Redacción
BOGOTÁ.- Ernesto Samper, expresidente colombiano y exsecretario general de la Unasur, considera “lamentable y vergonzosa” la actuación de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de su titular, Luis Almagro, frente a los grandes acontecimientos de la coyuntura regional.
Almagro, dice Samper en entrevista con Proceso, se ha mostrado “selectivo y sesgado” ante la oleada de descontento que enfrentan diferentes países latinoamericanos. Cuando los gobiernos son de izquierda, justifica las protestas en su contra. Y cuando son de derecha, descalifica las movilizaciones populares, señala el expresidente.
Luego de que Evo Morales renunció como presidente de Bolivia forzado por el alto mando de las fuerzas armadas, Almagro avaló la intervención militar y acusó al exmandatario de haber dado un “golpe de Estado” al cometer “fraude” en las elecciones del pasado 20 de octubre.
En cambio, unos días antes, frente a las masivas protestas contra los derechistas gobiernos de Chile, Ecuador y Perú, y el creciente malestar en Colombia por los asesinatos de indígenas y líderes sociales, el secretario general de la OEA señaló en un insólito comunicado que se trataba de “corrientes de desestabilización” impulsadas por “las dictaduras bolivariana y cubana”.
Para Samper, el trato indulgente que da la OEA a los gobiernos de derecha y su dureza con los gobiernos de izquierda son parte de una agenda ajena a los intereses de Latinoamérica.
“Detrás de esto –plantea– están claramente Estados Unidos y la intención reeleccionista del señor Almagro.”
Es decir, Washington quiere gobiernos dóciles en la región y Almagro quiere un periodo más al frente de la OEA, organismo que realizará elecciones a principios de 2020 para elegir un nuevo secretario general o reelegir al actual.
Ante esa realidad, dice Samper, Latinoamérica no se puede quedar con los brazos cruzados.
“La OEA es esencialmente un mecanismo de Estados Unidos para intervenir en América Latina, como en efecto lo está haciendo. Claro, lo está haciendo de manera selectiva. Uno es el trato que le dan a Venezuela y Bolivia, y otro muy distinto es el tratamiento que le dan a Chile, Perú y al traidor de Lenín Moreno en Ecuador, sin mencionar el abandono en que tienen a Haití”, afirma Samper.
De acuerdo con el exgobernante colombiano, lo que en estos momentos “conviene” a la región es formar su propia OEA, “pero sin Estados Unidos”.
El mejor camino para ello, considera, es tomar como punto de partida la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), un mecanismo de integración regional creado en 2011 y del que forman parte 33 naciones del hemisferio que a la vez –con excepción de Cuba– son parte de la OEA.
La Celac es, por sus Estados miembros, una OEA sin Estados Unidos y Canadá, y con Cuba, que fue expulsada del organismo hemisférico por decisión de Washington en 1962, cuando la isla caribeña optó, por decisión soberana, por un régimen comunista.
En cambio, Washington nunca objetó la pertenencia a la OEA de los países latinoamericanos gobernados por regímenes militares represivos y autoritarios. Y no lo hizo por la sencilla razón de que eran sus aliados.
Para Samper, “lo más vergonzoso” de la actuación de Almagro en la OEA es haberse alineado a esa “doble moral” de la política exterior de Estados Unidos, en la que no hay principios, sino intereses hegemónicos.
“Por eso –dice el expresidente colombiano– el futuro más claro que yo veo es crear una OEA sin Estados Unidos, y esa OEA es la Celac, donde ya están reunidos todos los países de América Latina. Todos, sin excepción, incluso Cuba.”
Lo que se necesita, agrega, “es retomar el modelo de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y tener un espacio en el cual los países latinoamericanos podamos discutir nuestras identidades políticas como región y que, simultáneamente, podamos trabajar en unas agendas sectoriales en temas como salud, educación, conectividad, infraestructura y tecnología”.
La Unasur, creada por iniciativa de Brasil en 2008, cuando en Sudamérica eran mayoría los gobiernos de izquierda, es un foro agonizante por el retiro de más de la mitad de sus miembros.
Lo primero que hay que hacer, considera el exgobernante colombiano y exsecretario general de la Unasur, es crear en la Celac una Secretaría General fuerte, con peso político, un Consejo de Defensa regional y un Instituto de Derechos Humanos que valoricen a Latinoamérica como un espacio común y convergente para todos los países del área.
“Y, por supuesto, los tres ejes articuladores que quedarían en muy buenas manos en la Celac son la preservación de América Latina como una zona de paz; la continuidad de la democracia y la vigencia de los derechos humanos.”
Para Samper, el hecho de que México presida la Celac a partir de enero próximo abre la oportunidad de que ese país lidere un proceso para que ese organismo asuma las tareas que la OEA no puede cumplir “por su alineamiento con Estados Unidos y con la derecha latinoamericana”.
El gobierno de México, dice el expresidente colombiano, “quiere que la Celac juegue un papel mucho más protagónico hacia el sur y eso coincide con el deplorable y sesgado desempeño de la OEA y Almagro” frente a los grandes temas de la agenda regional.
Por una integración sin ideologías
Samper, quien fue presidente de Colombia entre 1994 y 1998, considera que el camino para fortalecer a la Celac pasa por un proceso de convergencia de los 10 mecanismos subregionales de integración que existen en la actualidad –entre ellos el Mercosur, el Mecanismo de Diálogo y Concertación de Tuxtla y la Comunidad Andina– para sumar fortalezas y evitar duplicidades.
Y todo esto lo debe hacer “dejando a un lado las ideologías”, plantea el exsecretario general de la Unasur.
“Latinoamérica –dice– ha cometido un grave error histórico pues en estos momentos, en los que necesita estar más integrada por los desafíos que tiene ante sí (la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos, la crisis en Venezuela, la ebullición social en varios países), es cuando está más desintegrada y dividida.”
Los países de la región van oscilando entre gobiernos de izquierda y derecha, y cuando unos y otros llegan al poder “lo único que se les ocurre es salirse de los organismos que ya están constituidos, como una forma de revancha”.
En 2006, el entonces presidente de Venezuela, Hugo Chávez, hizo salir a su país del Grupo de los Tres, que integraban, además, Colombia y México, y también lo retiró de la Comunidad Andina. Y entre 2018 y este año, los gobiernos derechistas de Colombia, Argentina y Brasil prácticamente desahuciaron a la Unasur al renunciar a ese organismo por considerarlo un proyecto de izquierda.
“Si algo grave le está pasando a la región en este momento, es que hemos ideologizado las relaciones internacionales”, señala Samper.