FRANCISCO RODRÍGUEZ
El tratadista Giuseppe de Vergottini, profesor emérito de Derecho Constitucional en la Universidad de Bolonia, uno de los más reputados constitucionalistas del mundo, sepultó a la partidocracia. Alentó la inclusión en los textos fundamentales de las figuras modernas de iniciativa y participación ciudadana.
En efecto, el mayor teórico lombardo del constitucionalismo identificó a la iniciativa de acción popular, el plebiscito, el referéndum legislativo, la revocación del mandato y las candidaturas independientes, como el instrumento adecuado para hacer el contrapeso a la partidocracia rampante. Una bofetada a los conservadores de la ley.
Y es que, apunta, la corrupción de la vida pública, la falsa orientación educativa de los ciudadanos, la reglamentación innecesaria de la vida civil, la exaltación de diversos patrioterismos y el abuso de los gobiernos, han sido posibles debido a la influencia de los partidos, potenciada después de la Segunda Guerra Mundial.
Efectivamente, argumenta, las condiciones inequitativas de competencia, la oficialización de las preferencias partidarias, los monopolios de la información política estatal, las actitudes excluyentes y discriminatorias, la intolerancia política han sido ostentosamente manipuladas por algunos partidos políticos en la búsqueda del poder omnímodo.
La desproporción en los montos de financiamiento para los partidos oficiales sobre los de oposición, aún sin haberlo ganado electoralmente, el otorgarles acceso preferente a los medios masivos de comunicación y la información adelantada de decisiones políticas cruciales de los altos mandos, han sido definitivos para imponerse sobre los demás. En México, por eso produjimos en el pasado bodrios presidenciales.
La partidocracia europea, opina Vergottini, ha liderado desde el punto de vista ideológico la distorsión de los partidos políticos en los fenómenos de corrupción de las naciones, con efectos muy negativos sobre el cuerpo social.
Por eso, el objetivo moderno debe ser el de adoptar instrumentos jurídicos, políticos, financieros y económicos que atenúen el peso de los partidos en la vida institucional. Responsabilizarlos con las mismas obligaciones que tienen los ciudadanos. Las figuras de iniciativa y participación popular son los mejores antídotos.
El reclamo occidental en la ciencia política y en las legislaciones electorales es aminorar la concentración del poder en los partidos mayoritarios o en sus coaliciones para procurar que se fortalezca el sistema representativo. La democracia participativa hizo su aparición ante estas necesidades.
Las sucesivas reformas electorales, parches inconsultos
En México, desde 1977, los partidos políticos han sido considerados como “entidades de interés público “, pero resulta que en realidad son verdaderas formaciones paraestatales a fondo perdido en donde el único que pierde es el presupuesto nacional. De ahí en fuera, han ganado todos.
El partido oligárquico, PRI o PAN, una vez triunfante en las elecciones, se sometía solicito a los designios de una oligarquía todavía más estructurada, más vertical, la de verdad. En México todo mundo se sometía a ella. Desde el Primer Mandatario hasta el último aspirante a síndico de ayuntamiento. Además, todos daban su reino a cambio de unos minutos en la pantalla chica de las grandes corporaciones televisivas.
Como en México nunca se quiso llegar a un auténtico pacto de transición democrática, se pensó que las sucesivas reformas electorales, parches inconsultos, serían suficientes para permitir que siguiera gobernando la mafiocracia, que retrasó todas las posibles negociaciones.
Todo consistía en repartir el pastel, por encima de la voluntad ciudadana. Presidencia y gubernaturas, entre los partidos grandes, regidos por cúpulas que comparten el mismo origen, similares plataformas ideológicas y una nómina cíclicamente intercambiable de candidatos y a veces hasta de militantes, votantes y simpatizantes.
Nadie ha sido castigado por traficar influencias con la política
La fuente del financiamiento fue nuestro bolsillo, una cantidad espeluznante de fondos públicos presupuestales que sostenían burocracias partidarias parasitarias y demandantes, con acceso a todos los beneficios y concesiones del Estado. Ninguna responsabilidad recíproca de consecuencias.
Los triunfos logrados de este modo no producen gobernabilidad, mucho menos producen legitimidad ni credibilidad. Contaban con el apoyo monetario de las corporaciones estatales, así como de las arcas gubernamentales de entidades y ayuntamientos donde eran mayoritarios. Sin recato ni rendición de cuentas, sin auditoría ni revisión formal. Nadie ha sido castigado por traficar influencias con la política.
La propaganda política ha dejado de ser contacto popular para trasladar esas exquisiteces a los canales radioeléctricos de televisión y radio que reproducen en horarios estelares ridículos spots que le ahorran a la burocracia partidista el trabajo de desgañitarse en público o de dialogar con la población.
Hoy, las formaciones de oposición son sólo testimoniales
Ése fue el sistema. Vergottini lo vivió y lo imprimió. Sacó en conclusión que las figuras de iniciativa y de participación popular iban a enriquecer la democracia y funcionar como los vehículos efectivos para demostrar palpablemente el apoyo de la población a los planteamientos ideológicos, políticos y materiales de los partidos buitre.
El Movimiento de Regeneración Nacional, Morena, arrasó el pasado primero de julio. Asaltó en despoblado, porque los partidos de enfrente habían llegado a hastiar a la población. Hoy, las formaciones de oposición son sólo testimoniales. No funcionan ni como canales de expresión, ni como contrapeso, a menos que se llame así a las rabietas pueriles de abandonar las cámaras en plena votación sobre los intereses nacionales.
La militancia panpriísta dejó de existir. No brilla por su ausencia, porque ni eso se puede decir, ya casi en ningún estado del país. El panorama político es territorio Morena. Es la fuerza descomunal que vino a sustituir a la apatía, la abulia y el entreguismo económico de las oligarquías partidistas. La que hace posible el cambio de gobierno, de régimen y hasta de modito de andar.
Debemos ser cautos para no revivir dinosaurios del pleistoceno
En la consulta popular, el referéndum, el plebiscito, la revocación del mandato y la iniciativa de acción popular es donde Morena puede tener un contrapeso. Pero éste deberá formalizarse en estructuras de partidos políticos a que nos tiene acostumbrados nuestro sistema constitucional. Nos guste o no.
Sin embargo, debemos ser cautos en revivir dinosaurios de esa especie del pleistoceno. Ya no podemos alentar ficciones ni visiones que den al traste con lo que verdaderamente exige la población mayoritaria de un país devastado por los crímenes complicitados, los negocios del narcotráfico y la corrupción desenfrenada.
Las corrientes ideológicas prevalecientes entre la población, aunque minoritarias, deben ser encauzadas. Es también un requisito indispensable de la paz pública y de la seguridad nacional. Pero los partidos deben fundamentarse en militancias reales, en la transparencia democrática y en la honestidad republicana.
El INE, una corporación de intereses y de subterfugios
Es un enorme desafío que tendrá que resolverse desde una visión estructural de la Nación. No con las formulitas de padrón que utiliza un sistema mañoso y viejo como el que representa el actual INE, una corporación de intereses y de subterfugios. México ya no está para esas gaitas.
Tienen que aceptar también someterse a los resultados de la democracia participativa, no sólo a la formal y representativa. Tienen que aceptar que murieron los tiempos del embute y de la complacencia. Tienen que resignarse a ser auténticos, en toda la extensión de la palabra.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Delfina Gómez y Ricardo Monreal, senadores de Morena, presentaron a finales del último septiembre una iniciativa en el Senado de la República en la que se propone una modificación constitucional para reducir a la mitad el presupuesto que se destine a partir del 2019 a los partidos políticos. A finales de diciembre, por su parte, Andrés Manuel López Obrador pidió a los partidos políticos renunciar, de manera voluntaria, a la mitad de las prerrogativas que recibirán en 2019, “para que la austeridad sea completa”. Nada de eso ha prosperado. Según el Reporte Electoral 2018 de Integralia, Morena recibió 414.9 millones de pesos en 2018 y, de acuerdo con su cálculo, para 2019 obtendrá 1,557.2 millones de pesos, es decir, 3.7 veces más. El PRI obtuvo el año pasado 1,094.9 millones que caerán a 800 en 2019; mientras el PRD tuvo 496.2 millones en 2018 y para 2019 recibirá 392.9 millones.
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