Por Aurelio Contreras Moreno
La entrevista que le realizó Ciro Gómez Leyva al todavía gobernador Javier Duarte de Ochoa fue una acabadísima muestra de cuán cínico puede ser el político jarocho-cordobés.
De la defensa de la actuación de su gobierno y sus colaboradores (“yo le tengo confianza a Bermúdez, es una persona honorable”) a las contradicciones sobre sus propias declaraciones (aceptó que siempre supo de las millonarias propiedades inmobiliarias de su ex secretario de Seguridad Pública, cuando hace una semana lo había negado públicamente), Javier Duarte se lanzó a jugar las últimas cartas de una partida que ya tiene perdida de antemano.
A pesar de las más que diáfanas señales de que en el Altiplano no quieren nada con él, Duarte de Ochoa optó por la negación. Se dijo orgulloso de ser priista, aun cuando en la cúpula del tricolor se dio entrada a un proceso de expulsión en su contra promovido por un “espontáneo” militante, y el discurso de la nueva dirigencia nacional se basa en el combate a la corrupción de los malos gobernantes que los hicieron perder estrepitosamente las últimas elecciones.
Incapaz de reconocer sus fallas, Duarte le echó la culpa de la derrota del PRI en Veracruz al ex candidato a la gubernatura, Héctor Yunes Landa, con todo y que uno de los factores que lo hundieron fue, precisamente, que jamás le permitió deslindarse políticamente de él e incluso lo chantajeó con no soltarse recursos ni estructura.
Afirmó el gobernador en funciones que se siente “muy respaldado por el presidente” Enrique Peña Nieto, quien este jueves estará en Veracruz. Lo que no dijo es que el titular del Ejecutivo federal acudirá en su calidad de Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas a un acto protocolario de la Armada al que asiste prácticamente todos los años, y en cuya agenda del día no se menciona para nada al gobernador, a pesar de que sí se alude a otras autoridades civiles invitadas, como los alcaldes anfitriones y los titulares de los poderes Legislativo y Judicial local, entre otros.
Finalmente, Duarte le dijo a Gómez Leyva que no piensa pedir licencia y que concluirá su mandato el 30 de noviembre, tras de lo cual, aseguró que no se irá del país, donde ya tiene “ofertas de trabajo”. Ni qué agregar a algo así.
Javier Duarte demostró que, al igual que su mentor, Fidel Herrera Beltrán, tiene una asombrosa capacidad para mentir. Sólo que, como a diferencia de su maestro a él ya nadie le cree ni una palabra, sus engaños pasan más bien al terreno de la burla a todos los veracruzanos que, contrario a sus dichos, padecen el endeudamiento, la catástrofe financiera y de inseguridad propiciada por la peor administración estatal de la historia. La suya.
Pero a Javier Duarte eso no le importa. Y para demostrarlo, se organizó un evento con la burocracia estatal para que le agradecieran (en esos términos) la basificación de siete mil empleados, un atraco a las finanzas estatales que presentó como un supuesto acto de “justicia”.
Javier Duarte se burla de todos. Y no falta quien aún le aplauda.
El compromiso de Yunes Linares
El gobernador electo, Miguel Ángel Yunes Linares, envió un mensaje a quien esto escribe en relación con lo publicado en la Rúbrica del pasado lunes, cuyo tema fueron las agresiones a los periodistas y la libertad de expresión en Veracruz.
“Estimado Aurelio, estaré a la altura de las circunstancias. Seré ejemplo de respeto a todas las libertades, en particular a las de libre expresión y difusión de las ideas. Saludos”, escribió.
Le tomamos la palabra y lo tendremos presente.
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