Por Aurelio Contreras Moreno
Sin importar el desprestigio en el que se han sumido los partidos en los últimos años en México, varios actores políticos se aprestan a la creación de nuevos institutos políticos que, más que representar opciones de renovación en la oferta a los electores, no son más que el reciclaje de los mismos y lo mismo.
El que sin duda llama más la atención es el que se fragua en el entorno de la poderosa dirigente magisterial Elba Esther Gordillo. Este fin de semana, la asociación política “Redes Sociales Progresistas” –que apoyó abiertamente la última campaña presidencial de Andrés Manuel López Obrador- realizó su primera convención con miras a cubrir los requisitos para constituirse como partido político nacional.
Dicha asociación y la convención misma estuvieron comandadas por dos familiares cercanos de “La Maestra” Gordillo: su yerno Fernando González Sánchez -ex subsecretario de Educación del sexenio de Felipe Calderón Hinojosa- y su nieto y heredero político, René Fujiwara Montelongo.
La pretensión de convertirse en partido no es siquiera velada. De acuerdo con las crónicas de la reunión, a mano alzada los asistentes aprobaron la decisión de buscar el registro ante el Instituto Nacional Electoral. Y muy ad hoc con la época política, en el templete estaba colocada una manta que mostraba el logo de la asociación, junto con la leyenda “un proyecto alternativo de nación” y la imagen del actual presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, con quien el elbismo –como mencionábamos en líneas anteriores- trabó alianza desde la pasada campaña.
Por lo visto, dicha alianza política con el lopezobradorismo se mantiene intacta, lo cual explica en buena medida el “beneplácito” con que el gobierno ha tomado la intención de la propia Elba Esther Gordillo por retomar formalmente la dirigencia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Tener al SNTE del lado de Morena en las elecciones intermedias de 2021 sería el objetivo principal, al menos en el corto plazo.
El elbismo no es la única corriente política que busca crear su propia franquicia. Dos días después, el ex presidente Felipe Calderón y su esposa la ex candidata presidencial independiente Margarita Zavala llevaron ante el INE su solicitud para constituir su propio partido, de corte conservador, que llevará por nombre –de obtener el registro de parte de la autoridad electoral- “México Libre”.
Sería éste el primer fruto concreto de la fractura en el PAN resultante de la candidatura presidencial de Ricardo Anaya y la continuidad de su grupo al frente de la dirigencia de Acción Nacional. Escisión que lo ha minado política y estructuralmente, por más que los panistas lo nieguen.
A ello hay que agregar los intentos más aislados que se buscan erigir en partidos a partir de la diáspora en el PRI, como la asociación denominada “Alternativa”, dirigida por César Augusto Santiago. O las tentativas a nivel local, como es el caso en Veracruz de “Podemos”, del hectoryunista Francisco Garrido. O los saltimbanquis Vía Veracruzana, del ex procurador duartista Amadeo Flores Espinoza.
Lo cierto es que ninguno de estos proyectos de partido representan nuevas maneras de hacer política. Ni siquiera una renovación de cuadros, de personajes o de visiones sobre las necesidades y retos del país.
Son meros –y harto rancios- proyectos de poder por el poder.
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