Por Aurelio Contreras Moreno
No ha pasado desapercibido entre los priistas que a pesar de los discursos de supuesta unidad y demás retórica que envuelve las campañas políticas, la candidatura de Héctor Yunes Landa a la gubernatura no ha causado la bulla que suele acompañar a los abanderados tricolores.
Si bien la candidatura será formal hasta que se registre ante el órgano electoral, si uno se remite al menos a los tres procesos sucesorios anteriores, puede advertirse que antaño, una vez conocido el nombre del “ungido” del PRI, el apoyo de los sectores y de la estructura de ese partido se sentía con toda su fuerza. No es el caso.
Tanto el registro de Héctor Yunes Landa como precandidato, como la ascensión de Amadeo Flores Espinosa a la dirigencia estatal del PRI -en un movimiento de dudosa legalidad éste último- han sido desangelados. No se siente ese apoyo de las “fuerzas vivas” priistas, que cuando se les indica que hay que ir con todo con el candidato, verdaderamente se vuelcan en torno suyo.
La razón es simple. No les han indicado que apoyen de verdad a Héctor Yunes. Hasta ahora todo es de dientes para afuera. Pero en los hechos, el priismo no ha arropado a quien será su candidato a la gubernatura.
Y esto sucede porque, aun cuando su poder ha mermado considerablemente y está de lleno en el declive de su sexenio, el gobernador Javier Duarte de Ochoa todavía controla política, jerárquica y económicamente a la estructura priista, a la cual mantiene paralizada.
Además, contrario a lo que hizo con quien deseaba fuera su “delfín”, Javier Duarte ha desairado todos los eventos partidistas recientes, con la clara intención de hacerle el “vacío” a Héctor Yunes, quien definitivamente no era su candidato a sucederlo. Amén de que mantiene cerrada la caja de los recursos, que no fluyen para que el aspirante opere políticamente.
¿Qué busca Javier Duarte con esta actitud? Mermar a Héctor Yunes. Apretarlo para que sienta la necesidad de pactar con él y con su grupo. Para que les conceda desde posiciones en un posible gobierno hasta escaños en el Congreso del Estado. Y lo más importante: para que les garantice impunidad para él y los suyos.
Aunque en realidad fue bastante tibio, el discurso de Héctor Yunes durante su registro como precandidato, en el que prometió “limpiar la casa”, puso furioso al gobernador, sumado al hecho de que el virtual candidato priista pretende “tumbar” a los duartistas que ya estaban apuntados para una candidatura a diputados locales, como Harry Grappa, Corintia Cruz, Juan Manuel del Castillo y Gabriel Deantes, por mencionar a algunos.
El juego que juega Javier Duarte es sumamente peligroso. Si continúa debilitando a Yunes Landa, después no podrá hacerlo levantar, lo que le abriría el camino a la gubernatura al candidato de la alianza PAN-PRD, Miguel Ángel Yunes Linares, quien este pasado domingo dio una demostración de fuerza durante el registro de la coalición ante el Organismo Público Local Electoral y llenó la plaza Lerdo, desde donde prometió cárcel para los saqueadores del estado si gana la elección.
Y si Javier Duarte cree que sus candidatos “independientes” lo van a sacar del apuro, juega a la ruleta rusa con la pistola completamente cargada.
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