José Luis Parra
La pobreza franciscana acabó siendo puro sermón. La justa medianía, un anhelo de misa dominical. Hoy, la nueva clase gobernante de Morena—esa que juró vivir con lo justo y predicar con el ejemplo—se pasea en suburbans blindadas, presume relojes que no caben en las declaraciones patrimoniales, y compra casas que hacen ver a las de Las Lomas como interés social.
Sí, los escándalos se amontonan. Casas, empresas, departamentos de lujo, transferencias oscuras, remodelaciones millonarias… y todo con cargo al contribuyente, mientras la narrativa oficial sigue empeñada en hablar del pasado. Pero ya ni eso les funciona: el pasado está cansado de cargar con tanta porquería ajena.
¿Y la ciudadanía? Bien, gracias. Atónita, resignada, y según encuestas maquilladas, todavía con fe. Pero ya no se sostiene la devoción sin una mueca de desconfianza. Algo huele mal en el templo guinda.
¿Habrá bajado la confianza en Morena? ¿Cuántos puntos se desplomó la fe en los autodenominados redentores de la patria? Misterio. La estadística electoral es tan confiable como las promesas de campaña.
Y mientras nos entretenemos en el reality show de la opulencia morenista, avanza una reforma electoral con dientes de lobo disfrazada de cordero democrático: eliminar pluris y recortar prerrogativas suena atractivo… hasta que recordamos que el objetivo no es el ahorro, sino el control absoluto. Desaparecer a los partidos pequeños, acallar disidencias, y reconfigurar el Congreso a modo. No quieren menos gasto: quieren menos voces.
Pero eso no es todo, mis valientes. Allá en el norte, en territorio gringo, hay quien afina el expediente para etiquetar a Morena como “entidad de interés especial”… y no precisamente en términos diplomáticos. Si algún testigo protegido, de esos que todo lo cantan cuando pisan suelo estadounidense, decide mencionar vínculos entre narcopolítica y estructuras partidistas mexicanas, el temblor se sentirá hasta Palacio Nacional.
Cuidado con la kriptonita que viene con pasaporte y traducción simultánea. Porque allá, cuando un fiscal se enoja, no lo calma ni una mañanera.
Así que entre reformas que amputan al sistema y amenazas que cruzan la frontera, el país se adentra en septiembre con el corazón en la boca. ¿Será acaso que nuestros vecinos preparan el verdadero Grito?
La independencia, como la dignidad, se defiende… pero también se pierde en silencio.