“Año nuevo, vida nueva”, reza el refrán. Para buena parte de las mexicanas y mexicanos, la búsqueda de una oportunidad más para lograr sus sueños o conseguir metas en cualquier ámbito de su vida los lleva a realizar diversas acciones y rituales al final de cada año.
Si bien hay actividades que se realizan a nivel mundial desde hace siglos, otras a lo largo del tiempo han surgido en la nación latinoamericana o han sido adoptadas y modificadas de acuerdo con la diversidad cultural mexicana.
En entrevista para Sputnik, el maestro en historia por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Gustavo Toris explica que los primeros registros de celebraciones y rituales en el país relacionados con el fin de un año e inicio de otro datan de la época prehispánica, aunque los tiempos en que eran organizados no coincidían exactamente con los actuales, ya que su calendario era distinto.
«La celebración y la conmemoración del ciclo de aproximadamente 365 días y unas horas más, que es la duración oficial del año, se da a partir del siglo XVI. Aquí es importante apuntar que en las primeras décadas de ese periodo se implementó el calendario juliano en lugar del gregoriano, que es la transición del modelo medieval a uno un poco más exacto, que es el que conocemos ahora», precisa.
Esto es relevante, ya que en esa época los rituales y celebraciones para despedir el año y dar la bienvenida a uno nuevo estaban ligados a los tiempos litúrgicos católicos. Por ello, la actividad más relevante el 31 de diciembre era asistir a misa en las iglesias de la localidad. En esas ceremonias se hacían peticiones para tener un nuevo año positivo en todos los aspectos de la vida.
Un giro astrológico y secular
La práctica astrológica tuvo una fuerte popularidad en México y el mundo desde el siglo XVI, cuando se basaba estrictamente en la observación del cielo para predecir eventos que ocurrirían en los siguientes meses del año entrante.
Prueba de ello es el «calendario Galván, que aún podemos encontrar en los puestos de periódicos y librerías, y algunos almanaques. Ambos están basados, en un principio, por pronósticos astrológicos, en razón de la observación del cielo. A veces estos eran creados por catedráticos universitarios, quienes [escribían] qué tipo de actividades eran o no propicias para el año que comenzaría, esto dependiendo de los movimientos planetarios», detalla Toris.
Si bien no desaparecieron estos artículos, a partir del siglo XIX la secularización de las fiestas de Año Nuevo en México causaron un viraje hacia otro tipo de creencias y rituales, entre ellos eventos realizados por los gobiernos locales y el federal.
«Además de los bailes, hay una cosa que empezó a desarrollarse hacia finales de los años 1800 y que no era una costumbre habitual: las cenas. Ahora nos parece de lo más normal, pero en esa época no era así. A lo largo del siglo XX, esta reunión se hizo común y se lleva a cabo una semana después de Navidad», menciona el también doctor en geografía por la misma universidad latinoamericana.
Rituales y peticiones para dejar atrás el pasado
Durante los siglos XX y XXI, los mexicanos no abandonaron la tradición de acudir a la iglesia a dar gracias por el año que finalizaba y pedir por el que estaba por arrancar, pero agregaron aún más actividades para tratar de guiar su destino hacia caminos felices y prósperos durante los siguientes meses.
Por ejemplo, la quema del año viejo, que se hace en los estados del sur de México, donde se erige una figura de un anciano que, después de entonar cánticos y de recolectar dulces, pirotecnia y dinero, se prende en fuego para alejar los males y recibir la bonanza en el año siguiente. Este ritual también es popular en algunas naciones de América Latina.
Otras acciones que son muy conocidas consisten vestir ropa interior roja o amarilla, con lo que se busca atraer el amor o el dinero, respectivamente, o comer 12 uvas al ritmo de las 12 campanadas que anuncian el arranque del Año Nuevo, representan los 12 meses del año por vivir y pretenden expresar deseos para la nueva etapa que se abre.
Hay otras personas que optan por rituales que expresan el sincretismo religioso que existe en México, por lo que acuden al Mercado de Sonora, en la Ciudad de México, famoso por su tradición de magia popular.
Rodolfo Jaime Martínez, conocido como El Oso, es un ingeniero mecánico que, siguiendo los pasos de sus familiares, se dedica a realizar ceremonias relacionadas con la herbolaria en este sitio.
En los últimos días de diciembre «la gente viene para hacerse sus despojos (también llamadas limpias), para retirar lo malo y recibir el Año Nuevo con armonía y positividad. Después, suelen pedir veladoras del Espíritu Santo, de la Virgen de Guadalupe, de Jesús Sacramentado, o para cuestiones de protección familiar, para el amor, la economía, contra daños y embrujos», detalla en diálogo con este medio.
En este sentido, Isa, quien se dedica a la lectura de tarot, limpias y diversos rituales en el Mercado de Sonora, refiere en una charla para este medio que estas actividades esotéricas no solo interesan a los mexicanos. Cuenta que personas de Costa Rica, Perú, Panamá, Rusia y Estados Unidos, por nombrar algunos orígenes, también se acercan a solicitar su ayuda cada cierre de año.
«Hay gente que viene de vacaciones y, por curiosidad o por saber qué es esto, entran y dicen ‘quiero que me lea las cartas o que me limpie’, pero por lo regular viene gente de América Latina», diferencia.
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