Por Aurelio Contreras Moreno
Enfrascados en la pelea a muerte por la candidatura a la gubernatura, los actores políticos interesados en la sucesión veracruzana parecen haber perdido de vista un factor que es tanto o más importante que arribar a la titularidad del Poder Ejecutivo: la renovación del Congreso del Estado.
La elección de los integrantes de la LXIV Legislatura es tan importante como la del próximo gobernador. Tanto así, que de ello depende lo que pueda hacer o no quien suceda en el poder a Javier Duarte de Ochoa a partir del 1 de diciembre de 2016.
Para decirlo más claro: si el próximo gobernador no cuenta con un Congreso que lo apoye, no sólo no tendrá margen de maniobra para intentar sacar a flote el barco de un estado que naufraga en deudas, violencia y descomposición social. No podrá ni siquiera llamar a cuentas a quienes han saqueado a Veracruz.
Por la Legislatura pasa la aprobación de la cuenta pública del Ejecutivo. Y como hemos podido atestiguar, un Congreso a modo –así como el actual- aprueba sin chistar cualquier galimatías que le manden y, sin la mínima vergüenza, le pone su “estrellita” a las dependencias del gobierno estatal aunque exista evidencia clara de desvíos de recursos.
En el hipotético caso de que el próximo gobernador sea un enemigo del duartismo-fidelismo –del partido que sea-, poco o nada podrá hacer si la mayoría de los diputados locales de la LXIV Legislatura son afines a la pandilla que ha llevado a Veracruz a la ruina, pues su misión sería la de torpedear cualquier intento legal por llamar a cuentas a los depredadores del erario y, en cambio, sabotearían cualquier decisión del Ejecutivo que tenga que pasar por la aduana legislativa. Y en un periodo de apenas dos años, eso le significaría a esa administración encaminarse directamente al fracaso.
Por eso desde ahora, los “prósperos” hijos de la…fidelidad se aprestan para impulsar rumbo al Congreso a incondicionales de este grupo que les garanticen impunidad, como es el caso de Corintia Cruz, una de las “favoritas” del “gober” –como gusta ella referirse cariñosamente a Javier Duarte-, quien se perfila para ser candidata a diputada por Xalapa.
Así como a ella, los textoservidores del duartismo ya pusieron en la palestra para una diputación local a personajes tan impresentables como Gabriel Deantes –uno de los principales saqueadores del sexenio-, Arturo Bermúdez –el inamovible guardián de los peores secretos de los últimos diez años-, Juan Manuel del Castillo –cuyo único “mérito” político y personal es ser amigo de juventud de Duarte-, Vicente Benítez –el “señor de las maletas” millonarias-, y varios más a quienes, por si no bastase, les urge el fuero, por aquello de las recochinas dudas.
De muy poco serviría arrebatarles el Poder Ejecutivo a los duartistas si éstos ganan el Congreso del Estado. Ahí está la clave de la impunidad. Lo saben. Y están actuando en consecuencia, mientras los demás partidos están pasmados en grillas baratas.
¿Cuándo pide licencia Silva?
Llorón como es, el diputado federal Alberto Silva mandó a sus corifeos a que lo defiendan de las críticas por su inminente imposición en la dirigencia estatal del PRI, bajo el inocente “argumento” de que el partido no es parte del gobierno y que sólo a los priistas corresponde opinar al respecto, bajo los mecanismos que contemplan sus estatutos.
Y hablando de los estatutos del PRI. En el artículo 156, que establece los requisitos para ser presidente del Comité Directivo Estatal, se señala que deben, “en los casos de quienes ocupen un cargo de elección popular, de dirigente partidista ejecutivo territorial o se desempeñen como servidores públicos de mando medio o superior, solicitar licencia al cargo a la fecha de presentación de la solicitud de registro, misma que deberán mantener al menos hasta la conclusión del correspondiente proceso interno. En caso de ser electos, sólo los primeros podrán reintegrarse a sus cargos”.
¿Cuándo pide licencia Silva?
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