Ahora que, desde diversas tribunas, Diego Fernández de Cevallos vocifera en contra del próximo gobierno, vale recordar una anécdota de hace ya casi 54 años.
Corría el mes de agosto de 1964. En la vieja Cámara de Diputados, ubicada en la confluencia de las calles de Donceles y Allende del Centro Histórico de lo que hoy es la Ciudad de México, se llevaba a cabo el Colegio Electoral en el que los presuntos “padres conscriptos” a la XLVI Legislatura calificaban su propia elección.
En la destartalada galería del recinto, donde el piso estaba prácticamente desecho por lo que se impedía el acceso del público, se había colado un joven barbón que, gritando improperios, interrumpía a conveniencia las labores de calificación electoral.
El regiomontano Luis M. Farías se perfilaba ya como presidente de la Gran Comisión y, por ende, ya ostentaba el mando –coordinación, si usted gusta– de los 176 priístas que integrarían su bancada.
Hartos, quienes subían a la tribuna y los que escuchaban se acercaron a Farías para pedirle que mandara a desalojar al impertinente. “No puedo”, respondía quien más adelante volvería a ser “pastor” de diputados en la LI Legislatura. El Reglamento Interior, argumentaba, prevé que pueda haber público en las galerías.
Pero, finalmente, el barbón colmó la paciencia de Farías. Y llamó por teléfono al priísta más cercano. Fue Enrique Fernández Martínez, quien era secretario general del PRI-DF, quien recibió la llamada y tomó cartas en el asunto. Envió a otro priísta, Ricardo Regalado, a poner en orden al barbón.
Y en efecto. Sorteando agujeros en el piso, Regalado se acercó al petimetre barbado. Le pidió “por las buenas” que dejara de gritar e interrumpir los trabajos… Y como no hizo caso, ¡sopas!, que le suelta tremendo mandarriazo en plena cara.
La imagen fue captada por un fotógrafo de la casa Excélsior y, al día siguiente, apareció en primera plana del diario matutino.
Sólo faltó que el encabezado rezara: “¡Tómala barbón!”
Y, obvio, Fernández de Cevallos ya no regresó a las galerías de Donceles. Los trabajos del Colegio Electoral continuaron en santa paz.
Prensa de Los Pinos, ¿más actos corruptos?
Llegan más datos sobre presuntos actos corruptos en la Dirección General de Comunicación Social de la Presidencia de la República.
Un colega escribe: “Las denuncias por exigencia de comisión van desde el diezmo tradicional hasta un 50 %. Dependiendo del sapo es la pedrada. Esto lo presionan directamente Andrés Chao, subsecretario de Normatividad, y Eduardo Sánchez de manera directa. En algunas secretarías con algún margen de proponer medios para otorgarles publicidad les piden el 20%, como es el caso de Salud, PGR o IMSS.”
Otro apunta: “Y piden 5 millones de pesos por una dirección general de Comunicación Social en secretarías con altos presupuestos”, lo que recuerda aquellas épocas en las que una delegación de la PGR o una aduana de la SHCP eran “vendidas” en millones de dólares, pues al fin y al cabo en unos meses los compradores “se reponían”.
Y uno más pregunta al balconeador: “¿Recuerdas los recientes escándalos de los sistemas estatales de radio y televisión de Quintana Roo y de Hidalgo? Eran negocios de David López –el anterior vocero presidencial–, quien pedía facturas por millones de pesos por trabajos que no se hacían”.
Son desvíos multimillonarios. En el Sistema Quintanarroense de Comunicación Social (SQCS), 806 millones de pesos. En Radio y Televisión de Hidalgo (RTVH), 601 millones.
Y si le rascan, tal podría haber sucedido en otros de los sistemas estatales de gobiernos priístas.
¡Ah!, pero luego dicen que los periodistas son corruptos, cuando la putrefacción verdaderamente está en las oficinas oficiales de ¿comunicación?