Por Aurelio Contreras Moreno
Como en prácticamente todos los temas que aborda, el discurso del gobernador Javier Duarte de Ochoa sobre su “indeclinable” y “decidido” apoyo a la Universidad Veracruzana es vacuo, letra muerta.
A pesar de que hace más de un mes el mandatario, a “sugerencia” de su esposa Karime Macías, sostuvo una reunión en las oficinas centrales de la casa de estudios con la rectora Sara Ladrón de Guevara en la que se comprometió a cubrir los adeudos del gobierno estatal con la Universidad, esto no ha ocurrido.
Ni un peso le ha depositado la Secretaría de Finanzas y Planeación a la UV. El adeudo, que para la fecha de la reunión superaba los dos mil millones de pesos, ha seguido creciendo, pues el Gobierno del Estado ha sido omiso, por decirlo amablemente, en el cumplimiento de sus obligaciones. Como ha sido la constante a lo largo de todo el sexenio en todos los ámbitos de la vida pública de la entidad.
Sólo que ahora se ha llegado a un punto crítico: Sara Ladrón de Guevara afirmó que están en riesgo las prestaciones de fin de año de unos 12 mil trabajadores de la Universidad Veracruzana, entre salarios, bonos de productividad y aguinaldos, pues la institución no cuenta con recursos propios suficientes para cubrir esas obligaciones.
La respuesta de la administración estatal es que no hay respuesta. Ni siquiera se calendarizaron los pagos que el gobernador de Veracruz se comprometió personalmente a realizar a la Universidad.
Lo más grave es que Duarte de Ochoa ni siquiera tiene excusas. Se supone que parte de los 31 mil millones de pesos de nueva deuda que el Congreso del Estado le acaba de autorizar contratar al Ejecutivo estatal serían para cubrir las ministraciones atrasadas que le corresponden a la UV, y que incluyen fondos tanto estatales como federales que el gobierno le ha escamoteado, ilegalmente, a la institución.
Es la hora que nada de esto se ha cumplido. Por ello, de nueva cuenta las autoridades universitarias han salido a los medios de comunicación –a los que después acusan de ser los que “inventan” los conflictos– a exponer esta situación. El fin de año está encima y el incumplimiento del pago de prestaciones a los trabajadores podría paralizar no sólo a la Universidad Veracruzana, sino a varias ciudades del estado donde hay fuerte presencia de la casa de estudios.
No hay que olvidar que desde que se hicieron los primeros pronunciamientos pidiendo al gobierno estatal pagar sus adeudos con la UV, la respuesta de Javier Duarte fue negar compromiso alguno con la Universidad, ya que según él, su administración “generosamente” le transfería recursos. Aunque no explicó por qué las aportaciones federales para la educación superior tampoco le llegaban a la Veracruzana.
La antipatía de este gobernador hacia la UV y sus integrantes es pública y notoria, y viene de tiempo de atrás. La autonomía, la libertad de pensamiento y de expresión que nutren la vida del claustro universitario le son incómodas e incluso repulsivas, acostumbrado como está a la cortesanía, la genuflexión y el servilismo propios de la praxis con que el grupo al que pertenece entiende la política y el quehacer público. Además, no tiene afecto alguno por la institución, pues es egresado de una universidad privada, donde al parecer tampoco aprendió los principios de honestidad, ética y apego a la verdad que ahí se inculcan.
Y para que no quede duda de cuánto le importa a Javier Duarte la UV y la educación profesional de los veracruzanos, en el proyecto de Presupuesto de Egresos del Estado que acaba de entregarse en el Congreso local, se incluye una reducción de 172 millones 265 mil pesos para la casa de estudios en el ejercicio fiscal de 2016.
Da la impresión de que Javier Duarte quiere quebrar, financiera y moralmente, a la Universidad Veracruzana.
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