Luis Farías Mackey
Nuestro pecado fue aceptar, así fuese como ocurrencia delirante, la 4T, porque con ello sacrificamos nuestra libertad inherente e intransferible a un desarrollo histórico exógeno e indefectible, frente a cuyo azar anónimo e inapelable quedaba anulada toda la imprevisibilidad humana que, así sea por simple locura, puede trastocar cualquier determinismo histórico. No en balde la Biblia empieza con la desobediencia humana a la paz impertérrita del paraíso.
Al hacerlo, al plegarnos a un orden histórico ajeno a la acción humana, abdicamos de cara a un supuesto proceso con inteligencia y voluntad propias y superiores.
Creer en la historia como río irresistible y sabio es negar nuestra capacidad de hacernos cargo de nuestro destino en libertad, es ceder el papel de lo político a lo histórico, el significado del sentido libremente acordado a la imposición de la causalidad cronológica, lo creativo de la negación y la avidez de lo desconocido a la domesticación del paso del tiempo, el espacio público y compartido y su pluralidad congénita a la arbitrariedad impersonal del acontecer.
No, no hay Cuarta Transformación, como no hubo tres previas, México no es producto de saltos cuánticos, acomodos futuros del pasado, ni de personajes épicos de opereta; es la humilde y silente ilación de esfuerzos individuales compartidos, donde no hay ningún eslabón ciudadano que no tenga valor y mérito, ni tampoco superioridad moral, histórica o política alguna.