La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Por el bien de todos, ojalá el remedio no consista en un minuto de silencio
Los asaltos a las farmacias suelen tener dos vertientes: apoderarse del efectivo o hurtar medicamentos controlados, que los adictos utilizan para exorcizar los demonios del síndrome de abstinencia. Ambos casos, se podrían considerar robos famélicos.
Sin embargo, ahora nos enteramos que un comando armado, se llevó casi 38 mil dosis de quimioterapias contra el cáncer infantil. De acuerdo a los expertos, dichos medicamentos se echan a perder, sino están en las condiciones de almacenamiento adecuadas.
Además de esto último, no se sabía de la existencia del embarque comprado en Argentina, lo cual es raro, porque ante el problema de desabasto, el cacareo hubiera sido apoteósico.
Por otro lado: ¿qué se hace con ese bonche de kits? ¿los guardan en un sótano? ¿se venden en Mercado Libre? ¿afuera de las clínicas del IMSS? ¿en Tepito? ¿servicio a domicilio? ¿menudeo o mayoreo? ¿el pago es en ‘sobrecitos’ o transferencia?
No sobra decir, que la denuncia del ilícito no fue inmediata, como corresponde a un crimen de lesa humanidad, la COFEPRIS decidió comentar ‘en corto’ (cinco días después), a padres de niños enfermos, en lugar de acudir a la FGR y, al menos, fingir indignación.
Todo apesta, un marido parrandero, tiene mejores pretextos para intentar justificar en que se ‘quemó’ la quincena. Lo bueno es que, con García Luna, terminaron los montajes.