Miguel de Cervantes Saavedra, considerado como uno de los máximos novelistas de la literatura mundial, con magistral elegancia en su obra “Don Quijote” escribió: “Ruin sea a quién por ruin se tiene”.
Con profundo desconcierto, la Abogacía Independiente de la República ha observado el lamentable e indecente desempeño del Fiscal General de la Nación, aderezado por su inmensa corrupción. Nuestra Fiscalía Republicana no tiene la culpa de que le hubieren designado a un seudo Garante de la Sociedad de tan baja estirpe y corrompida esencia.
El ahora controvertido Siervo de la Nación, sigue los pasos de aquél narco-procurador que con mucha antelación le precedió en el cargo. Ambos fueron proclives a cambiar el curso de la justicia, por el excremento de la protección e impunidad que le han concedido y concedieron a la delincuencia, ambos en su momento lo lograron por la desgraciada confianza depositada en sus ruindades. Uno y otro se vendieron al mejor postor, los dos convirtieron nuestra Casa Profesional en casa de mala nota, exhibieron su marcado gusto de violar la ley.
Hechos que en el ayer llenaron y en el hoy confirmaron el oprobio histórico del que hoy goza lamentablemente nuestra Representación Social Federal. En ambos casos ésta verdad ha hecho mella en la discutible moral política de aquellos y los actuales funcionarios del Poder Ejecutivo. Dado lo antepuesto la Academia de Derecho Penal del Colegio de Abogados de México, A.C., hoy afirma y sostiene la sólida tesis filosófica del “Manco de Lepanto”, de que: “Ruin sea a quién por ruin se tiene”.
En suma, Alejandro Gertz Manero y aquél narco-procurador de antaño, optaron por envilecerse, por no ser congruentes con el pensar de Don Luis Cabrera contenido en su egregia obra “La Misión Constitucional del Ministerio Público”.
La interrogante actual para la Abogacía Independiente de la República, se muestra necesaria: ¿Tiene o no tiene la razón Andrés Manuel López Obrador, en depositar su confianza en la indignidad e indecencia de Alejandro Gertz Manero?.
Quizá la respuesta podría ser ésta: las razones personales del Presidente de la República para él y su Cuarta Transformación de la Nación parecen respetables, salvo el pequeño detalle de que un Fiscal General, no puede, no debe, no tiene que prostituir a la justicia y lesionar con ello la integridad de la misma y la dignidad de México.
Los actos reprobables tanto del fiscal actual, como del narco-procurador del ayer, tienen un ángulo de referencia histórica: Crearon alianzas con la delincuencia. Los dos forajidos del derecho institucionalizaron la protección a ella.
En fin, si todo esto pasa en México, el pueblo y la abogacía no son culpables de ello.
Ojalá que recapacite nuestro Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y actúe en la lid de justicia con ponderación, con serenidad, sin ocurrencias, sin depositar su confianza en la delincuencia la cuál perturba a nuestra justicia, sin los “abrazos y besos” a los infractores de la ley y desde luego sin el consabido engaño, que no sólo se huele, sino que se siente.
Concluyo diciendo: La justicia y sus exigencias de democracia nada tienen que ver con esas ruindades.
Nuestro México requiere una justicia digna, transparente, eficaz y decente, la cuál no se va a obtener con la ruindad e indignidad de los corruptos.
La Fiscalía General de la República requiere una titular que sepa que el conocimiento del derecho es cosa sagrada. EST QUIDEM RES SANCTISSIMA CIVILIS SAPENTIA.
Es cuanto.
Lic. Alberto Woolrich Ortíz.
Presidente de la Academia de Derecho
Penal del Colegio de Abogados de México, A.C..