Por Aurelio Contreras Moreno
El pasado miércoles 13 de abril por la tarde, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, sostuvo una reunión con los gobernadores de 12 de los 13 estados en los que habrá elecciones este año.
En su cuenta de Twitter, Osorio Chong publicó que la razón de la reunión fue “trabajar juntos para generar las mejores condiciones hacia las elecciones locales del 5 de junio”, y adjuntó fotografías del encuentro celebrado en el salón Benito Juárez de las instalaciones de Bucareli.
La filiación política de los mandatarios asistentes fue plural. Desde el oaxaqueño Gabino Cué y el poblano Rafael Moreno Valle Rosas, emanados de una coalición opositora, hasta los priistas Roberto Borge de Quintana Roo y Egidio Torre de Tamaulipas.
Como se mencionó en el primer párrafo, fueron 12 de 13. Faltó uno. Y ése fue, ni más ni menos, que el veracruzano Javier Duarte de Ochoa.
La tarde del miércoles, el gobernador de Veracruz estuvo en Minatitlán para informar del rescate de unas doctoras que habían sido secuestradas en la zona sur del estado y de la detención de sus captores. Una tarea que sin ningún problema podrían haber llevado a cabo el secretario de Gobierno Flavino Ríos Alvarado o el fiscal general del estado, Luis Ángel Bravo Contreras quien, de hecho, estuvo presente.
Pero Javier Duarte prefirió presentarse a dar la “buena noticia” en una región azotada por la inseguridad y asolada por la delincuencia, que asistir a una reunión de primer nivel con el encargado de la política interna del país para acordar acciones en algo tan fundamental como su propia sucesión. ¿Por qué habría tomado esa decisión?
Desde hace unas semanas, en los círculos políticos de Veracruz se maneja una versión que, si bien en un principio parecía absolutamente descabellada, quizás no lo sea tanto. Al grado que los mismos priistas veracruzanos son quienes la repiten y la propalan.
Según dicha versión, en Los Pinos habrían decidido impulsar la alternancia política en Veracruz. O al menos no interponerse. Y como operador de esa estrategia, señalan al propio secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, a quien acusan de apoyar la candidatura del abanderado de la coalición PAN-PRD, Miguel Ángel Yunes Linares.
No hay que perder de vista que para los grupos de poder del Altiplano, lo que está en juego en los comicios de 2016 es la sucesión presidencial de 2018. Por ello, los principales aspirantes a suceder a Enrique Peña Nieto mueven sus piezas para impulsar sus intereses en pos de ese objetivo.
Tampoco hay que olvidar que Miguel Ángel Yunes Linares fue priista hasta 2004, y que a pesar de haber renunciado a ese partido mantiene nexos y amistad con varios actores y grupos políticos del Revolucionario Institucional, y particularmente con los del estado de Hidalgo, del que el mismo Osorio Chong fue gobernador.
Esto significa que no habría una posición irreductible que impidiera negociar alianzas políticas que les resultasen beneficiosas a ambas partes y por lo cual pudieran tener una colaboración de facto.
Además, hay que recordar que el candidato del PRI, Héctor Yunes Landa, es amigo cercano y miembro del grupo del dirigente nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones, otro aspirante a la Presidencia y, por ende, rival de Osorio Chong y de todo el equipo alrededor de Enrique Peña Nieto.
Ello también explicaría toda la jugada política que desde el gobierno duartista se le da al líder del Movimiento de Regeneración Nacional, Andrés Manuel López Obrador, y a su candidato a la gubernatura, Cuitláhuac García, quienes a su vez, dedican tibias críticas al régimen mientras arremeten contra el abanderado que, según varias encuestas, va a la cabeza. El crecimiento de Morena en Veracruz no es algo que agrade en absoluto en Los Pinos
Al menos, es una buena razón para no haber ido a Gobernación.
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