Desde Filomeno Mata 8
Por Mouris Salloum George*
La gramática de los tecnócratas neoliberales tiene más agujeros que un queso gruyere.
A pesar de que, desde el funcionamiento de la desaparecida Secretaría de Programación y Presupuesto (SPP), se les elaboró a los yuppies un ABC de las Cuentas Nacionales para que pudieran explicarlas en español, todavía es hora de que no logran comunicarse con el llano.
Quizá esa fue una de las causas por las que el cinco veces secretario de gabinete presidencial José Antonio Meade Kuribreña no logró hacer clic con los electores.
Los entenados de Milton Friedman creen, por ejemplo, que estabilidad y crecimiento, para efectos de políticas públicas, son sustantivos excluyentes. Los han convertido en una dicotomía que plantea opción: O una cosa o la otra.
La estabilidad es una especie de ancla. Se enraíza: No se mueve ni mueve, pues.
Se ilustra esa hipótesis con un dato elemental: Durante casi cuatro décadas, el Producto Interno Bruto se ha estabilizado en un nivel que no le permite ir más allá de 2 por ciento anual. En el mismo periodo, la población mexicana ha crecido a tal grado que casi se ha duplicado.
Mantener la estabilidad es uno de los consejos que da el concuño de Carlos Salinas de Gortari y actual secretario de Hacienda y Crédito Público, José Antonio González Anaya, al Presidente electo.
Al diablo con el Pacto de Solidaridad Económica
Salinas de Gortari fue mando en la SPP y titular de la misma, de donde saltó a la Presidencia de México. Desde Los Pinos la desapareció.
Pero en determinado periodo, la SPP fue dirigida por Miguel de la Madrid, que la usó también como trampolín a la presidencia de la República.
En esa época se patentó el Pacto para la Estabilidad y el Crecimiento Económico (PECE), un instrumento tripartito para tratar de remontar la crisis que se había asomado al término de los dos sexenios anteriores. El fantasma de la inflación descuadraba todos los criterios de política económica.
El PECE fue una cosa: El Pacto de Solidaridad Económica, muy otra. Éste pretendía equilibrar el costo de la crisis para que no lo pagaran sólo los de abajo.
Un factor nada más: El gobierno se comprometió a no encarecer productos y servicios ofrecidos por el Estado. No incremento a precios y tarifas de gasolinas, electricidad y gas doméstico. ¿No es acaso el encarecimiento de energéticos lo que ahora mismo impide al Banco de México controlar la inflación? Qué pregunta tan ociosa.
En el siguiente sexenio, con Salinas de Gortari esos acuerdos fueron mandados al diablo. En lo sucesivo sería el Tratado de Libre Comercio el que impondría la Ley del hierro de las políticas de shock. Hasta la fecha.
México, entre los peores recaudadores fiscales
En 2018 estamos jodidadamente estabilizados: En un producto per cápita que no se mueve y, si lo hace, es hacia abajo. ¿Dónde estriba el atorón?
Con evaluación de 2017, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL/ ONU) coloca a México, en el renglón de ingresos tributarios, al mismo nivel que Guatemala.
Aun con la reforma fiscal de Peña, la recaudación permanece en 17.4 por ciento anual respecto del PIB cuando Cuba supera el 41 por ciento y Brasil el 32 por ciento. México está entre los peores seis países de América Latina en esa asignatura.
El resultado obtenido por el Estado neoliberal es el estrangulamiento de la inversión productiva y la amenaza a la disponibilidad de recursos para fondear las políticas sociales.
La administración que se despide la próxima semana permaneció uncida a los designios del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Departamento del Tesoro y la Reserva Federal de los Estados Unidos.
El gobierno mexicano, con sus ministros de Hacienda y gobernadores del Banco de México del año, no aceptó más sinodal que las calificadoras neoyorkinas para obtener medallitas de buena conducta.
Sin ingresos fiscales peligran los programas sociales
Desde finales de sexenio de Miguel de la Madrid y todo el periodo de Salinas de Gortari -en el que se aspiraba jugar en Las grandes ligas– los tecnócratas sudaron la gota gorda para ser admitidos como miembros de número de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Ese sueño se cumplió 24 horas después del asesinato de Luis Donaldo Colosio el 23 de marzo de 1994.
Hoy es secretario general de la OCDE el mexicano-tampiqueño que fue secretario de Relaciones Exteriores y de Hacienda, José Ángel Gurría Treviño.
No hace falta revisar las evaluaciones anuales de la OCDE de sus países parte para saber que México está en el sótano en diversos grados de desarrollo.
Gurría Treviño acaba de mandar un mensaje: Si no se incrementa la recaudación fiscal el próximo gobierno pondrá en riesgo los programas sociales.
La misma OCDE pronostica que, si bien nos va, sería hasta 2020 cuando, eventualmente, la economía crecería a tasa de 2.8 por ciento.
El actual responsable de las finanzas públicas de Peña, José Antonio González Anaya dice que la prioridad es mantener la estabilidad (obviamente, la macroeconómica).
No es trata de escoger entre melón y sandía. Lo que urge es que la economía crezca y que el infelizaje sea rescatado de su postración socioeconómica. Si no, ¿cuál cambio?
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.