La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Si el ganso fuera negociador no se cansaría tanto
De gira por Veracruz, el presidente López Obrador fue enfático y afirmó: llueve, truene o relampaguee las clases presenciales van a iniciar a finales de agosto”.
Para justificar su propuesta, el tabasqueño agregó que México y Bangladesh, son los países que más tiempo han tenido cerradas las escuelas.
La lógica de acelerar el retorno a las aulas, no se mueve en el campo de la salud pública, sino, en el de la economía, la movilización de millones de alumnos, padres de familia y trabajadores de la educación implica, por fuerza, una reactivación generalizada.
En este sentido, el sector servicios del país clama porque esta decisión se mantenga, implicaría una inyección de recursos al consumo que, significaría a los comercios sobrevivientes, una bocanada de aire puro.
No obstante, la resistencia a esta iniciativa se da en un importante sector de los padres de familia y de los chambeadores de las escuelas, argumentan, con toda razón, que la tercera ola de la pandemia dispararía los contagios con los colegios funcionando.
El dilema no es sencillo de resolver, los dos temas son preponderantes: evitar más enfermos y reavivar el gasto, encrucijada que se agrava ante la falta de trabajo político: el señor presidente desdeña dialogar con los gobernadores de oposición y con los ‘aspiracionales’.
Como cereza del pastel, destacada el merolico Hugo López-Gatell, nadie en su sano juicio cree en sus proyecciones y remata su incompetencia, embodegando 20 millones de dosis de vacuna anti-COVID.
Así pues, las contradicciones propias de un fenómeno inusitado se complican por la necedad humana y contra esto, parece no existir remedio.