José Luis Parra
Una democracia que se tambalea también sangra, aunque no lo haga a través de las calles o de los cuerpos caídos por balas perdidas. Hay otro tipo de sangre que fluye silenciosa pero contundente: la del dinero. Y en México, en apenas seis días de mayo, se desangraron más de 45 mil millones de pesos en inversiones. No es metáfora, es hemorragia financiera.
Los inversionistas, como los animales, huelen el miedo. Y cuando perciben que un país se aproxima a una elección judicial inédita, rodeada de gritos sindicales, reformas constitucionales y amenazas veladas contra los organismos autónomos, hacen lo que haría cualquier criatura sensata: huyen.
Banxico lo registró sin necesidad de poesía: del 12 al 19 de mayo, seis días hábiles, el equivalente a 2,325 millones de dólares se evaporó. La cifra no miente: es el 3.1% del total que estaba invertido en valores del gobierno mexicano. Así de rápido se esfuman las promesas cuando el riesgo se vuelve demasiado real.
La CNTE y el miedo como combustible
El escenario no ayuda. Con la CNTE sitiando la capital y adueñándose del espacio público, los inversionistas no necesitan bola de cristal para interpretar el mensaje: en México los chantajes todavía mandan. Y lo más grave no es que existan, sino que son tolerados. La “primavera magisterial” no florece en aulas, sino en calles tomadas por líderes que aprendieron que el poder se ejerce bloqueando, no enseñando.
A esto, súmele usted que la elección del Poder Judicial —esa pieza clave del rompecabezas democrático— se avecina envuelta en la sospecha de que se trata más de un concurso de lealtades que de méritos. Con ese menú, ¿quién se quedaría a cenar?
Elección judicial: el nuevo talón de Aquiles
Lo advirtió Gabriela Siller, una de las voces más lúcidas del análisis económico nacional: la salida de capitales no se debe al recorte de tasas de Banxico. Ese todavía es un caramelo atractivo en comparación con lo que ofrecen otros países. No. Lo que asusta es la incertidumbre institucional. Y el punto de fuga es el proceso que definirá a los nuevos jueces y magistrados. Porque si el Poder Judicial deja de ser contrapeso y se convierte en tapete, el último muro de contención frente al abuso de poder habrá caído.
Y sin muro, ni capital, ni certeza jurídica, lo que sigue es el éxodo.
Banxico: en la línea de fuego
Desde hace semanas se alerta sobre la posibilidad de que el Banco de México entre también en la ruta del cambio de régimen. La tentación del oficialismo por controlar hasta el último bastión independiente no es un secreto. Tampoco lo es el hecho de que, si logran arrastrar al Banco Central al juego político, el pánico en los mercados será total.
Los capitales no entienden de discursos épicos ni de transformaciones históricas. Solo entienden dos cosas: seguridad jurídica y reglas claras. Si una elección judicial puede alterar la estructura del poder y poner en jaque a Banxico, entonces lo sensato —para ellos— es irse antes de que sea demasiado tarde.
La CNTE, la 4T… y el Titanic financiero
La ironía es amarga: mientras la 4T necesita demostrar al mundo que en México hay estabilidad y gobernabilidad, permite que una organización como la CNTE haga y deshaga a su antojo. Porque aquí, mientras se avecina una decisión histórica en el Poder Judicial, los inversionistas ven cómo el gobierno negocia con palos, mantas y mítines.
Y en ese juego de contradicciones, donde la izquierda populista dice gobernar con el pueblo pero escucha más a las cúpulas sindicales, los inversionistas internacionales —esos mismos que la 4T juró conquistar para sus proyectos de infraestructura— apagan la luz y se van.
Ya lo dijimos: no hace falta una crisis violenta. Basta con que el dinero huya.
Y el dinero, como el miedo, ya está en camino.
Sonora, el laboratorio de la violencia silenciosa
Mientras el capital huye por miedo, en Sonora la sangre ya no corre: se evapora. Se disuelve. Se borra. El estado del noroeste se ha convertido en un sofisticado laboratorio del crimen organizado, donde la violencia estructural ha mutado. Hoy se mata menos… pero se desaparece más.
Según el National Drug Threat Assessment 2025, el 65% del fentanilo decomisado en la frontera sur de Estados Unidos proviene de Sonora. No es una anécdota: es un epicentro. Un corredor estratégico donde conviven —y compiten— los cinco principales cárteles del país. Allí no hay tregua, solo acomodos temporales.
En los primeros tres meses del año se reportaron cerca de 700 desapariciones y 346 homicidios dolosos. Cifra desconcertante por su desproporción. La violencia dejó de ser visible, medible, registrable. Se camufla. La desaparición forzada se ha vuelto la forma preferida de silenciar y de controlar. Y eso complica, aún más, cualquier intento de respuesta institucional.
La impunidad agrava la ecuación: solo uno de cada cien delitos llega a juicio. Sonora ya no solo es tierra de disputa entre cárteles, sino un espacio donde el Estado parece no tener jurisdicción.