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- Le faltan 43 senadores a México / Una veintena de días para el adiós / El gran regalo con sabor de derrota / De Yunes y el resto, todo se puede esperar / El rol de Monreal y Noroña…y de Norma Piña en la calle / El ocaso de la democracia lo advirtió a tiempo.
Los senadores de la República que no representan a ciudadanos, sino estados, están convocados este domingo a las 13:00 horas, dictamen de la reforma constitucional hecho público, para intentar entregar un regalo especial a su líder, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
El inquilino de Palacio Nacional que empezó la mudanza de las cosas queridas de su propiedad a su quinta La chingada, podría irse no con ese gran regalo prometido por su empleado Mario Delgado, quien lo llamó «Gigante de la historia», que es la vengativa Reforma Judicial, sino con un sabor a cobre en la boca: el del fracaso político.
Las vallas de sentida despedida de la masa al líder, de Plaza de la Constitución sin número a la salida aérea o terrestre de la Ciudad de México hacia Palenque, Chiapas, como prometió, servirán sin duda para endulzar el trago amargo de la abortada reforma constitucional, si uno o más de los 43 senadores disidentes, en su rol más importante como opositores de veras, no falta a la sesión, o vota a favor. Las tentaciones son enormes y la voluntad de algunos de ellos, muy débil.
Es probable que las especulaciones sobre el senador Miguel Ángel Yunes Márquez —su papá, del mismo nombre y apellidos Yunes Linares, es su suplente—, de votar a favor la propuesta presidencial o ausentarse para no hacerlo, lo que daría el triunfo a MORENA, haya sido planteada por él mismo, para ponerle valor metálico al voto, calculando incluso los efectos nocivos de ir a favor de la Cuatroté. Aunque ya anunció que se apersonará en el senado y votará en contra, de los Yunes se puede esperar cualquier cosa, como de otros distinguidos militantes de PAN, PRI y MC.
En 2012, el gobierno del PRI intentó ayudar derrocar a Yunes Linares de la gubernatura de Veracruz antes de protestar el cargo, a través de Gobernación, pero no pudo. La intención era sentar en su lugar al morenista Cuitláhuac García, pero Yunes advirtió que daría conocer una noticia que estremecería a México, vinculada, se sospechó, al presidente Enrique Peña. Pero a partir de 2018, cuando dejó el cargo, empezó a ser perseguido por señalamientos de actos federales y estatales de corrupción, incluso de compra de bienes raíces en Estados Unidos de Norteamérica, todos creíbles. Luego Yunes denunció al gobernador García y se suavizaron los golpeteos.
El viernes salió a la calle la presidenta de la Corte, Norma Piña, en oposición a lo que considera una reforma dañina para México. Si los titulares de los otros dos poderes realizan actos de proselitismo político, nada malo tiene que lo haga la del poder Judicial hoy bajo asedio. Las imágenes de su activismo callejero, como uno más de los empleados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, obtuvieron grandes espacios en medios impresos y electrónicos, nacionales y extranjeros.
La sobreexpuesta imagen presidencial no lo fue tanto estos días, ganando en la contabilidad comunicacional la ministra duramente criticada por no levantarse el 5 de febrero de hace dos años, día de la Constitución, durante la presentación del presidente de la República, lo que no se perdona en un sistema monárquico.
La aprobación o no de la Reforma Judicial tendrá, además, dos actores protagónicos secundarios: el diputado Ricardo Monreal y el senador Gerardo Fernández Noroña. El primero, porque no ha superado con López Obrador el espíritu confrontativo desde que le fue negada la candidatura a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. No habría político más feliz por no aprobarse la Reforma Judicial, que Monreal.
En tanto, Noroña no podría entregarle el gran regalo prometido a su líder, «el compañero presidente», porque no reúne los tamaños políticos que son necesarios más allá de la lambisconería, para obtener el triunfo político, en la inteligencia de que ambos, por sí solos, no han ganado absolutamente nada importante.
La aprobación de la Reforma Judicial podría beneficiarlos, pero el vestido de luces cuelga en un armario de Palacio Nacional, para la despedida. De no aprobarse el cambio constitucional, la jueza de Distrito, Martha Eugenia Magaña, con sede en Morelos, prohibió continuar con el proceso legislativo, el reemplazo presidencial tendría un sabor a derrota política.
En El ocaso de la democracia —el mejor libro del año, según The Financial Times— la periodista y escribiente Anne Applebaum se refiere a un país, Polonia —que podría ser México—, que padece las prácticas antidemocráticas de un partido, Ley y Justicia —que podría ser MORENA—, que en el corto tiempo demolió democracia e instituciones mediante la fuerza de un liderazgo totalitario [p.51] : «El autoritarismo es algo que atrae simplemente a las personas que no toleran la complejidad: no hay nada intrínseco “de izquierdas” o “de derechas” en ese instinto. Es meramente antipluralista; recela de las personas con ideas distintas, y es alérgico a los debates acalorados […] Es una actitud mental, no un conjunto de ideas».