Alberto Martínez Vara
¿Alguna vez has pensado qué tanto cambiaría tu manera de ser si te nombraran Rey? ¿Seguirías siendo amable? ¿Aceptarías los consejos de otras personas? ¿Permitirías que alguno de los miembros de la Corte te llevara la contra, o lo mandarías decapitar?
Creo que ya no serías igual de amable que antes… tú eres el Rey, todos los hombres te respetan, las mujeres te desean, eres hermoso, infalible y dueño de la verdad absoluta. Todos están de acuerdo con tus sabias decisiones.
Peeero…. Imagínate que de repente, los millones que te eligieron Rey, te gritan groserías, te acusan de tirano y los Reyes de otros países te desprecian y te hacen groserías, se burlan de ti y te echan en cara que tu estilo de gobierno es un reverendo fracaso.
En ese momento te darías cuenta de que todo por lo que luchaste durante tu larga vida, está equivocado. Y que todos tus fans te detestan.
Déjame decirte algo para aliviar tu enorme pesar. Eso mismo le pasa a todos los Reyes…
Cualquier ser humano que detenta el poder absoluto, pierde el piso, pierde el concepto de la realidad y se cree que es dueño de la verdad absoluta…. Y muere lleno de amargura.
Eso les pasa a casi todos los presidentes del mundo. Por esa razón, ese concepto de gobierno, el presidencial, ha probado su ineficacia. Cualquier presidente se convierte en un reyecito.
Definitivamente no podemos seguir creando reyecitos en la época de la comunicación mundial instantánea.
Todavía no hay un sistema de gobierno perfecto, pero si vemos cuáles son los gobiernos menos malos, nos daremos cuenta de que son los gobiernos parlamentarios:
Peeeero no es perfecto, el Primer Ministro también se convierte en Reyecito.
Todavía puede haber un mejor sistema… El parlamentario sin Primer Ministro.
O sea, el Gobierno Parlamentario-Corporativo.
Donde las decisiones se toman por el consenso equilibrado de las 3 tendencias políticas existentes: La derecha, la izquierda y la central.
Y aplica a todos los niveles del sistema gubernamental.
Cada Parlamento/Corporativo estaría formado por el mismo número de parlamentarios de cada tendencia, divididos por la cantidad de partidos que tenga cada facción.
Eso equilibra las decisiones, se toma un camino equilibrado y se evita la compra de votos.
Imaginen los poderes Ejecutivo. Legislativo y Judicial formado, cada uno, por un Parlamento que tome todas las decisiones que hoy toma solo un hombre.
Y lo mismo pasaría en la Suprema Corte de Justicia, en las Empresas del Gobierno, en las Secretarías de Estado, en los Estados y en los Municipios. Todo estaría comandado por gobiernos corporativos-parlamentarios.
Obviamente no es el sistema perfecto, pero es un primer paso hacia el modernismo y la verdadera democracia.
¡Y, además, ya no gastaríamos miles de millones en absurdas campañas políticas, ni tendríamos:
¡Reyecitos que se vuelven locos!
amv@albertomartinezvara