Por Aurelio Contreras Moreno
La decisión del Comité Ejecutivo Nacional del Partido de la Revolución Democrática de establecer formalmente una alianza electoral con Acción Nacional en el estado de Veracruz es, en primer lugar, una derrota estrepitosa para el duartismo-fidelismo.
Los operadores del grupo político que aún gobierna Veracruz hicieron hasta lo indecible para evitar que se concretara este acuerdo político que, por primera vez en la historia, abre la puerta a la alternancia en la entidad veracruzana.
A pesar de la millonada que se gastaron –con dinero público, por supuesto– comprando planas en medios de la capital del país y conciencias dentro del PRD para intentar boicotear la alianza con el PAN, los duartistas fracasaron en ese objetivo, lo que sin duda revela que están en pleno declive en cuanto capacidad de operación y cooptación política. El poder se les está yendo como agua entre los dedos.
Nadie duda a estas alturas que el candidato de la coalición panista-perredista será el diputado federal Miguel Ángel Yunes Linares, quien lleva como bandera de campaña la promesa de meter a la cárcel a quienes se dedicaron a saquear a Veracruz los últimos sexenios.
Definitivamente es un discurso atractivo, mediática y políticamente, que le puede atraer muchas simpatías a Yunes Linares. Sin embargo, cabe preguntarse si esto es suficiente para aliviar las enormes carencias que agobian a Veracruz, entre otras cosas, a causa de la rapacidad y el saqueo de los últimos 11 años.
Y la respuesta es que no. El estado de Veracruz, si bien necesita que se restablezca el estado de Derecho y se aplique la ley a quien la haya violentado, demanda también una visión de Estado que permita afrontar, a través de políticas públicas sólidas, las carencias que mantienen en el atraso y la marginación a la mayoría de los habitantes de la entidad.
De acuerdo con el Informe de Medición de la Pobreza en México del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), hasta 2014 cuatro millones 634 mil 200 veracruzanos vivían en la pobreza, seis de cada diez habitantes de este estado.
Es por ello que es válido cuestionar los alcances de una alianza política como la que está a punto de formalizarse.
¿Qué le va a ofrecer al electorado el candidato de dos partidos tan disímbolos programática y ideológicamente como el PAN y el PRD? ¿O solamente se trata de un acuerdo para acceder al poder?
Lograr la alternancia política en Veracruz es en sí un objetivo legítimo para establecer este tipo de acuerdos electorales. Sin embargo, por la experiencia de otros estados, está visto que hace falta mucho más que eso para gobernar y para llevar bienestar a la población. E incluso, para mantener la gobernabilidad y garantizar la seguridad.
La plataforma que presenten PAN y PRD para ir a la elección tendrá obligadamente que contener propuestas para al menos paliar, en el cortísimo periodo de dos años, la crisis económica y social por la que atraviesa Veracruz. Y tendrá que ser incluyente, plural y transparente en sus métodos y sus metas.
¿Podrán llegar a acuerdos programáticos mínimos panistas y perredistas en Veracruz? ¿Coincidirán con los planteamientos y propuestas de su candidato a la gubernatura? ¿Serán concordantes con los de sus candidatos a las diputaciones locales? ¿O una vez pasada la elección cada quien tomará sus canicas y se irá a su rincón?
La alternancia en el poder en Veracruz está a la vuelta de la esquina. Pero nos tienen que decir qué piensan hacer con ésta.
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