SILOGISMOS
Por Antonio Ortigoza Vázquez / @ortigoza2010
En dos sucesivas conferencias “mañaneras”, donde el presidente AMLO —como es costumbre conocida— salió en furibunda defensa del —¿aún?— nominado a embajador en Panamá, el historiador Pedro Salmerón, lo único que quedó en claro es que en torno al asunto hay un enredo, por cierto, nada novedoso ni raro en tratándose de asuntos de Palacio Nacional, con la salvedad de que ahora involucra protocolos internacionales algo delicados.
En suma, no pudieron aclararse asuntos torales, como si Salmerón ya fue propuesto oficialmente a Panamá; si en ese país ya se dio o no, el “placet“, cual es el contenido de la carta enviada “por medios diplomáticos” y como puede ser posible que el presidente López Obrador haya afirmado desconocer dicho comunicado oficial.
Es perfectamente conocido que el presidente suele, con demasiada frecuencia, combinar temas, hechos, pronunciamientos, juicios, acusaciones y defensas a de personajes, todo en una misma parrafada muchas veces críptica.
La diferencia fue, en este caso, que un personaje involucrado fue la titular del Ministerio de Relaciones Exteriores de Panamá.
El presidente repitió las acusaciones contra “los conservadores” de aprovechar la propuesta de Salmerón para, en su punto de vista, inventar acusaciones falsas contra Salmerón por acoso sexual contra estudiantes que atienden sus cursos. En eso, en tono alterado, propuso que “todos los afectados, en este caso, mujeres, acudir a presentar denuncias, porque ya no hay represalias (¿?) ya no es tiempo de las administraciones pasadas. Si alguien es víctima de una amenaza ¡igual sale! ¡aquí mismo! ¡Además, casi todos los medios de comunicación están en contra nuestra! Hay libertad por convicción (¿?)”
Inmediatamente después, vino lo intrigante: “… mandó una carta la canciller de Panamá a la cancillería de México. ¿Y? ¿Ya entonces van a haber tribunales de la Inquisición? ¿Nada más porque hay denuncias de sectores conservadores, algunos fachos…?”
Hubo una pregunta acerca del contenido de la carta y respondió: “No sé, no conozco la carta, no sé qué cosa es lo que plantea, LA SOLICITUD NO SE HABÍA ENVIADO… me llamó la atención que ya estén respondiendo… ¿Dónde están las bases? Primero es el beneplácito, después pasa al Senado. ¿Es un procedimiento como por adelantado? Es que el conservadurismo así es, no les gusta alguien y, fuerte”.
Todavía fue más allá: “… el Reforma es el boletín del conservadurismo, el que pontifica y dice quién sí y quién no. ¡Yo no estoy dispuesto a ceder en esas cosas!”. (¿A “ceder” ante el diario Reforma o ante la cancillería de Panamá?).
La canciller panameña, Erika Mouynes aclaró que “la carta fue enviada por los canales diplomáticos que corresponden… la cancillería mexicana está al tanto desde este momento EN QUE FUIMOS NOTIFICADOS de esta designación”.
Así, según la jefa de la diplomacia panameña, la famosa carta fue enviada hace ya varios días ¿Y el presidente AMLO no la conoce?
En su novela “El sastre de Panamá”, John Le Carré narra una historia de un sastre británico con turbio pasado carcelario que en Panamá se relaciona con la élite militar y política. En una fiesta conoce a un agente del MI6 y pretende “venderle información valiosa” para Gran Bretaña, obtenida en charlas en tanto toma medidas para elaborar los trajes de políticos y militares encumbrados. El agente, muy corrido para tragarse cuentos tercermundistas, aprovecha al sastre, obtiene fuertes financiamientos de Londres tomando al sastre como cabeza de turco y, un día antes de la invasión yanqui, huye con maletas repletas y deja al sastre en la estacada.
Quizá poco tiene qué ver esto con el lío del gobierno de México, como tampoco tiene qué ver lo dicho en tono alterado por AMLO con el de-sastre de la diplomacia mexicana, “manejada” desde el Salón Tesorería de Palacio Nacional, ante el azoro —o molestia— del Cuerpo Diplomático acreditado en nuestro país. (A propósito: ¿Cuándo se sabrá algo acerca de la embajada de México en España? Ya son siete meses…)