Luis Alberto García / Moscú
*“El buen león donde quiera ruge”, e hizo su último gol mundialista a Rusia.
*Dios, héroe y figura nacional e internacional de Camerún.
* Participó en las Copas del Mundo de 1982, 1990 y 1994.
*Aún derrotado, se despidió triunfalmente en Estados Unidos 94.
Con sus cambios de ritmo, remates estruendosos y estrujantes, y un rítmico movimiento de cadera frente al banderín de corner, que luego imitarían otros goleadores como símbolo de victoria, a Roger Milla, que inició su carrera a los 16 años de edad y la concluyó a los 42 con fama universal, se debe la eliminación de Colombia, además de ejecutar su última anotación mundialista a Rusia en Estados Unidos 94.
Nació en un suburbio pobre de Yaoundé, capital de Camerún, el 20 de mayo de 1952, debutó y jugó en el Eclair local de 1968 a 1971; fue traspasado en 1974 al Lèopard; y luego al Tonnerre de su ciudad, para finalmente ser futbolista de exportación en 1977, al lograr fichar con el Valenciennes de Francia.
Como equipo mediano que no le ofrecía mayor futuro, intentó suerte en el Mónaco, el Bastia, Saint Etienne, Montpellier y Saint Pierrose de la Ligue 1 del futbol francés que, sin duda, lo hizo internacionalmente conocido y una figura bien pagada.
Además, fue partícipe en tres Copas Africanas, los Juegos Olímpicos de 1984 en Los Ángeles, California; y en los Campeonatos Mundiales de España 82, Italia 90 y Estados Unidos 94 con Camerún; permitiéndose jugar dos años más, hasta 1996, en el Pelita Jaya y en el Putra Samarinda de la nación que lo vio nacer, antigua colonia francesa de ultramar.
Con ese expediente y casi medio millar de goles marcados en partidos oficiales en su país, en Francia y en numerosos torneos internacionales que incluyen esas tres Copas del Mundo, Roger Milla es -junto con el liberiano George Weah- la máxima figura africana del siglo anterior, ganándose por ello el elocuente adodo de “Rey León”.
Y como un buen león donde quiera ruge, solamente era cuestión de que la pelota moviera las redes para que las tribunas se tiñeran de rojo, verde y amarillo, y un estallido de gargantas fuera acompañado del ritmo de los tambores para acompañar el vaivén acompasado de las caderas de Milla frente al banderín, ejecutando un Makossa, el baile nacional de Camerún.
Así encontró una forma de celebrar, compartir y agradecer a todas aquellas personas que lo apoyaron en sus afanes futbolísticos por el redondo mundo de la pelota, como en 1982, cuando en España su conjunto logró tres empates –contra Perú (0-0), Polonia (0-0) e Italia (1-1), que resultaría monarca al vencer (3-1) en la final a Alemania-, para que Camerún fuera de inmediato eliminado.
Ausente en México 86, a petición inapelable del presidente, Paul Biya, volvió a la selección camerunesa en Italia 90, en donde los bien llamados “leones indomables” vencieron sorpresivamente (1-0) a Argentina –con todo y Diego Maradona- en el juego inaugural con un tanto de François Omam Biyik; y luego enfrentaron a Rumania y le ganaron (2-1) con portentosas anotaciones de Roger Milla.
En el tercero y definitorio juego de cuartos de final, en Bari, los africanos no desaparecieron del torneo italiano aun cuando la todavía Unión Soviética, por conducto de Oleg Protasov, Andrei Zygmantovich , Alexei Zavarov e Igor Dobrovalsky -acompañados de Rinat Dasaev y Sergei Fokin-, los quisieron enviar de vuelta a África con un pesado 4-0.
El regimiento rojo del entrenador y coronel Valeri Lobanovsky, sin embargo, por insuficiencias goleadoras, tuvo adelantado el retorno a Moscú: había sido eliminado en el Grupo B, dando paso a Camerún y Argentina a la siguiente ronda de octavos finales.
El 23 de junio de 1990, en Nápoles, Milla marcó otro par de goles a Colombia –el segundo por un error fatal del portero René Higuita-, y así Camerún ganó (2-1), sacando fulminante y sorprendentemente del torneo a los sudamericanos.
Eliminado su equipo por Inglaterra (3-2) en cuartos de final, pero precedido de la fama alcanzada en Milán, Bari y Nápoles con sus cañonazos implacables a los adversarios que él y sus camaradas les lanzaron en Italia, Roger se volvió un dios en Camerún, volviendo al escenario mundialista estadounidense en 1994.
Sorprendió al mundo al darse ánimos para asistir a la justa en Pasadena y Stanford, California, enfrentando y empatando (2-2) con Suecia; perdiendo (3-0) con Brasil y con Rusia (6-1), cuyos jugadores más destacados fueron el portero Stanislav Cherchesov –director técnico en 2018-, Dimitri Popov y Oleg Salenko, quien hizo una faena demoledora a los cameruneses.
En ese último encuentro de la fase de grupos del Grupo B, el 28 de junio de 1994, en San Francisco, Rusia y Camerún protagonizaron un partido que dejó dos marcas, que no fue el resultado, sino que Salenko anotó esos cinco goles en una Copa del Mundo, sin que el hecho se haya repetido.
La otra correspondió al gran Roger Milla, al ser el jugador más longevo en anotar en su categoría, a los 42 años y 39 días de edad, figurando él y Salenko en las estadísticas históricas más altas conocidas desde 1930 en este tipo de eventos: edad y goles, porque es con experiencia sobrada y obuses mortíferos como se ganan copas y trofeos.
Fortaleza física increíble, explosividad sorpresiva y técnica depurada fueron los ingredientes que hicieron del formidable ariete camerunés un deportista tan vital, un Matusalem de las canchas, una figura inevitablemente recordada por todas las aficiones del desquiciado y desquiciante planeta-futbol.
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