Por Aurelio Contreras Moreno
De manera inédita, el gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, se hizo arropar en un acto público por los miembros de su gabinete, por los diputados locales y federales del PRI, e incluso por su familia, incluidos su esposa y sus tres hijos menores de edad.
Tal reunión, celebrada en el patio central de palacio de gobierno la mañana de este lunes, fue para salir al paso del vendaval de críticas, condenas y acusaciones por corrupción que se hicieron en contra suya y de su administración a raíz de que se dieron a conocer los resultados de la revisión de la Auditoría Superior de la Federación (ASF) a la Cuenta Pública de 2014.
En una supuesta conferencia de prensa con preguntas a modo, Duarte de Ochoa salió a decir “su verdad”. Que “no se ha empleado un sólo peso fuera de las actividades propias de la gestión del gobierno”. Que existe un “uso responsable de los recursos, una transparencia reconocida por diferentes instituciones”, y que “todas las observaciones se están atendiendo en los tiempos que marca la ley, dentro del proceso de solventación”. “Tengo las manos limpias”, aseguró.
De manera tardía, el gobernador Duarte salió a dar la cara ante los señalamientos de malversación de fondos federales, lo que además se sumó a las muestras de rechazo de parte de la comunidad universitaria y la población en general por sus agresiones a la Universidad Veracruzana reflejadas en la falta de pago de los subsidios que por ley está obligado a suministrar.
Sólo que los dichos del gobernador de Veracruz no tienen sustento en la realidad. Si “no se ha empleado un sólo peso fuera de las actividades propias de la gestión del gobierno”, ¿por qué no existe obra pública en el estado de Veracruz durante su sexenio? ¿Por qué recursos presupuestados, como los de la Universidad o los de los ayuntamientos, no llegaron a su destino? ¿Por qué se le debe a todo el mundo, sin esperanza de que llegue el pago pronto?
También se ufana Javier Duarte de una pretendida transparencia. ¿Y por qué entonces es información reservada el gasto en publicidad oficial en medios de comunicación? ¿Por qué no se sabe en qué se ocupó el dinero que se metió a la “licuadora”?
Aseguró además el mandatario que ninguna de las denuncias que se han interpuesto ante la Procuraduría General de la República en contra de funcionarios de su administración ha prosperado. Pero no dice que eso fue resultado de una actuación indebida del Ministerio Público federal, que remitió al estado causas penales que no le competían a la autoridad local -que obviamente las desechó-, por tratarse del presunto desvío de recursos y partidas federales. Y tampoco menciona que existen amparos interpuestos por la ASF en contra de esas decisiones, por lo que las denuncias siguen vigentes, amén de las que vienen.
Según Javier Duarte, en su gobierno se ha dado un “combate frontal a la corrupción”. Pero no explica por qué se arrastran observaciones por irregularidades desde 2011, que suman, junto con las de 2014, un total de más de 35 mil millones de pesos cuya disposición no ha sido justificada.
En su desesperación, Javier Duarte se quiso hacer fuerte en lo último que le queda: sus subordinados laborales y políticos, y su familia, que en sentido estricto no tendría por qué ser expuesta a un escarnio de esta naturaleza.
El gobernador concluyó su conferencia manifestando que “al final del día, la historia habrá de calificarme”.
Al parecer no se ha enterado que los veracruzanos ya lo hicieron.
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