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Repasemos la anatema que Abad Queipo, a nombre de la curia católica, lanzó en contra de los insurgentes / B de B

Redacción Por Redacción
27 septiembre, 2025
en Rodolfo Villarreal Ríos
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Rodolfo Villarreal Ríos

 

Entendemos el motivo por el cual un tema como el tratado la semana anterior resulta de interés limitado en estos tiempos, excepto para usted lector amable y único. En cumplimiento al compromiso que la semana anterior establecimos, en esta colaboración, concluiremos con el repaso de la condena que el obispo electo de Valladolid, Manuel Abad Queipo lanzó en contra de Hidalgo, Allende, Aldama y Abasolo quienes osaban plantear la independencia de Nueva España. Abad, sin embargo, encontró la oposición entre uno de sus colegas de la curia. Retomemos la pieza emitida el 24 de septiembre de 1810 y publicada el 28 del mismo mes y año en La Gazeta Extraordinaria del Gobierno de México

Erigido en gran defensor del estatus quo, embargado de ‘yoyismo’, el asturiano indicó: “Sí, mis caros y muy amados fieles: yo tengo derechos incontestables a vuestro respeto, a vuestra sumisión y obediencia en la materia”. En otras palabras, nada de cuestionar lo que yo diga o haga. Y, para que no quedara duda, dejaba claro que “yo soy europeo de origen; pero soy americano de adopción por voluntad, y de domicilio de más de 31 años.

No hay entre vosotros uno sólo que tome más interés en vuestra verdadera felicidad”. Pues por supuesto, no podría haber alguien con mayor preocupación si sus fieles eran criollos, mestizos o indígenas y él era europeo. Pero no era cosa de dejarse llevar por la arrogancia y el obispo reculó para escribir: “Quizá no habrá otro que se afecte tan dolorosa y profundamente, como yo, en vuestras desgracias, porqué acaso no habrá habido otro que como yo se haya ocupado y ocupe tanto de ellas. Ninguno ha trabajado tanto como yo en promover el bien público, en mantener la paz y concordia entre todos los habitantes de la América, y en prevenir la anarquía que tanto he temido desde mi regreso de Europa. Es notorio mi carácter y mi [c]elo. Sí, pues, me debéis creer”. El premio al “Yo Yo mayor” va para Abad convertido en el santo guardián de las buenas costumbres y el orden. Pero, requería mostrar músculo y procedió.

“En este concepto, y usando la autoridad que e[j]erzo como obispo electo y gobernador de esta mitra: declaro que el referido D. Miguel Hidalgo cura de Dolores y sus se[c]uaces los tres citados capitanes [Allende, Aldama y Abasolo], son perturbadores del orden público, seductores del pueblo, sacrílegos, perjuros, y que han incurrido en la excomunión mayor del Canon: Siquis suadente Diabolo [Si alguno es persuadido por el diablo], por haber atentado la persona y libertad del sacristán de Dolores, el cura de Chamacuero, y de varios religiosos del convento del Carmen de Celaya, aprisionándolos y manteniéndolos arrestados”. Esos eran los cargos. Ahora sí, cual juez de la Tremenda Corte, venga la sentencia.

Auto investido como la voz de la curia católica mexicana, Abad Queipo clamaba: “Los declaro excomulgados vitandos, prohibiendo, como prohíbo, el que ninguno les dé, socorro, auxilio y favor, ba[j]o la pena de excomunión mayor, ipso facto incurrenda [incurrir por defecto], sirviendo de monición este edicto, en que desde ahora para entonces declaro incursos a los contraventores”. Pero no se detuvo ahí y pleno de piedad cristiana, faltaba más, era necesario extender la longitud del látigo de castigo hasta alcanzar a cuanto infiel anduviera por ahí y no estuviera dispuesto a escuchar la voz del clérigo.

Dado lo anterior, indicaba “…exhorto y requiero a la porción del pueblo que trae seducido, con títulos de soldados y compañeros de armas, que se restituyan a sus hogares y los desamparen dentro del tercer día siguiente inmediato al que tuvieren noticia de este edicto, ba[j]o la misma pena de excomunión mayor en que desde ahora para entonces los declaro incursos y a todos los que voluntariamente se alistaren en sus banderas, o de cualquier modo le dieren favor o auxilio”. Pues solamente que les leyeran el castigo flamígero que les imponían, recordemos lo que mencionamos en el escrito anterior, el 98 por ciento de la población era analfabeta gracias a los métodos de enseñanza implantados por la clerecía.

Para remachar, apuntaba: “Item: declaro que el dicho cura Hidalgo y sus secuaces son unos seductores del pueblo, y calumniadores de los europeos. Sí, mis amados fieles, es una calumnia notoria. Los europeos no tienen, ni pueden tener otros intereses que los mismos que tenéis vosotros los naturales del país, es a saber, auxiliar la madre patria en [c]uanto se pueda, defender estos dominios de toda invasión extran[j]era para el soberano que hemos escogido o cualquier otro de su dinastía, ba[j]o el gobierno que le representa, según y en la forma que resuelva la nación representada en las cortes que, como se sabe, se están celebrando en Cádiz o Isla de León, con los representantes interinos de las Américas mientras llegan los propietarios”. Pero como era posible que los nativos de la Nueva España no fueran capaces de percatarse que durante tres siglos los europeos no tuvieron otra misión sino ayudarlos a lograr la felicidad. ¿Acaso no habían percibido las bondades emanadas de esa sacrosanta pócima elaborada con la cruz, el látigo y la espada? Ignorantes, bola de malagradecidos.

Pero para que las misericordias continuaran derramándose sobre los habitantes de estas tierras, y fueran capaces de percatarse de ello, era necesario atender el mensaje de Abad quien clamaba que: “Esta es la egida ba[j]o la cual nos debemos acoger; este es el centro de unidad de todos los habitantes de este re[i]no, colocado en manos de nuestro digno [j]efe el Exmo. [Excelentísimo] Sr. Virrey actual [Francisco Xavier Venegas de Saavedra y Rodríguez de Arenzana], que lleno de conocimientos militares y políticos, de energía y justificación, hará de nuestros recursos y voluntades el uso más conveniente para la conservación de la tranquilidad del orden público y para la defensa exterior de todo el re[i]no”. Con tan excelso sujeto casi nada faltaba. En consecuencia, Manuelito con la pluma plena de tinta, continuó.

Señaló que “unidas todas las clases del estado de buena fe, en paz y concordia ba[j]o un [j]efe semejante, son grandes los recursos de la Nueva España, y todo lo podremos conseguir. Pero desunidos, roto el freno de las leyes, del orden público, introducida la anarquía como pretende el cura de Dolores, se destruirá este hermoso país”. Ah que don Miguel tan malvado, no se percataba que estaba, a punto de desaparecer el Shangri-La que eran las tierras novohispanas.

A eso, irremediablemente, conduciría “el robo, el pillaje, incendio, el asesinato las venganzas incendiaran las ha[c]iendas, las ciudades, villas y lugares, exterminaran los habitantes y quedará un desierto para el primer invasor que se presente en nuestras costas. Si, mis caros y amados fieles; tales son los efectos inevitables y necesarios de la anarquía”. Ante ello, Abad les ofrecía la receta para evitar que tal manto de maldad cubriera la Nueva España.

Les aconsejaba “detestadla con todo vuestro corazón; armaos con la fe católica, contra las sediciones diabólicas que os conturban; fortificad vuestro corazón con la caridad evangélica, que todo lo soporta y lo vence. Nuestro Señor Jesucristo que nos redimió con su sangre, se apiade de nosotros y nos proteja de tanta turbación, como humildemente se lo suplico”. Abad olvidó un detalle, a quien invocaba lo crucificaron por andar soliviantando al pueblo.

Para concluir, el asturiano dejaba de lado que su feligresía estaba compuesta por una población mayormente analfabeta, pero eso lo obviaba y clamaba: “Y para que llegue la noticia a todos y ninguno alegue ignorancia, he mandado que este edicto se publique en esta santa iglesia catedral y se fi[j]e en sus puertas, según estilo, y que lo mismo se e[j]ecute en todas las parroquias del obispado, dirigiéndose al efecto los e[j]emplares correspondientes”. Seguramente contaba con un ejército de lectores para que les hicieran saber a los feligreses lo que estaba impreso en aquellos papeles. Pero él ya había cumplido.

Muestra de lo anterior es que recibió una respuesta proveniente de las oficinas del virrey, la cual se leía: “S.E. [Su Excelencia] ha recibido con la mayor complacencia esta resolución, tan propia de la sabiduría y [c]elo de tan digno y benemérito prelado, y se ha servido responderle con las expresiones correspondientes a una demostración tan brillante del [c]elo, virtud, fidelidad y patriotismo que le caracterizan”. Cuando el obispo vallisoletano caminaba entre nubes, de dónde menos le esperaba llegó un batacazo cuestionado su resolución.

No obstante, la contundencia de la sentencia nunca falta alguien quien, corto de entendederas, no fuera capaz de entender el mensaje de Abad y salió a rebatirlo. El 16 de octubre de 1810, el gobernador de la Mitra de Michoacán, Mariano Escandón y Llera, anuló los efectos del edicto emitido por Abad y Queipo. Escandón publicó un decreto estableciendo que tras haber “previamente consultado a Dres.[doctores] teólogos y juristas, y reflexionando la ansiedad de ánimo que atribula a los fieles en las críticas circunstancias del día, por verse precisados a concurrir con los sujetos excomulgados vitandos y demás que hayan concurrido en la censura fulminada por el Ilmo. Señor Obispo,… declara, absueltos, así a dichos nominatin excomulgados, como a cualquiera otra persona que hubiese incurrido en la censura por haber cooperado en manera alguna al movimiento que dio causa a ella; y como si siguiera en su vigor y fuerza la censura fulminada, se daría ocasión a su desprecio y además redundaría en gravísimo perjuicio espiritual y temporal de los fieles…”. Escandón, sin embargo, andaba atrasado de noticias. Entonces no existía ni X, ni WhatsApp, ni Instagram, ni Facebook y los sucesos se movían entre ritmo de vals y carrera de tortuga.

Desconocía que desde cinco días atrás, como buen preservador del negocio que representaba el maridaje entre la Iglesia Católica y el rey de España desarrollado bajo las directrices del Patronato Real de Indias, el arzobispo de México, Francisco Javier De Lizana y Beaumont, emitió un edicto en el cual mencionaba tener noticias de que varias personas “por ignorancia o por malicia” daban como no valida la excomunión proclamada por Abad Queipo. A quienes así lo creían, les indicaba que “dicha declaración está hecha por superior legítimo con entero arreglo a derecho, y que los fieles cristianos están obligados en conciencia, pena de pecado mortal y de quedar ex comulgados, a la observancia de lo que la misma declaración previene, la cual hacemos también…Asimismo, … mandamos por el presente Edicto, pena de excomunión mayor ipsofacto incurrenda, que no se dispute sobre la mencionada declaración de excomunión… previniendo que sirve este Edicto de monición, y que a más de proceder contra los contraventores, daremos cuenta donde corresponda…”.

Escandón quedó exhibido y tuvo que esconderse por un rato para pensar cómo iba a recomponer su discordancia ante la perspectiva de un superior. Estaba cierto que, de no hacerlo apropiadamente, aquello le saldría muy caro. En la trasnacional más antigua, las jerarquías se respetan de manera rigurosa.

Tras de pasar un par de meses dedicado a la reflexión, Escandón emitió un justificante del porqué de su decisión original sobre la excomunión declarada por Abad Queipo, al tiempo que rectificaba su postura. El 29 de diciembre de 1810, publicó un escrito en el cual indicaba que el temor prevaleciente ante la entrada de los insurgentes a Guanajuato y la partida del obispo, el intendente y “los vecinos más principales,” generó desconcierto y temor entre todos. Ante ello, la “conmoción aparecía en la gente baja…por creer ésta que la tal excomunión, siendo fulminada por un europeo, y que aún no estaba consagrado, era ineficaz, con lo que había ya cierto desprecio de la censura.

Temiendo que éste creciera con el hecho escandaloso para el público, de que se levantara la excomunión por la fuerza, y temiéndose por otra parte que si no se levantaba hubiera derramándose mucha sangre y originado otros gravísimos males entre el pueblo, dividido ya en partidos, casos en que asienta el Ilmo. Ligorio con otros que cita, puede levantarse la excomunión, aun permaneciendo los delincuentes en su contumacia, juzgué, a consulta de teólogos y juristas… que en dichas circunstancias era conveniente y aún necesario fijar rotulones, levantando la excomunión…”. Si nos creemos esta aseveración significa que la metida de pata fue consciente y era necesaria para salvar vidas. Bueno, crédulos nunca han faltado durante todos los tiempos.

Escandón argüía que en, ese momento, diciembre 1810, “por la providencia misericordiosa de Dios, vemos apoyada la autoridad de la Iglesia por las armas del Rey, y que habiéndose ahuyentado tres o cuatro hombres temerarios que conmovían la plebe, y hubieran comprometido absolutamente esta ciudad, está este pueblo en estado de poder formar juicio de las cosas y oír las voces de los que deben dirigirlo, puedo ya manifestar, como encargado del gobierno espiritual, que la censura impuesta al Cura don Miguel Hidalgo por el Ilmo. Sr. Dr. don Manuel de Abad Queipo, así contra él como contra todos los que lo siguen, y si necesario es, por calificarse de legítimamente suspendida, yo, en uso de la autoridad que en mí reside, los declaro incursos en ella, como igualmente lo han declarado todos los Ilmos Sres. Diocesanos de este Reino…”. Ahora sí, Escandón bendecía que Hidalgo y quienes los seguían portaran el sambenito de sacrílegos por andar en busca de crear una nación independiente. Así hasta que fueron detenidos en Acatita de Baján y posteriormente juzgados en Chihuahua en donde serían declarados culpables.

Originalmente, iban a ser pasados por las armas el 26 de julio, pero era necesario despojar a Hidalgo de su carácter sacerdotal. Eso sucedió el 27 de julio de 1810, cuando el canónigo de la catedral de Durango, Francisco Fernández Valentín, “privó para siempre [con] sentencia definitiva [a] Miguel Hidalgo y Costilla de todos los beneficios y oficios eclesiásticos que obtiene, deponiéndolo…de todos ellos…en virtud de esta sentencia debe procederse a la degradación actual y real, con entero arreglo a lo que disponen los sagrados cánones y conforme a la práctica y solemnidades que para iguales casos prescribe el Pontifical Romano”. Esta fue la sentencia eclesiástica al amparo de la cual Hidalgo y los otros caudillos fueron fusilados el 30 de julio de 1810.

En pleno Siglo XXI, sin embargo, la Iglesia Católica mandó jugadores del segundo equipo a declarar que Hidalgo no murió excomulgado debido a que pidió un sacerdote para confesarse antes de morir. ¿Qué esperaban? Él nunca renegó de sus creencias religiosas, quienes lo convirtieron en perro del mal fueron los directivos de la curia católica y ellos no le han movido ni una coma a la sentencia durante más de dos siglos.

¿A quién trataron de engañar en su afán por lavar la cara de la transnacional más antigua? Durante el movimiento de Independencia, la Iglesia Católica apoyó a la Corona Española porque lo único que le importaba era preservar el monopolio religioso y las ganancias pingües que les reportaba el maridaje Iglesia Católica-rey de España regido por las disposiciones establecidas en el Patronato Real de Indias, una unión que les permitió a ambas instancias enriquecerse durante tres siglos. Esa es la historia y nada tiene que ver como cada uno asuma, desde su muy personal y respetable perspectiva, la relación con El Gran

Arquitecto. vimarisch53@hotmail.com

Añadido (25.39.133) En la ONU no son capaces de operar correctamente una escalera eléctrica y un telepromter Ante ello, nos preguntamos ¿Cómo es posible esperar que puedan arreglar conflicto alguno en el mundo?

Añadido (25.39.134) ¿Cuál será el contenido del café del bienestar que hizo a esa diputada local veracruzana, miembro de Morena, apuntar que sus paisanos científicos construyeron una nave espacial para ir a Marte a donde pidió llevarán café de origen jarocho? Solamente le faltó clamar al igual que aquel paisano nuestro allá por los inicios de 1946: “Y esto que acabo de disirles naiden me lo escribeo, salió de mi pecho cerebral”.

Añadido (25.39.135) Únicamente quien escribe, en Índice Político, bajo el seudónimo de Andy S. K. Brown lo resaltó. Justo el día en que se iniciaba el Año Nuevo Judío, Rosh Hashanah, la ciudadana Sheinbaum Pardo anunció el reconocimiento a Palestina. Es conveniente recordar que perdonan, pero no olvidan…

Añadido (25.39.136) China lloriquea porque Mexico le impondrá tarifas altas a la basura que nos envíe. A la vez, en la ONU, se declara partidaria de la paz y opositora del unilateralismo. Japón en el pasado y Taiwán en el presente pueden dar fe de ese pacifismo. Asimismo, olvida que con su economía cerrada y triquiñuelas ventajosas dio al traste con el comercio global. El lobo con piel de oveja, a ver que incauto les compra el cuento. En caso de que en el mundo no encuentren ingenuos que les crean, no se preocupen pueden venir a México en donde encontrarán un buen número de crédulos dispuestos a adquirir sus mentiras.

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