más seguros que los verdaderos villanos del país.
La gobernadora de Campeche expropia terrenos vinculados a Alito, y lo vende como acto de justicia. Pero el trasfondo es otra cosa: la persecución política se ha vuelto tradición nacional. Los de la 4T no quieren gobernar: quieren venganza. Vienen cargando resentimientos de toda una vida.
No les molesta la riqueza, les molesta no haberla tenido antes.
Por eso hoy tragan con tanto ruido. Casas, terrenos, ropita de lujo, fortunas inexplicables… y ni siquiera cuidan las formas. Como nuevos ricos corrientes, van dejando el rastro de su voracidad. Ya no son los justicieros sociales de antes. Ahora son los nuevos saqueadores, solo que más torpes y más ruidosos que los anteriores.
¿Quieren el poder? Que lo ejerzan con responsabilidad. ¿Quieren justicia? Que empiecen por limpiar su propia casa. Porque si algo está claro, es que la historia no recordará a estos comunistas de iPhone como héroes del pueblo. Los recordará como lo que son: los nuevos corruptos, los nuevos opresores, los nuevos priistas.