Luis Farías Mackey
La serie Chernobyl empieza con un monólogo hecho a nuestra medida:
“¿Cuál es el costo de las mentiras?
“No es confundirnos con la verdad. El peligro real es escuchar tantas mentiras que ya no reconozcamos la verdad.
“¿Y qué hacemos entonces?
“Solo abandonar la esperanza de la verdad y conformarnos en su lugar con las historias. Historias en las que no importa quiénes sean los héroes, sino a quién culpar”.
Y sí, son tantas las mentiras que no somos ya capaces de reconocer la verdad, aún y cuando se nos estrelle en la cara. Acostumbrados a las Mil y Una Historias de cada mañana, de las que, despobladas todas ellas de héroes —incluido el que se vende como ombligo del universo—, solo conocemos —¿buscamos? — culpables.
México se lleno de mentiras, historias y culpables.
El costo fue vaciarse de nosotros, ciudadanos de carne y hueso.
Empiezo así, con este texto, un largo recorrido sobre la Revocación de Mandato, tema poblado de mentiras, historias, culpables e histerias.
Pretendo analizar el asunto desde todos sus ángulos, tratando de hallar la verdad sepultada bajo toneladas de patrañas de uno y otro lado.
Tocará a cada lector a discernir su conclusión.
Algo, sin embargo, no cuadra: la alineación de los extremos en un mismo sentido
Es tal el sinsentido, que la Revocación de Mandato ha alineado en un mismo propósito al presidente y a sus más severos detractores. Salvo contadas excepciones.
Lo más paradójico es que López Obrador y la mayoría de sus críticos apuestan al fracaso de la Revocación.
Él, complicando, confundiendo, desvirtuando y boicoteando en todos los frentes la Revocación. Dice quererla, pero a diferencia de sus caprichos sexenales —rociados con aspersor con recursos presupuestales sin límite— drena de recursos la Revocación y hace hasta lo imposible para que el INE fracase, las casillas no se instalen y los ciudadanos de enmarañen y desistan de la democracia.
En el otro extremo están los que alegan que participar en la Revocación es hacerle el caldo gordo a López, caer en su trampa e indirectamente apoyarlo.
Ambos esgrimen sus razones. Que si es un ejercicio egocéntrico y reeleccionista, que si la sobrevivencia del INE, que si es otro distractor, que si es desgastar a partidos para ganar las elecciones de gobernador en este año; que lo mejor es hacerle el vacío, mostrarle con ausencia ciudadana su verdadero repudio; que vote quien vote él va ha utilizarlo a su favor.
Los argumentos siguen e iremos dando cuenta de ellos.
Pero empecemos por el vocablo, revocación es la “acción y efecto de revocar”. Revocar es “dejar sin efecto una concesión, un mandato o una resolución”. Hacer volver, llamar de nuevo.
Dejar sin efecto es dejar sin consecuencia, en su caso, el mandato previamente otorgado en las urnas. En buen castellano: retirar el poder delegado en el mandato democrático.
Hay en este dejar sin efecto una carga de castigo, de pérdida de confianza, de recobrar el mandato otorgado, recuperar la soberanía derivada previamente.
Veamos ahora el vocablo ratificación: acción y efecto de ratificar: calificar o dar por bueno o suficiente algo o a alguien. Confirmar, corroborar.
Tenemos así en un extremo redimir la soberanía popular en castigo al poder; por otro, su confirmación —innecesaria por mandato constitucional—.
Frente a ello, en una maroma perversa del principio lógico supremo de no contradicción, se pretendió vender que lo contrario a la revocación es ratificar. Luego entonces —aquí la villanía— se promovió recabar firmas en favor de la ratificación, no por la revocación.
Pero vemos cuál es el sentido constitucional de la figura de revocación.
La figura se inserta en el Capítulo IV del Título Primero de la Constitución: “De los Ciudadanos Mexicanos”, en su Artículo 35, fracción IX. El artículo inicia con un: “Son derechos de la ciudadanía”, para aterrizar en su fracción IX con: “Participar en los procesos de revocación de mandato”, que luego, en su texto, acota al del presidente de la República.
A diferencia de los procesos electorales, éste es un proceso eminentemente ciudadano, es una relación directa e intransferible entre el ciudadano y el presidente. Un juicio ciudadano sobre el desempeño del titular del Ejecutivo federal, con objeto de, en su caso, revocarle el mandato entregado en las urnas y removerlo del cargo.
No es una contienda entre dos contendientes; es un juicio ciudadano.
Aquí abro un primer paréntesis. La figura es eminentemente de castigo, no de premio y, por ello, por ser para sancionar al presidente por parte de los ciudadanos, es que se exige un número considerable de firmas y cobertura geográfica para echarla a andar.
Resultaría un absurdo, con un presidente electo por seis años por una nutrida mayoría, que se movilice a millones de mexicanos para confirmar algo que no amerita revalidación.
Surgen así las primeras contradicciones: quien impulsa denodadamente el castigo al presidente es él ¡mismo!; quien juntó mayoritariamente firmas fue el partido de bolsillo del presidente, sus gobernadores y toda la estructura de la secretaría del Bienestar.
Le sigue la contradicción de tergiversar el desiderátum de la figura haciendo de ella un ornitorrinco convirtiendo la revocación en reverso de ratificar; una contienda y no un juicio y castigo.
Y, además, pero no finalmente —seguiremos sobre las contradicciones en sucesivos textos—, el presidente ha sostenido en innúmeras ocasiones que todo se trata de sentar un precedente para luego descabezar a cuanto gobernante le resulte incomodo. Es decir, en sus propias palabras, se trata de pervertir la figura con una impostura de Rvocación para alegar luego autoridad moral y política para violentar desde el poder la voluntad ciudadana hecha gobiernos estatales y municipales.
Pues bien, en todos estos cálculos y estratagemas, no aparece el ciudadano más que como actor de reparto, cuando no de objeto de engaño y abuso.
Concluyo este primer acercamiento al tema: toda valoración que se haga sobre la Renovación de Mandato debe circunscribirse a una relación ciudadano presidente.
Pero, ¿en qué términos? En los de revocar —retirar— el mandato popular al cargo de presidente, en atención a su desempeño y, en su caso, perdida de confianza.
Al pervertir la Revocación en ratificación se pervierte y anula el derecho ciudadano de pronunciarse sobre los descalabros y abusos del poder.
Tiempo es dejar mentiras, historias y culpables, y valorar hechos y responsabilidades.