Por Aurelio Contreras Moreno
“Vamos a limpiar la casa”, dijo Héctor Yunes Landa este lunes 25 de enero al registrarse como precandidato único del PRI a la gubernatura del estado de Veracruz.
En su discurso, el senador con licencia aseguró que “no me tiembla la mano, pero tampoco me mueve el odio. Estoy listo y estoy limpio. No tengo en mi pasado hechos que me avergüencen. Víctimas que me señalen. Riquezas que empañen el nombre que voy a heredar a mis hijos”.
Con estas palabras, Yunes Landa marcó una ligera, ligerísima distancia con el actual régimen e incluso con su primo hermano, Miguel Ángel Yunes Linares, quien será el candidato de la alianza PAN-PRD, que este mismo lunes quedó finalmente concretada al aprobarla el Comité Ejecutivo Nacional panista.
Pero Héctor Yunes tendrá que hacer mucho más que asegurar, de dientes para afuera, que va a limpiar la casa y las calles de la entidad. A día de hoy, la casa está ennegrecida por el cochambre indeleble de una brutal corrupción. Y las calles están manchadas por la sangre de los cientos de veracruzanos que sucumbieron por la bestial violencia prohijada por una clase política vinculada, cómplice, de la delincuencia.
Héctor Yunes sabe perfectamente que a su alrededor “revolotean” muchos de los “pájaros de cuenta” que escribieron el guión y fueron actores principales de la historia del más lamentable sexenio del que se tenga memoria en Veracruz y que pretenden, de ganar el PRI y sus satélites los comicios del próximo 5 de junio, “dar el salto” a su gobierno como si nada hubiera pasado. Como si doce años de fidelismo depredador no hubieran sucedido.
Tan lo sabe que en su equipo cercano busca incorporar priistas cuya imagen no represente lo mismo que los fidelistas, empezando por el senador José Yunes Zorrilla, quien rompió políticamente con Javier Duarte y Fidel Herrera desde que éstos lo traicionaron y reformaron la ley para establecer la gubernatura de dos años, y desde entonces se mantuvo congruente con esa línea; o el diputado local Ricardo Ahued Bardahuil, quien ha votado en contra de varias iniciativas del gobierno duartista con las que ha estado en desacuerdo y que todo indica será su coordinador de campaña.
Pero siguen ahí los diputados federales Alberto Silva, Erick Lagos, Adolfo Mota y Jorge Carvallo, cuya militancia fidelista les es imposible ocultar o borrar; el último incluso amagó hasta el final con registrarse como precandidato y echar a perder la mascarada de una “unidad” forzada desde el Altiplano.
A la dirigencia estatal del PRI llegará Amadeo Flores Espinosa, el ex procurador del gobierno de Javier Duarte que dejó en la impunidad el crimen de Regina Martínez y los de cientos de veracruzanos más y que representa al más arcaico priismo, que pasan los sexenios y se aferra a mantenerse viviendo del presupuesto.
Duartista “pura” según sus propios dichos y hasta hace poco aliada del malogrado proyecto de Alberto Silva, la ex vocera y actual presidenta estatal de la Fundación Colosio, Gina Domínguez Colío, ahora se presenta completamente “hectorizada”, con todo y que desde su agencia noticiosa Quadratín Veracruz le “atizó” con todo a los críticos de Javier Duarte, el propio Héctor Yunes Landa incluido.
Sin duda, ir a la campaña y a la elección con su partido unificado en torno suyo es indispensable para que Héctor Yunes aspire a ganar la contienda. Pero la mera unidad no lo es todo. Muchos de los que ahora dicen apoyarlo lo traicionarían con los ojos cerrados. Y mantenerlos como “aliados”, aunque fuera por mera conveniencia político-electoral, daría la imagen de una continuidad asociada con impunidad que definitivamente le restaría los votos de todos los ciudadanos veracruzanos que han sido agraviados por los fidelistas, y que se cuentan por miles.
Si de verdad quiere ser gobernador de Veracruz, Héctor Yunes debe limpiar la casa, la suya, desde ahora.
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