Por Aurelio Contreras Moreno
A partir de la última visita del presidente Enrique Peña Nieto a Veracruz, los textoservidores del duartismo-fidelismo se dieron a la tarea de vociferar por todos lados que la decisión acerca de la sucesión en el estado ha sido tomada en Los Pinos y que, por supuesto, favorece al grupo gobernante.
Según ellos, la presencia del secretario de Educación Pública Aurelio Nuño Mayer al lado del presidente Peña Nieto en la inauguración de un centro de tecnología en Xalapa, y después en la derrochadora ceremonia de mensaje del gobernador Javier Duarte con motivo de su quinto informe de labores llevando la representación del Ejecutivo federal, son las “señales” que Veracruz “esperaba” para saber que el dirigente estatal del PRI Alberto Silva Ramos –el mismo cuyas bromas misóginas le costaron una reprimenda pública de parte de la dirigencia nacional del tricolor– es el “elegido”.
Los medios afines al gobierno estatal han publicado sin ningún pudor en sus primeras planas que la sucesión “ya se decidió” y que Silva es el “bueno”, pues es “gran amigo” de Nuño Mayer –el secretario de Estado “de moda”–, quien –siempre según ellos– ya hasta le prometió asistir a su “primer informe gobierno” en 2017.
Por lo que Javier Duarte, Alberto Silva y sus sicarios mediáticos pugnan es por crear un ambiente artificial en el que la opinión pública se convenza de que la próxima gubernatura, la que modificaron a un mísero periodo de dos años para su conveniencia y en perjuicio de Veracruz, ya fue decidida en otras esferas.
Llama la atención, en primer término, el desprecio de estos “plumíferos” por la democracia y por los ciudadanos. Ya colocaron en la “silla” a Silva cuando ni siquiera es candidato aún, como si de una sucesión dinástica se tratase, como si no fuera a convocarse a un proceso con campañas y una jornada electoral de por medio. Lo que piensen cerca de cinco millones de veracruzanos que estarán en condiciones de votar en 2016, les vale sombrilla. Ya decidieron por ellos.
Es muy clara también la soberbia con la que se dirigen a los propios militantes del Partido Revolucionario Institucional en la entidad, a quienes tratan como retrasados mentales sin capacidad de discernir y elegir por sí mismos, sujetos a lo que definan las cúpulas, en donde también, ya decidieron por ellos.
En términos del léxico de la política mexicana al estilo del PRI más anacrónico, lo que quieren los duartistas en el poder y en los medios es un “dedazo”, y creen que manipulando la agenda, amenazando alcaldes de oposición con auditorías del Órgano de Fiscalización Superior para que se afilien al Revolucionario Institucional e inventando “señales” oligofrénicas de supuesta “bendición” presidencial, bastará para que les permitan hacer lo que les plazca.
Es un hecho inocultable que hasta ahora, Enrique Peña Nieto los ha dejado hacer y deshacer. El titular del Ejecutivo federal ha consecuentado la corrupción, los malos manejos y el desastre financiero y social en el que el grupo duartista tiene sumido a Veracruz. Ha sido cómplice de los abusos y del desfalco que se ha negado a mirar. Bajo esa lógica, podría dársele la razón a los amanuenses de Silva. El Presidente no ha metido las manos antes. ¿Por qué lo haría ahora?
La respuesta es una: porque ni Alberto Silva ni ningún otro miembro del duartismo-fidelismo garantiza la victoria del PRI en las elecciones de gobernador el año que entra. Y si pierden Veracruz, el siguiente paso es perder la Presidencia de la República.
El “ejemplo” de que tampoco nadie daba un cacahuate por Javier Duarte hace seis años y al final ganó la gubernatura entraña una diferencia sustancial, que omiten tramposamente: en ese entonces el gobernador era Fidel Herrera Beltrán, éste no era repudiado por la mayoría de la población y había dinero a manos llenas en las arcas del estado.
¿Tendrán su “dedazo”? Probablemente sí. Sólo habrá que esperar en qué modalidad.
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