Ramsés Ancira
* Situación actual de los reclusorios en la Ciudad de México, mayo de 2016. Centro de Comunicación Social (CENCOS)
El sistema con el que son manejados los reclusorios del Distrito Federal en 2016 es prácticamente idéntico al que emplearon los encomenderos españoles después de 1521. Ahora se hace uso de mayordomos, como en el siglo XVI de los kalpixki. Pero esta vez visten ropa de color beige, el uniforme reglamentario de los presos, o portan credenciales que los acreditan como “técnicos”.
Estimaciones de los recolectores de las cuotas, comprobadas personalmente por el reportero investigador Ramsés Ancira: por comprar litro y medio de agua, 23 pesos, prestar una cobija para que los familiares de los internos se sienten en el área de cloacas, 15 pesos; 50 pesos de “tabla” nombre de la cuota al preso por recibir visitas; de 100 a Mil 800 pesos por permitir a los familiares ingresar con comida o libros; 15 pesos por alquilarles una prenda “ni muy azul” “ni poco azul” o “de colores prohibidos” a cada familiar, para ingresar a la visita.Todo esto con una suma semanal aproximada de 9 millones de pesos, tan sólo a en el Reclusorio Oriente, según estimaciones dadas por los propios encargados de la cobranza, a presos de nacionalidades extranjeras.
Si todo lo que se paga con dinero es barato, quienes más sufren las condiciones carcelarias, incluso a niveles de esclavitud, son los indígenas, los jóvenes, los inocentes y los pobres, condiciones que generalmente concurren en la misma persona. Sólo las condiciones de las personas con orientación sexual distinta a la heterosexual, han mejorado sus condiciones de derechos humanos.
Tras 19 días de permanecer en el Reclusorio Oriente donde conversó con al menos 100 custodios, presos, funcionarios y familiares de las personas en reclusión, el reportero Ramsés Ancira, con el apoyo de ex colegas de la Unión de Periodistas Democráticos y altos funcionarios federales, ha logrado realizar observaciones sobre la condición de los derechos humanos en reclusorios del Distrito Federal, mismas que serán presentado a la Comisión local de Derechos Humanos, con el propósito de que se elaboren las recomendaciones procedentes.
Recomendaciones entre las que se debe resaltar la carencia absoluta y continua de agua en bebederos y la permisividad del gobierno del Distrito Federal para que en la tienda oficial del área de ingreso se cuadrupliquen o al menos dupliquen los precios de refrescos, frijoles, leche o rastrillos, obligando al uso del mercado negro.
Incluso los presos con comisión de la Cruz Roja, son obligados a vender las medicinas que los presos solicitan, lo más barato, una aspirina, en 5 pesos.
La colecta de prisioneros es similar a la que se puede observar en la película El Planeta de los Simios, de 1968. La madrugada del 30 de abril 2016, en la remesa de once personas liberadas a las 3 de la mañana, había dos que fueron retenidos por la policía en Avenida Revolución, primero les acusaron de tener armas de uso exclusivo del Ejército, para cuando llegaron al Ministerio Público les cambiaron el delito por clonación de tarjetas. Tras 8 meses en prisión y casi un millón de pesos de gastos legales y para alquilar una celda con litera, salieron absueltos. Esto no evitó que recibieran la misma recomendación que el resto de la gente liberada. “Si tienen la tentación de quemar su ropa beige, mejor quémense con ustedes, solo eso les garantiza no volver a prisión.
Otro preso pasó 1 año en la cárcel por cada 10 pesos que robó. Lo sentenciaron a ocho años, pudo estar la mitad del tiempo, pero no lo logró porque no se presentó a firmar al reclusorio norte. No podía hacerlo porque estaba preso en el Oriente.
Esa noche debió salir un extranjero que decía estar preso por retraso de pagos en la pensión alimenticia. Una vez cubierta dicha pensión, el juez dictaminó su libertad provisional; el Ministerio Público, según dijeron sus abogados defensores, exigió 30 mil pesos por no apelar, ofreció 15 mil. Ahora cumple su tercer mes en prisión. Todo indica que estará ahí hasta que pierda el condominio que compró en sociedad conyugal en la Colonia Anzures.
Otro hombre fue acusado por su esposa de tocamientos sexuales a una de sus hijas. Ella acostumbraba pintarles el pelo de rubio desde los ocho años, le dijo que él no satisfacía económicamente y que se quería ir a Estados Unidos. En un principio él se negó a perder a sus hijas.
En 2011 la niña fue sometida a exámenes periciales que dictaminaron que no tenía ninguna afectación; en 2014 los repitieron, claramente aleccionada ahora resultó que la niña si había sido ofensivamente tocada. La madre dijo que esto ocurrió mientras planchaba la ropa, luego que cuando salió al mercado y otra vez que todo ocurrió un 12 de diciembre, pero resultó que en esa fecha el marido, ella y sus hijas, estaban en una fiesta fuera de la Ciudad de México.
La tortura no se limita a los presos, sino también a sus familiares. De un joven dijeron que se atravesó y tiró una grabadora en la celda. Los otros internos estaban muy enojados y cobraban 2 mil 500 pesos, en el domicilio de los padres, para no matarlo a escasas meses de que compurgara su condena. A otro, le recogieron un refrigerador en su domicilio, no conformes hicieron que lo mordiera un perro antidroga en su celda. Murió de cirrosis en prisión, la hermana, acusada de cobrar cuotas a solicitantes de vivienda, se mantiene presa casi desde inicios del Siglo.
Cuando Morales y Esteves están en su turno de 24 horas por 48 de descanso, la lista se pasa con voz clara y no hay bombonazos. Cachetadas con la mejilla inflada para evitar que queden huellas detectables al personal de derechos humanos. No todos los custodios torturan. Enterado de la situación del preso oaxaqueño, el subdirector ordenó que se le diera una vigilancia especial y cesara el trabajo degradante. Lo que no pudo hacer fue proporcionarle una litera, no cuenta con el presupuesto, me dijo. Algunas celdas albergan hasta 30 presos. Los indígenas duermen sentados en el excusado, o en los pasillos, si y sólo si cuenta con dinero para que la crujía quede con la puerta abierta.
Tras la experiencia, Ramsés Ancira contactó a funcionarios del más alto nivel en el gobierno federal para pedirles la revisión de muchas confesiones de culpabilidad obtenidas con tortura, incluso dentro del reclusorio. Todos respondieron. No fue el caso de Patricia Mercado, la secretaria de Gobierno del Distrito Federal y en última instancia responsable de lo que ocurre en reclusorios capitalinos. Parece que tiene cosas más importantes que hacer. O tal vez no quiere que se vuelva a tocar el Caso Narvarte. Es más cómoda la versión del narcotráfico que la de asesinos profesionales, de alta escuela y más de 1.85 de altura que cometieron las violaciones sexuales y tortura por asfixia antes de asesinar con silenciador a cinco personas. Ninguno de los detenidos tiene ese perfil.