Por GUILLERMO C. ZETINA
La mayoría de los políticos son mentirosos y embusteros. Como periodistas debemos tratar de entender y descifrar sus falacias. Es el caso del presidente de México. Tiene un talante reeleccionista por más que diga lo contrario. Dos hechos lo desnudan: la infame Ley Bonilla en Baja California y su infortunada declaración de que continuará como presidente “lo que el pueblo quiera”.
Aquí se esconde el meollo del sueño de López Obrador de ser presidente más allá del término de ley: en Baja California su partido y el cuasi gobernador de su partido, Jaime Bonilla, insisten en torcer la ley para que en vez de gobernar 2 años lo haga 5. El presidente ha ofendido la inteligencia de todo un pueblo al decir que no tuvo “nada qué ver” con ese engendro legislativo. Se le llena la boca al decir que es maderista y defiende el Sufragio Efectivo, No Reelección.
Pero la realidad es otra: en este país nada ocurre si no lo autoriza el presidente. Y, sin duda, él autorizó a Bonilla a lanzarse como candidato a gobernador y, después, a atropellar la voluntad de los bajacalifornianos. Este negro capítulo ya tiene un nombre: Regalazo. Eso es lo que quiere el presidente para su cuate milloneta de Mexicali: que no solo gobierne 2 sino 5 años. Todos los juristas serios coinciden en que, si quiere, López Obrador puede actuar por medio de su abogado y derribar ese mamotreto.
Sin embargo, y aquí está el detalle, el tabasqueño no ha descalificado esa intentona falaz de los diputados locales de BC. Ni siquiera se sabe que haya llamado a cuentas a Bonilla. En pocas palabras, ha dejado correr el intento golpista legislativo y fingir demencia. A ver si pega, pues. Si pega, el precedente estará ahí: cualquier Congreso (local o federal) podrá ampliar o reducir el lapso de un gobierno, aunque los electores hayan dispuesto otra cosa en las urnas. ¿Cómo llamar a este despropósito morenista?. Para mí es el desborde de ambiciones personales de un grupo de forajidos (los de Morena) que están como piratas al acecho del tesoro…
Si el presidente hubiese querido, esa intentona ya sería historia. Pero la dejó crecer, al grado que hoy es ley aprobada por el Congreso local y 3 ayuntamientos. Todo, claro, bajo el control de Morena.
Entonces está muy claro que a López Obrador le importa un comino la voluntad de los bajacalifornianos de 2 años. El pretende que su cuatazo del alma debe ser jefazo cinco. Y que se venga encima el mundo, que para eso es presidente con 30 millones de votos. Este rostro autoritario no es nuevo en el macuspano. Tampoco debe asombrar su estilo burdo y arancherado. El presidente quiere un gobernador de cinco años y así debe ser. Porque su cuate Bonilla lo merece, pensará…Sólo recordemos La Ley de Herodes y entenderemos…
El caso de Baja California prende las alarmas de los deseos reeleccionistas de López Obrador. El muy taimado dice que respeta el sufragio efectivo y la no reelección; pero sabemos que para perpetuar su presidencia puede cambiar el término “no reelección” y buscar otro más sencillo como, por ejemplo, “ampliación de mandato”. Ya sabemos cómo se las gasta el inquilino de Palacio en eso de darle vueltas y giros a las cosas para salirse con la suya no diciendo nunca nada…
El otro quid del ánimo reeleccionista del presidente se nota en el lance de la firma de que no buscará perpetuarse como Don Porfirio. En un circazo digno de Houdini u otro ilusionista de respeto, López Obrador se echó el tiro de firmar ante notario su promesa de no reelegirse. Insisto: ese papel no vale nada ante la Constitución, que dicta claramente el término de un periodo presidencial. Lo que hizo el tepetiteco es un rollazo mediático para apaciguar a los nerviosos y desconocedores del tema. Es un artilugio de cuarta, a los que es muy afecto el presidente. En otras palabras, es una tomada de pelo del tamaño del cielo. Ese papel ante notario no lo obliga a NADA. Si quiere, el presidente puede decidir en una consulta a mano alzada, que tanto le gustan, entronizarse en el poder y estar ahí más allá de los seis años, al más puro estilo de los sátrapas latinoamericanos.
El propio López Obrador descubrió la trampa: al firmar el cuentazo ante notario, dijo: ·Voy a durar en la presidencia lo que el pueblo quiera”. Esto es, en pocas palabras, que en el momento que le venga en gana armará una consulta popular patito (que le encantan) y preguntará al pueblo si quiere que siga en la presidencia, como don Porfirio. Como los asistentes a estas consultas son morenistas maiceados, sobra decir el resultado de esa payasada: todos suplicarán al presidente que continúe en el cargo por los siglos de los siglos amén…
López Obrador deja ver también que una consulta a mano alzada puede estar por encima de la Constitución si él lo decide. Reelegirse a doce o decenas de años si él da la instrucción.
Porque lo de Baja California, como bien lo dice Lorenzo Córdova, es “vulnerar” la voluntad de los electores. De hecho, esa voluntad ya ha sido mancillada y atropellada a placer por el partido del presidente. Tema aparte, y no aclarado, es eso del cañonazo de millón de dólares a cada legislador que alzó la manita en favor de violentar la ley y obsequiar a Bonilla tres añitos más en el poder.
Digo lo de presidente mentiroso por algunos hechos de su historia política. Dijo que como presidente iba a encarcelar a corruptos y ya se echó atrás. Dijo que combatiría a la mafia del poder y resulta que en su gobierno ya hay una nueva mafia del poder. Mandó al diablo a las instituciones, y ahora se escuda en ellas. Dijo que no iba a vivir en Palacio Nacional y ya ven: no ocupó Los Pinos, por lujoso; pero ahora vive como jeque árabe en un ostentoso palacio en el Zócalo de la CDMX. Mentira tras mentira, pues…
(Por cierto, el hablantín presidente ha guardado sepulcral silencio ante la acusación de los panistas de Nuevo León, de que la (florero) secretaria de Gobernación y la lideresa de Morena fueron las operadoras de la nefasta Ley Bonilla, con todo lo ilegal y antidemocrática que es). Acción Nacional neolonés no se anduvo por las ramas y dijo que esa ley de Morena en Baja California “fomenta la consolidación de un estado autoritario”.
Y mientras, el país se acerca a un crecimiento cero, o menos, para fin de año, rompiendo records de violencia, inseguridad, desplome de empleos, ingreso e inversiones.
El presidente tabasqueño dice (hay que creerle poco o nada) que no se aferrará a la presidencia. Lo malo es que todos los días hace cosas o da señales de lo contrario. Me recuerda a un paisano, Carlos A. Madrazo, que cuando llegó al gobierno de Tabasco ejercía el poder 20 horas al día…pero gobernaba poco. Era, pues, un gobierno para la foto. El poder por el poder, pues. Igual López Obrador: entre mañaneras y viajes al interior del país se la ha pasado siete meses. Mi pregunta es: ¿a qué hora gobierna?. ¿A qué hora se sienta en el escritorio presidencial y conduce los destinos de México?.
Por más que ese sea su estilo personal de gobernar, para mí es un recurso precisamente para no ejercer debidamente el cargo. Que me disculpe López: Yo no creo ni en sus intenciones ni en sus cifras. Yo sí, como la mayoría del pueblo mexicano, tengo otros datos: los de la realidad del día a día.
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