Juan Luis Parra
La noche fue larga. No por insomnio. Por saqueo legislativo. Mientras tú dormías, los diputados y senadores trabajaban a todo vapor. Pero no para mejorar tu salud, tu bolsillo o tu libertad. No. Lo que hicieron fue concentrar poder, criminalizar con alegría, subir precios y desarmarte frente al SAT.
Todo en una sola sesión.
Primero lo fiscal. Se aprobó una reforma para “agilizar juicios”. Suena bien. Pero en el fondo es una trampa legal. La idea es limitar los tiempos, reducir defensas, digitalizar el proceso y, por si fuera poco, darle ventaja procesal al fisco si no entrega expedientes. ¿Qué puede salir mal?
¿Justicia rápida? No. Es justicia en fast track para el SAT. Como si el ciudadano fuera el enemigo. ¿Y si el SAT comete errores? Mala suerte. El contribuyente ahora tiene menos tiempo, menos herramientas, menos chance. Pero más miedo. Porque el mensaje es claro: prepárate para pelear desarmado.
Luego vino la gran reforma de salud. La joya del control estatal. Empezaron con los vapeadores, porque siempre es más fácil simular moral que enfrentar realidades. Los prohibieron todos. No solo el uso. Toda la cadena: venta, transporte, publicidad. Hasta ocho años de cárcel.
Un amigo que lleva años vapeando me contaba hace unos días que ya no se consiguen como antes. Que ahora se venden por WhatsApp, con dealers, como si fueran droga dura. Los entregan con stickers del “distribuidor” o la “organización”, como si fueran cristal o cocaína. Esto no es chiste. Es mercado negro, puro y duro. ¿Y el tamaño del negocio? Entre 20 mil y 26 mil millones de pesos anuales. Todo entregado, con moño, al crimen organizado. ¿Quién lo creó? López Obrador. El presidente que prohibió los vapers en 2022… porque su hijo los fumaba. Sí, así de absurdo. El viejo quiso erradicar el vapeo para salvar a su hijo, y terminó creándole un mercado ilegal. Irónico: en mayo, captaron al mismo hijo fumando un vaper en un palco VIP.
El hijo sigue fumando. El país sigue vapeando. Pero ahora en la clandestinidad, sin regulación, sin impuestos… y con el narco feliz.
¿Dicen que no se perseguirá a consumidores? ¿Y cuándo ha sido ese el problema en este país? Le dieron a COFEPRIS poder de decomiso, vigilancia y uso de fuerza pública. No para regular. Para castigar.
Es una política de salud con enfoque carcelario.
A los votantes de Morena les prometieron que legalizarían la marihuana y terminan prohibiendo el cigarro electrónico.
¿Y mientras criminalizan vapores, qué hacen con el sistema de salud real? Lo recentralizan. Todo lo que AMLO rompió cuando destruyó las compras consolidadas… ahora lo intentan corregir, metiendo más burocracia. Todo pasará por la Secretaría de Salud. Todo debe alinearse al Plan Maestro Nacional. Y nada podrá moverse sin aprobación central.
Eso sí, sin un solo peso extra. Porque la austeridad es necesaria para recuperarse económicamente del sexenio de Obrador, aunque el sistema se caiga a pedazos. Digitalización, interoperabilidad, infraestructura, compras, coordinación interinstitucional… todo se hará “con cargo a los presupuestos existentes”. O sea, es un “a ver de dónde sale la lana”.
Y el Fondo de Salud para el Bienestar, que tenía reglas fijas para su uso, ahora queda en manos del Comité Técnico. Traducción: discrecionalidad total. Antes se repartía por porcentajes. Ahora, por voluntad. ¿Rendición de cuentas? Luego vemos.
¿Y el acceso universal? Lo prometen, claro. Todos podrán atenderse en cualquier institución pública. Pero ¿quién paga la cuenta? La afiliación original. ¿Y cómo? Con convenios burocráticos que históricamente se traban. Otra promesa que suena bien… hasta que llegas a la fila del hospital.
¿Pensabas que ahí acababa la noche? No. Faltaba el golpe a tu bolsillo: aranceles nuevos. Suben o crean impuestos para más de mil productos importados. Desde ropa y electrodomésticos hasta juguetes, maquillaje y autopartes. Todo será más caro. Todo.
La excusa es la “política industrial”. Pero más del 75% de lo afectado viene de países clave para nuestras cadenas de producción.
Esto no es soberanía. Es autoflagelación. Y el costo lo vas a pagar tú, cuando compres ropa, juguetes o un electrodoméstico.
Esta no fue una sesión legislativa. Fue una demostración de fuerza.
Más Estado, menos ciudadano. Más castigo, menos defensa. Más discurso, cero resultados.





