Por Aurelio Contreras Moreno
A pesar de que el duartismo-fidelismo hizo hasta lo indecible para impedirlo, a menos que ocurra una catástrofe –o un hecho de violencia–, lo más probable es que dos Yunes concurran en la boleta electoral el próximo 5 de junio: Héctor Yunes Landa por el PRI y rémoras que lo acompañen, y Miguel Ángel Yunes Linares al menos por el PAN, y si se concreta la alianza, también por las siglas del PRD.
Con todo y que los hijos de la “Fidelidad” continúan con la pantomima de que siguen en la competencia por la candidatura priista a la gubernatura, todo indica que la decisión central recaerá finalmente en el senador Yunes Landa, con quien, por ese motivo, han buscado volver a congraciarse tras los agravios de los últimos meses.
Sabedor de que necesita a la estructura de su partido para ir a la campaña, y de que ésta es controlada por el gobierno estatal, Héctor Yunes ha tenido que “tragar sapos sin hacer gestos”, como se acostumbra decir en el argot político. Suavizó notablemente su discurso, dejó de lado las fuertes críticas contra Javier Duarte y su gobierno e incluso acudió a una comida en Casa Veracruz convocada por el gobernador en la que lo sentó con los otros supuestos aspirantes a la candidatura tricolor, patiños de una mascarada que ni ellos se creen.
Aunque el acto circense sí tuvo un por qué: simular “unión” entre los priistas y sobre todo, hacerle saber al casi seguro candidato que tendrá que pactar con ellos si quiere ganar.
Pero el gran dilema de Héctor Yunes, de cristalizarse su candidatura, es que para aspirar a ganar necesita, forzosamente, deslindarse del duartismo-fidelismo. Si el electorado lo identifica con el grupo que ha devastado social y económicamente a Veracruz, su destino no será otro que la derrota.
Si no lo cree, basta medir las reacciones a su asistencia a la comida con Javier Duarte. Una marejada de críticas vapuleó al senador de la República con toda clase de epítetos. Y es previsible que si no se desmarca del duartismo en la campaña, le ocurra lo mismo.
Ésa es la gran ventaja que el otro contendiente con posibilidades de ganar, el diputado federal del PAN Miguel Ángel Yunes Linares, está aprovechando. Su discurso abiertamente confrontado con Javier Duarte y con el jefe del clan, Fidel Herrera Beltrán, a quienes amenaza con llevar a prisión de llegar a la gubernatura, le suma adeptos entre una población agraviada por la corrupción, la intolerancia, el autoritarismo y la violencia que han significado los once años que este grupo lleva en el poder en Veracruz.
Por eso la desesperación del régimen. Por eso buscan al precio que sea desbaratar la alianza entre el PAN y el PRD. Y por eso mismo financian tres candidaturas “independientes” de políticos que no son más que patéticos esquiroles contratados para pulverizar el voto, pero que están condenados al más escandaloso de los ridículos.
Eso no quiere decir que Yunes Linares tenga en la bolsa la gubernatura. Aún debe ser primero candidato, de la alianza o sólo de su partido si ésta finalmente se descarrilase, y una vez hecho lo anterior, convencer a los militantes de ambos que será incluyente y no los marginará del gobierno si llega a ganar la elección, principal resquemor tanto dentro del PAN como en el PRD. Si lo logra, estará en condiciones de concentrar para su causa el clamor del descontento que brota por todo el territorio veracruzano.
¿Romper lanzas con los duartistas basta para ganar una elección de gobernador en Veracruz? Seguramente no. Pero no hacerlo es condenarse al fracaso.
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