Para Contar
Arturo Zárate Vite
La maestra Ifigenia Martínez, la que acaba de recibir la medalla Belisario Domínguez, con sobrados merecimientos, en la primera etapa de su carrera política llegó a ser diputada por el Partido Revolucionario Institucional, en los tiempos del presidente José López Portillo, cuando solo tronaban los chicharrones del tricolor.
Como parte de la bancada priísta, no dudó en votar en contra de un proyecto del Ejecutivo, del presidente, en materia agraria. Se puso del lado de los reclamos de los trabajadores del campo.
Todos sus demás compañeros siguieron la “línea” marcada por el partido.
Por supuesto que a López Portillo no le gustó el voto de la maestra. La conocía perfectamente, sabía de su verticalidad y también de su calidad académica como economista, así que en vez de reclamarle a ella directamente, para no correr el riesgo de que Ifigenia le ratificara su criterio sobre el tema, le habló a Porfirio Muñoz Ledo.
Entonces, Porfirio presidía el PRI. Atendió la llamada de Don José y la única disculpa o explicación que encontró fue exaltar las cualidades de la diputada. No hubo ninguna sanción para la legisladora. Quizás hubiera sido distinto con otro diputado o diputada.
El jefe de la nación no fue más allá, porque como es sabido, en esos tiempos, solo había priístas en la cámara; nadie de otro partido. La maestra no varió su posición, ni en ese punto ni en otros. No se quedaba callada si tenía que decir algo diferente a los demás. La respetaban. También le temían. Nunca estuvo dispuesta a negociar su pensamiento. Y el día que de plano vio que su organización chocaba con sus principios, le dijo adiós, junto con el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo.
La “línea” siempre ha existido en el trabajo legislativo y más de uno sabe del costo de no seguirla.
La “línea”, como dice una de las definiciones del diccionario de la Real Academia Española, es el comportamiento en determinada dirección. Es practicada por todos los partidos en las cámaras.
Entendible porque cada uno de los legisladores, salvo que sea independiente, se la jugó en las elecciones con la camiseta de alguna de las organizaciones políticas y apostó por su proyecto de gobierno. A la hora de ganar, el compromiso es con ese proyecto.
Si una vez en la curul o en el escaño cambian de opinión y resuelven ya no seguir la “línea”, el camino es saltar a otra bancada con la que se identifiquen. Eso es lo que hizo Lilly Téllez; entró en desacuerdo con Morena y se pasó al grupo de Acción Nacional.
El mismo Porfirio Muñoz Ledo, quien aspiraba a la reelección como diputado, pagó en Morena el precio de ser crítico dentro de su bancada y en sus comentarios sobre las acciones del Ejecutivo.
El partido no lo nominó para un segundo periodo consecutivo.
Germán Martínez Cázares, quien alguna vez dirigió nacionalmente al PAN, brincó a Morena y con este partido llegó al Senado. Terminó por sentirse incómodo con los morenos, con su “línea” y, decidió volverse “independiente”. Obvio que no se puede disentir de la “línea” y seguir en el mismo grupo.
La “línea” es una regla no escrita que responde a un proyecto de gobierno. Todos los partidos se supone que tienen proyecto de gobierno, por eso que nadie se sorprenda si los diputados y senadores de Morena, en bloque, de manera monolítica, votan por las propuestas del Ejecutivo.
Es la “línea” con la que se comprometieron y con la que también partidos aliados se sienten comprometidos.
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