Estimado amigo; me sorprende que la comentocracia neoliberal y conservadora esté empeñada en esperar un quiebre o disloque en la relación entre Sheinbaum y López, esperando con ello un deslinde de esta con el corrupto tutor.
Tal parece que no han entendido porque Sheinbaum es presidente y dan por sentado o mejor dicho pronostican que habrá rompimiento, cuando la razón por la que resultó como heredera del mandato es precisamente su absoluta lealtad a López y su plena convicción ideológica dogmática, que bajo ninguna circunstancia reconocerá errores de su antecesor y mentor, sin provocar un cisma.
Por el contrario, López representa un faro de honestidad y pulcritud y un ejemplo a seguir. Aunque sean mentiras, pero eso es la razón de su existencia. Como lo sostuvo en su discurso dominical con motivo de su primer aniversario de gobierno.
Encontrar en las palabras de Sheinbaum retorcidas interpretaciones, para deducir mensajes cifrados de inconformidad y recelo es no sólo ingenuo sino tonto.
Y es que, para Sheinbaum, López no sólo es su padre putativo y guía, si no además el fundador de una corriente ideológica que recogió todos las ilusiones de buena parte del idealismo juvenil ochentero, construido bajo las premisas de la mítica lucha social, la igualdad y la protesta como vehículo de reclamo.
Por lo tanto, suponer que Sheinbaum dejará de lado sus obsesiones ideológicas y conceptos marxistas leninistas, en aras de encabezar un camino alejado del liderazgo del fundador del movimiento, que admita sin cortapisas las enormes contradicciones del experimento y profunda corrupción que representa, no es parte del ADN de la pútrida izquierda latinoamericana y en especial de la mexicana, pues sus atavismos y superioridad moral, impiden reconocer sus errores y por el contrario lo que hacen es refrendar su identidad en torno al líder, como eje central del todo.
No en balde la construcción de cualquier modelo económico social basado en este tipo de socialismo, tiene como eje central al líder, al mesías, al patriarca más allá de las ideas que dicen profesar. Es el líder el único capaz de conducir “el gran cambio”. Es el líder el único que sabe y conoce el origen y destino del movimiento.
De ahí que su sustitución sea un imposible.
La antigua Unión Soviética no se entendería sin su creador Lenin, a quien se le rindió tributo hasta que se extinguió el experimento comunista o la revolución cubana no se entendería sin la figura e ideales de Fidel Castro y el castrismo o la República Bolivariana de Venezuela de Maduro no se entendería sin la sombra de Hugo Chávez e incluso la República Popular China, sin el pensamiento ideológico de Mao Zedong como gran timonel. Que además de ser liderazgos indiscutibles e insustituibles, fueron profundamente populistas, que no democráticos.
Los movimientos que tienen su nacimiento en este tipo liderazgos, jamás renuncian a su origen, como es el caso de esa cosa llamada Morena, que si bien alcanzo el poder por medios democráticos, no obedece en estricto sentido con los conceptos democráticos liberales, sino a coyunturas más ligadas al populismo mesiánico arraigadas con el pensamiento unipersonal de un solo hombre, aunado al pensamiento único, que cultivan como comunistas.
De forma tal, que hace imposible la convivencia de dos liderazgos.
Así entonces si bien Sheinbaum es la presidente de la nación, lo cierto que no es la líder de su movimiento, toda vez que esa suprema posición está reservada y en manos de López y de nadie más.
López lo supo siempre y por eso no engendró o delegó el poder en un buitre carroñero, que se alimentara con sus despojos, como pudo suceder con Monreal, Ebrard o doble AA su fraterno hermano, quienes se formaron y construyeron bajo una organización política que evitó los liderazgos mesiánicos y providénciales renovando cada seis años el liderazgo, como es el PRI y en el cual también nació y creció López; de ahí que por lo mismo, desconfiara de ellos absolutamente, más no así quien representaba la más fiel exponente de su ideario y personalidad y cuya lealtad le garantizaba su permanencia, pero sobre todo su liderazgo absoluto sobre su movimiento.
Y esa persona no podía ser otra que Claudia Sheinbaum.
Ella no tiene un discurso propio, tampoco tiene un modelo político, ni de comunicación, ni orgánico, ni organizativo que la identifique, pues todo en ella se asemeja a López. Sus palabras, sus gestos, sus ademanes y hasta sus descalificaciones son las mismas de López.
En suma, esperar un cambio radical o como dijo el Almirante Secretario de Marina un golpe de timón, es por demás iluso.
O dicho de otra manera no habrá ningún cambio radical que represente un riesgo de fractura para la transformación.
Lo que suceda y sucederá sólo será cosmético y demagógico como es la costumbre en este tipo de regímenes autocráticos unipersonales y populistas. Creer que van actuar como una democracia plena y responsable es un craso error. Pero también una oportunidad inmejorable para desenmascararlos y evidenciarlos como lo que son. Un peligroso experimento fasistoide autocrático, que como llegó, puede salir si los ciudadanos responsables lo deciden.
El fracaso es evidente. La corrupción es gigantesca y la ineptitud y el cinismo insultante.
De nosotros depende y de nadie más.
O normalizamos la corrupción grotesca y la ineptitud o tomamos el destino en nuestras manos.
Esa es la gran disyuntiva. Ni más ni menos.
Entre paréntesis; y cuando señaló que no habrá rompimiento con López, es por que tampoco lo habrá con sus “intangerrimos” amigos y parientes, pues representan la suprema voluntad del líder.
Y la suprema voluntad del líder es la cohesión y adherente del movimiento, por lo tanta cualquier cosa que pueda poner en duda su capacidad adhesiva, es rechazada.
López cuando diseñó la tramposa organización lo hizo pensando en función del PRI, pero no copiando su modelo, sino como una contradicción del mismo.
El PRI rechazó los liderazgos verticales que con Calles se trataron de imponer, sustituyéndose por liderazgos temporales y cíclicos que se renuevan con los ciclos presidenciales, de manera que el presidente era al mismo tiempo el líder moral del partido, resolviendo de esta forma cualquier disputa por el poder y zanjándolas con la unción del siguiente presidente. De manera que el que concluía se iba a su casa o al ostracismo o al exilio y permitiendo al nuevo presidente imprimir su sello y su proyecto de gobierno sin anclajes, ni ataduras.
Conjuntar la Presidencia de la República y el liderazgo del partido en una persona resolvió, las disputas del poder, de manera que en ningún momento el dirigente partidista podía competir con el ejecutivo, pues este mantenía la última palabra sobre el objetivo de la organización y su militancia, sin que nadie de su propio partido le disputara sus decisiones.
La disciplina así concebida, le daba rumbo al proyecto de nación.
Permitir lo contrario como lo hace López, es atar al gobernante a los caprichos del líder partidista y fundador y casi dueño como en este caso, dejándolo solo y recordándole siempre quien lo llevó al poder y porqué está ahí.
Es decir, Sheinbaum no puede separarse ni un ápice del libreto, como tampoco puede construir su propia identidad política y de gobierno, pues sus decisiones están atadas al mandato del líder máximo o sea López.
Por eso se inventó el segundo piso, que no es otra cosa que la extensión del primero, con todas las fallas, defectos y corrupción del primero, pero sin la capacidad de corregir ni mucho menos enmendar.
Nunca se podrá gobernar bajo la sombra de otro poder paralelo de facto.
El aquí vive la presidente, pero el que manda vive en la chingada, es un claro error sin lugar a dudas y eso es lo que está pasando porque López representa una tortuosa trinidad. Es el líder, es el movimiento y es el poder. Ejemplo claro del fracaso y la sumisión.
De tal manera que Sheinbaum irremediablemente será víctima de todos los lastres que pudiendo romperlos, la hunden en el pantanoso suelo de los fracasos que arrastra.
Por eso el PRI se mantuvo ochenta años. En tanto no fue oposición en sí mismo, sino gobierno que corregía y enmendaba.
Situación que de ninguna manera puede suceder ahora, sin pasar por romper con López, precio que la ideología dogmática no está dispuesta a pagar, así se ahoguen en sus abundantes y asquerosas inmundicias.
Premiar la corrupción con la medalla de la impunidad con el pretexto de la unidad partidista y para no perjudicar al líder máximo, ese es el punto de inflexión de Sheinbaum y su legado histórico.