Por Aurelio Contreras Moreno
Como se preveía, este miércoles la capital de Veracruz volvió a ser tomada por múltiples manifestaciones de trabajadores estatales y organizaciones que demandan el pago de deudas, salarios retrasados, bonos, prestaciones y demás.
Desde trabajadores de la Dirección de Readaptación Social hasta custodios de penales y acreedores diversos protestaron no solamente en Xalapa, sino en varias ciudades del estado, paralizándolas por ratos.
Sin duda la protesta de mayor gravedad fue la de los trabajadores del sector salud, que dejaron las clínicas y nosocomios públicos operando a medio gas, únicamente en sus áreas de urgencias y atención a enfermos de gravedad, con el enorme riesgo de que la consecuencia fuera la pérdida de vidas humanas, ya que tuvieron que ser cancelados 345 mil procedimientos médicos en todos los centros del sector salud de la entidad.
A cuentagotas, este mismo miércoles el gobierno estatal depositó el salario de los empleados de los sectores más delicados, como el referido de salud, pero sigue sin lograr cubrir la nómina estatal al 100 por ciento.
Para este jueves, la amenaza es que el estado se quede sin cuerpos de seguridad, pues los elementos policiacos anunciaron que también irán al paro para presionar el pago de sus sueldos.
El escenario es el de un completo desastre. En los hechos, esta situación de insolvencia financiera tiene a la entidad veracruzana al borde de un colapso que provoca reacciones que rayan en la anarquía y que ya adquiere visos de emergencia humanitaria, pues la falta de liquidez no afecta solamente el pago de salarios. Los hospitales sufren un criminal desabasto de medicamentos, producto de la corrupción que desfondó por completo al sector salud estatal y que será materia de un posterior análisis específico sobre el tema.
El caso es que no se ve por dónde pueda haber una salida. El gobierno interino está completamente rebasado por la brutal realidad del estado, que cada día que pasa empeora más. Flavino Ríos Alvarado hace esfuerzos denodados por mantener el barco a flote o al menos impedir que sea a él a quien se le termine de hundir, pero el problema ha seguido creciendo.
En el Congreso del Estado, donde ya entró en funciones la LXIV Legislatura, la del “cambio y la alternancia”, no parecen haber tomado nota de la crisis que se vive. En ninguna bancada se han pronunciado por idear algún plan mínimo de rescate de la entidad que no sea mera demagogia discursiva. Los diputados locales viven en su propio mundo y empujan sus particulares agendas políticas, como si no estuvieran obligados a formar parte de las respuestas y soluciones que demanda la población a la que dicen representar.
A su vez, el gobernador electo Miguel Ángel Yunes Linares todos los días hace numerosos llamados al Gobierno Federal para que le entre “al quite” y salve a la entidad del inminente desastre financiero, pero pareciera que clama en el desierto mientras subraya que le van a entregar “un gobierno absolutamente quebrado”, lo cual, hay que puntualizarlo, ya lo sabía.
Veracruz está sostenido con alfileres.
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