Por Aurelio Contreras Moreno
La salida de Amadeo Flores Espinosa de la dirigencia estatal del Partido Revolucionario Institucional en Veracruz estaba cantada.
Sin ningún mérito para permanecer en ese puesto tras la derrota priista en la elección de gobernador y diputados locales, Flores Espinosa se aferró al “hueso” con el apoyo de candidato perdedor, el senador Héctor Yunes Landa, quien lo respaldó para que el Comité Ejecutivo Nacional tricolor lo ratificara en el cargo, a espaldas de la militancia veracruzana.
Por supuesto, eso no fue gratis. En el último Consejo Político Estatal del PRI, celebrado a finales de noviembre del año pasado, Amadeo Flores realizó la sustitución de consejeros sin notificárselo a nadie, para colocar en su lugar a priistas afines a Héctor Yunes y de esa manera apuntalar su proyecto, en el que busca repetir como candidato priista a la gubernatura en 2018.
Fue entonces que comenzó la revuelta al interior del PRI veracruzano, que comenzó a exigir la salida de Amadeo Flores, quien habría sido ratificado como presidente del Comité Directivo Estatal violando los estatutos de ese instituto político.
La suerte del fundador y líder real de la asociación política Vía Veracruzana –que va a la baja políticamente en la entidad- quedó echada el pasado viernes 6 de enero, durante el acto de conmemoración de la promulgación de la Ley Agraria, un evento tradicionalmente priista, que otrora fuera escenario de decisiones políticas de relevancia nacional y estatal y
hoy es una caricatura de lo que fue.
El grupo político afín al ex gobernador Fidel Herrera Beltrán operó la caída de Amadeo Flores para colarse en el PRI, llevando como avanzada al ex gobernador de Oaxaca José Murat Casab, amigo, socio y cómplice del cónsul de México en Barcelona.
Murat Casab –sobre quien también pesan sendos señalamientos por corrupción, al igual que su compadre Herrera Beltrán- fue presentado por el dirigente nacional del Revolucionario Institucional, Enrique Ochoa Reza, como un “interlocutor válido” ante los priistas veracruzanos, lo que en el lenguaje político significa entregarle el control del partido en Veracruz a los fidelistas. Se espera que en los días u horas por venir, un miembro de ese grupo asuma el relevo en la dirigencia estatal.
¿Por qué Enrique Ochoa Reza -que más que dirigente partidista es el representante de los intereses de Enrique Peña Nieto en el PRI- le entrega el partido a Fidel Herrera, quien está señalado como uno de los artífices del saqueo que hundió a Veracruz en la peor crisis económica y social de su historia? Porque deben creer que es el único que le puede hacer frente al pan-yunismo en Veracruz, ya que manejan las mismas malas artes para el ejercicio de la política.
Además, y aunque parezca increíble, la mala imagen del duartismo corrupto no se traslada en automático a su mentor político entre la población, que en amplias franjas sigue recordando a Herrera Beltrán como un “benefactor” que soltaba billetes a las primeras de cambio a quien llegaba a solicitarle algo. ¿Dónde hemos visto eso recientemente?
La asonada fidelista ya ganó su primera batalla y apela a la desmemoria de la población. Y en una de ésas, les sale.
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